Cuatro grandes escritores de novela negra olvidados y despreciados
Aprovechamos la publicaci¨®n de 'El ¨²ltimo caso de Philip Trent' para ofrecer un p¨®quer de cracks del g¨¦nero no tan conocidos
La n¨®mina de autores cl¨¢sicos de novela negra que, como m¨ªnimo, deber¨ªan ser m¨¢s conocidos es enorme. Aqu¨ª ya hemos ido hablando de algunos: Marc Behm, al que dedicamos un post la semana pasada, el maestro de los di¨¢logos George V Higgins, o Lionel Davidson, responsable de una peque?a obra maestra que mezcla a la perfecci¨®n el mundo del espionaje y la aventura m¨¢s cl¨¢sica. Y tenemos pendiente, entre otras cosas, un repaso al Simenon ajeno a Maigret que con tanto acierto ha recuperado Acantilado.
Pero ahora que Siruela ha rescatado con ¨¦xito El ¨²ltimo caso de Philip Trent de E. C. Bentley (traducci¨®n de Guillermo L¨®pez), vamos a aprovechar para hablar de ¨¦l y de otros tres cl¨¢sicos olvidados, todos ellos con una ficci¨®n m¨¢s violenta, visceral y sin escr¨²pulos que el elegante periodista ingl¨¦s.
James Hadley Chase: la leyenda de un golfo
Se cuenta en el excelente obituario que el maestro Javier Coma public¨® en EL PA?S que Ren¨¦ Brabazon Raymond, alias James Hadley Chase (Londres 1906- Corseaux, Suiza, 1985), era un imitador m¨¢s all¨¢ de lo legal y lo tolerable, un tipo que perdi¨® un juicio por plagio con James M. Cain y otro con John Lattimer (a?ado), que escribi¨® sus novelas ambientadas en Estados Unidos desde Reino Unido y con un diccionario de jerga estadounidense, copiando todo de los padres del hard boiled. Pero tambi¨¦n era un escritor lleno de fuerza y con un pu?ado excelentes novelas en una producci¨®n, por otro lado, del todo excesiva e irregular.
Yo me quedo con Acu¨¦stala sobre los lirios (RBA, traducci¨®n de Facundo Piperno), una narraci¨®n cl¨¢sica que tiene todo lo bueno de alguien que escribe bien y sabe copiar bien a sus maestros. Una heredera rica que muere en extra?as circunstancias y todo lo que hace su entorno por ocultar las verdaderas causas meten al investigador Vic Malloy en un embrollo de grandes dimensiones, con violencia y dinero de por medio y rodeado de personajes de una de estas familias ricas completamente estropeada tan propia de Ross Macdonald. Es cierto que el tal Malloy es un machista de campeonato, un tipo violento al que no van a dar un premio por sus respeto de los derechos humanos, pero dudo que los detectives privados de la ¨¦poca fueran de otra manera. Es cierto tambi¨¦n que la novela no tiene nada que no hayamos le¨ªdo en otras, pero est¨¢ contado todo con las tripas, con un ritmo enloquecido que funciona.
Una corona para tu entierro tiene varias virtudes rese?ables. La primera es que recuerda a Los sudarios no tienen bolsillos ( un caso de corrupci¨®n que los poderosos no quieren que se cuente y un periodista que lucha por publicarlo) pero, aunque no tiene la fuerza de la obra de Horace McCoy, s¨ª posee el grado de inevitable acci¨®n del bueno de Hadley Chase. El final es triste, resultado de un par de giros bien llevados en una novela de 200 p¨¢ginas escasas que cuando uno termina se pregunta ?para qu¨¦ m¨¢s?
Si tuviera que seleccionar alguna otra me quedar¨ªa con El Secuestro de Miss blandish. De escritura apresurada y ritmo que solo podr¨ªamos calificar de loco, la primera novela de Hadley Chase es la historia de unos ladrones de medio pelo, psic¨®patas metidos a mafiosos y dirigidos por una madre implacable. La primera parte es un despiporre criminal m¨¢s parecido a un western, mientras que en la segunda entra en juego detective que fue periodista. Al igual que en otras novelas de este autor la resoluci¨®n es brutal, sin rodeos y breve.Una novela punk y soberbia.
E. C Bentley: el perfecto caballero brit¨¢nico
Edmund Clerihew Bentley (1875-1956) es un outsider en el mundo de la ficci¨®n criminal. Periodista, jugador de alto nivel de rugby (lleg¨® a ser internacional con Inglaterra) y famoso humorista, Bentley solo escribi¨® dos novelas negras: El ¨²ltimo caso de Philip Trent, que le sirvi¨® para revolucionar la imagen que en aquel momento (1913) se ten¨ªa del detective privado y Trent¡¯s Own Case, una secuela para la que hubo que esperar 20 a?os. Sin embargo, la originalidad de esta novela la convierte en indispensable. Tras una presentaci¨®n sobria y con algo de intriga, conocemos a Trent, artista de cierto prestigio, periodista ocasional y detective privado cuando el peri¨®dico para el que trabaja as¨ª se lo solicita, actividad que le ha convertido en una personalidad con cierta fama. La primera mitad de la novela es un misterio cl¨¢sico: un millonario muerto, muchos sospechosos y un hombre (en este caso dos porque tambi¨¦n hay un campechano y serio agente de polic¨ªa) en busca de la verdad.
