Potter, Rogers y Harland, un diamante sin pulir
El tr¨ªo del saxofonista ofrece en Madrid un concierto irregular sin dejar de mostrar su enorme potencial
Hubo un tiempo en que Chris Potter form¨® y lider¨® uno de los grupos de jazz el¨¦ctrico m¨¢s estimulantes del siglo XXI, Underground, un proyecto que ha estado en activo con regularidad desde 2006. Hoy, el mismo Chris Potter ha ca¨ªdo en una de las trampas m¨¢s peligrosas que tiene actualmente la m¨²sica en directo: se ha comprado un looper. Y un sampler y, bueno, algunos artefactos el¨¦ctricos que, bien utilizados, pueden enriquecer mucho el tejido ac¨²stico de un grupo o aportar elementos esenciales para plantear una propuesta est¨¦tica.
Sin embargo, en el concierto de Potter en el festival JazzMadrid no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro: los escarceos del saxofonista con teclado, samplers o frases que grababa y reproduc¨ªa en bucle fueron pr¨¢cticamente lo ¨²nico cuestionable de un concierto que podr¨ªa haber sido excepcional, pero que se qued¨® en un mont¨®n de pasajes remarcables interrumpidos ocasionalmente por elementos intrusivos que romp¨ªan la fabulosa din¨¢mica del grupo en algunos momentos. No por una cuesti¨®n de purismo, o porque no fuese un concepto atractivo, sino porque, simplemente, no funcionaban. El saxofonista perd¨ªa la concentraci¨®n ligeramente cuando se acercaba a estos elementos y el grupo dejaba de fluir, invadido por estridencias que ni sonaban bien, ni ten¨ªan sentido aparente en el conjunto de la m¨²sica, como si uno estuviese disfrutando de una cena excelente en un restaurante de primera y el camarero se acercase cada cuarto de hora para entonar a gritos La Macarena, o algo as¨ª. Un sinsentido, vaya.
M¨¢s all¨¢ de esto, que en conjunto no lleg¨® a malograr los numerosos momentos de m¨²sica interesante facturada por el tr¨ªo en Madrid, el concierto fue un desenfadado alarde de virtuosismo independiente y colectivo. Porque, aunque Potter era el l¨ªder de facto, el papel del bajista Reuben Rogers y el baterista Eric Harland fue tan relevante como el del saxofonista: todos ellos deslumbraron en sus solos y mediante una capacidad de interacci¨®n de la que pocos m¨²sicos en el mundo pueden presumir.
Desde el inicio del concierto, sobre una mete¨®rica versi¨®n de Synchronicity I, de The Police, Potter se subi¨® a su imparable torrente improvisador y record¨® por qu¨¦, con solo 46 a?os, es un referente imprescindible para entender el devenir del saxo tenor de tradici¨®n jazz¨ªstica. Su estilo l¨ªrico e imaginativo a¨²na toda la historia del instrumento, desde Coleman Hawkins y Lester Young a Wayne Shorter o Sonny Rollins, con la t¨¦cnica de Michael Brecker, la intensidad de John Coltrane y la inagotable capacidad improvisadora de Dexter Gordon.
En la misma l¨ªnea que Potter, Harland es tambi¨¦n un narrador instrumental; un percusionista impredecible y explosivo cuya capacidad para escuchar a sus compa?eros y responder a lo que tocan es equiparable al incontenible torrente de ideas que genera con la bater¨ªa. Junto al s¨®lido Rogers, compa?ero de aventuras del baterista en el cuarteto de Charles Lloyd desde hace una d¨¦cada, Harland es el mejor compa?ero que un instrumentista tan creativo como Potter puede desear.
Los tres m¨²sicos dieron lo mejor de s¨ª en varias ocasiones, como en el original in¨¦dito Village Eyes, con Potter ofreciendo un apabullante solo al saxo soprano y Harland, por su parte, construyendo su mejor solo de la velada. Rogers hizo lo propio en Sirens y en el bis que empez¨® en clave de calipso con My Little Suede Shoes, de Charlie Parker, y acab¨® en otra de las interacciones progresivas del grupo.
Por mucho que no sepa utilizar adecuadamente los cachivaches electr¨®nicos con los que se subi¨® al escenario del Fern¨¢n G¨®mez, Chris Potter sigue siendo uno de los mejores saxofonistas de jazz del planeta, y este flamante tr¨ªo, junto a Rogers y Harland, merece superar su ca¨®tico esp¨ªritu embrionario para convertirse en algo m¨¢s que una jam session entre amigos.
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