Sin embargo, en la p¨¢gina 107, un leve toque en un brazo y una discreta mirada de la viuda desconsolada, transforman al personaje y con ¨¦l la novela. Y lo hacen de manera muy sutil. Sin ¨¢nimo de desvelar nada del argumento diremos que la obra da un par de saltos que en otra novela habr¨ªan sido desastrosos y que aqu¨ª, sin embargo, quedan genial. Le¨ªda muchos a?os despu¨¦s, la historia sobrevive sin problemas. Solo dir¨¦ que al final entiendes con una sonrisa que est¨¦ sea el ¨²ltimo caso de Trent. Un aspecto que no puede pasar inadvertido: la edici¨®n cuidada, pasta dura incluida, y la excelente traducci¨®n de Guillermo L¨®pez gallego (con unas ilustrativas y ¨²tiles anotaciones a pie de p¨¢gina) hacen que la edici¨®n de este clasicazo por Siruela merezca todav¨ªa m¨¢s la pena. Se han hecho m¨²ltiples adaptaciones al cine, incluida una de Howard Hawks todav¨ªa en la ¨¦poca del cine mudo, pero yo les recomiendo que empiecen por el libro.
Donald Westlake o c¨®mo re¨ªrse de su propia sombra
Donald Westlake (tambi¨¦n conocido como Richard Stark, Tucker Coe o Samuel Holt) fue un todoterreno de la ficci¨®n al estilo de Elmore Leonard. Estajanovista incansable, Westlake escribi¨® decenas de novelas y guiones, la inmensa mayor¨ªa de historias basadas en su Nueva York natal y en el submundo criminal que tan bien conoc¨ªa. He de reconocer que llegu¨¦ tarde a ¨¦l, tras una recomendaci¨®n que me hizo John Connolly para que leyera alguna de las novelas de la serie de Parker, publicadas bajo el seud¨®nimo de Stark. Si van a leer una, que adem¨¢s est¨¢ publicada en espa?ol en distintas ediciones, que sea A quemarropa, una tremenda historia de venganza, llena de buenos di¨¢logos y con un protagonista inmenso: un profesional de la muerte, un criminal, una bestia con la que el lector, sin embargo, no puede evitar congeniar de alguna manera.
Westlake destaca tambi¨¦n por su serie de John Dortmunder, de la que RBA ha publicado en Espa?a Un diamante al rojo vivo (traducci¨®n de Bruno Su¨¢rez) y Atraco al banco (traducci¨®n de Pablo ?lvarez). Dortmunder, exmilitar metido a ladr¨®n profesional sin mucha suerte, protagoniza junto a un variopinto grupo de compinches estas novelas que mezclan el humor con la acci¨®n y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el desastre. Partiendo de argumentos disparatados, el robo imposible de un diamante en la primera y el atraco de un banco para llev¨¢rselo literalmente a cuestas en la segunda, Weasley consigue que el lector se entretenga, se r¨ªa mucho, e incluso se deje llevar por la melancol¨ªa provocada por unos personajes que est¨¢n m¨¢s all¨¢ de la consideraci¨®n de perdedores.
Hay muchas otras obras, pero para no abrumar citar¨¦ solo algunas. Dios salve al primo (RBA, traducci¨®n de Ram¨®n de Espa?a) es un hilarante retrato de los efectos de la codicia. Conservo tambi¨¦n un ejemplar de Polic¨ªas y Ladrones publicado en 1987 por J¨²car en su serie Etiqueta Negra y que pertenece m¨¢s al grupo de obras de Westlake en las que bajo una apariencia m¨¢s superficial se esconde una fuerte cr¨ªtica a la sociedad en la que vive. Westlake es, adem¨¢s, un escritor que gan¨® tres veces el Edgar a la mejor novela de misterio, un tipo al que igual habr¨ªa que volver a leer en Espa?a.
Horace McCoy: decir lo que hay que decir
He dejado para el final a Horace McCoy (Tennessee, 1887- Los ?ngeles, 1955), autor quiz¨¢s m¨¢s conocido por la tantas veces nombrada Acaso los caballos no matan, o por el retrato del mundo de la mafia de Desp¨ªdete del ma?ana (qu¨¦ grande James Cagney en la pel¨ªcula) pero que forma parte de mi Olimpo particular gracias a Los sudarios no tienen bolsillos (Akal, Traducci¨®n de Ignacio Orozco). H¨¦roe de la Primera Guerra Mundial, en la que particip¨® como paracaidista de la aviaci¨®n de EE UU, McCoy trabaj¨® 11 a?os como periodista deportivo, no como un forofo maltratador de palabras, sino como un cronista de primera y ese pulso se nota para bien en sus novelas.
Los sudarios no tienen bolsillos es la historia de Mike Dolan, un periodista frustrado porque el medio para el que trabaja no le publica una gran exclusiva y que decide hacer la guerra por su cuenta. Al frente de su propio semanario, Dolan denunciar¨¢ las miserias del mundo que le rodea: grupos racistas con miembros de rancio abolengo, un oscuro m¨¦dico de la clase alta con pr¨¢cticas m¨¢s que oscuras y otras corruptelas. Dolan se rebela contra todo eso y pronto siente la presi¨®n de quienes no quieren que nada de esto salga ala luz, gente que no duda en utilizar cualquier medio para ello.
Los sudarios no tienen bolsillos es una novela radical, directa, que llama a las cosas por su nombre, que grita fuerte contra las injusticias.Tan fuerte que no encontr¨® editor en 1937 en Estados Unidos y tuvo que ser publicada al principio en Reino Unido. De hecho, no vio la luz en su pa¨ªs hasta 1948 y en una versi¨®n edulcorada. Si alguien se pregunta si est¨¢ novela es negra la respuesta es s¨ª, por los cuatro costados. Si alguien se pregunta si se trata de buena literatura, la respuesta es: ya les gustar¨ªa a muchos.
Lo dicho, podr¨ªan ser otros pero estos cuatro elegidos merecen ser rescatados. Pasen y lean.
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