Pradera pelea por Unamuno
Un libro sobre el editor rescata el momento en que salv¨® de la censura franquista un volumen de los poemas del escritor
Fue una pelea a la que Javier Pradera le puso humor y ocurri¨® en 1964, cuando la censura espa?ola estaba a¨²n en su apogeo y Miguel de Unamuno segu¨ªa siendo tenido como enemigo de la patria de Franco y de Mill¨¢n Astray.
En ese momento Pradera, que luego ser¨ªa uno de los directores de Alianza Editorial y jefe de Opini¨®n de EL PA?S, era gerente de Fondo de Cultura Econ¨®mica, la editorial estatal mexicana que entonces, al mando del legendario Arnaldo Orfila, se propon¨ªa publicar una antolog¨ªa de los versos del rector que muri¨® triste meses despu¨¦s de enfrentarse al general Mill¨¢n Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Fue el 12 de octubre de 1936; Unamuno pronunci¨® su famosa invectiva contra la guerra de Franco (¡°Vencer¨¦is pero no convencer¨¦is¡±), fue escoltado para que no lo lincharan los que hac¨ªan caso del insulto de Mill¨¢n Astray (¡°Muera la inteligencia¡±), y el r¨¦gimen, que en un principio hab¨ªa recibido el respaldo del poeta, no se lo perdon¨® nunca. En 1964 segu¨ªa ese rescoldo vivo, y se manifest¨® en la censura que la Direcci¨®n General de Informaci¨®n, al mando de Carlos Robles Piquer, cu?ado del ministro Manuel Fraga Iribarne, quiso aplicar a la edici¨®n programada por Pradera.
Pradera ten¨ªa 30 a?os y ya hab¨ªa aguzado el estilo claro y punzante, que lo distinguir¨ªa como escritor y articulista. Su larga misiva a Orfila sobre lo que estaba pasando intramuros de la censura espa?ola tiene ese estilo que se puede comprobar en el abundante material firmado por ¨¦l en el libro Javier Pradera. Itinerario de un editor (Trama) de Jordi Gracia (autor de El editor invisible. Javier Pradera. Galaxia Gutenberg).
En principio, ni Carlos Robles Piquer ni su segundo, Joaqu¨ªn Ben¨ªtez Lumbreras, quer¨ªan que el Fondo publicara la antolog¨ªa. Pero ya hab¨ªa pasado la censura, en las ediciones de Aguilar y Calpe, algo que, dice Pradera, ¡°dejaba en demasiada mala posici¨®n a la Direcci¨®n General de Informaci¨®n para prohibirnos hacerlas figurar en la antolog¨ªa¡±. Hubo m¨¢s objeciones. Al pr¨®logo de Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren, por ejemplo. Lo que este dec¨ªa de la vida rebelde unamuniana (¡°¡ frente a Alfonso XIII, frente al general Primo de Rivera y, al final de sus d¨ªas, frente al franquismo¡±) deb¨ªa quedar as¨ª: ¡°Frente a todos los reg¨ªmenes bajo los que hubo de vivir y morir¡±.
En lo que se refer¨ªa a ¡°¡la torpeza insigne que la Espa?a oficialmente cat¨®lica ha cometido y sigue cometiendo ahora mismo con Unamuno¡±, no se pod¨ªa decir ¡°se sigue cometiendo ahora mismo¡±, porque, explica el editor, Robles invocaba que se hab¨ªa instituido ¡°una Junta Nacional de homenaje[A DON MIGUEL], se ha creado un premio nacional (oficial) de ensayo Miguel de Unamuno¡¡±. Aranguren quit¨® ¡°se sigue cometiendo ahora mismo¡±. ?Pero, adem¨¢s, Robles insisti¨® en que apareciera como nota al pie todo lo que el Estado estaba haciendo entonces por Unamuno! Y Pradera no acept¨® ese ¡°tr¨¢gala¡±. Esa parte del pr¨®logo dej¨® de decir ¡°la Espa?a oficialmente cat¨®lica¡± por ¡°ciertos grupos cat¨®licos¡±.
¡°Pero los problemas no acabaron ah¨ª¡±, relata Pradera. En el ap¨¦ndice biobibliogr¨¢fico preparado por el profesor Jos¨¦-Ram¨®n Marra se dec¨ªa que, al trasladarse a Madrid en 1880, don Miguel ¡°abandona sus creencias y pr¨¢cticas religiosas¡±. Se revolvi¨® la censura retrospectivamente. ¡°Al se?or Robles le pareci¨® tendenciosa esa formulaci¨®n y tach¨® la palabra creencias. Hice ver al se?or Ben¨ªtez que las opiniones de Marra eran tan respetables como las de Robles y, en el terreno de la cr¨ªtica literaria y de historia de las ideas, posiblemente m¨¢s; y que si Marra opinaba que Unamuno en 1880 hab¨ªa perdido sus creencias, no era qui¨¦n Robles para rectificarle, dado que aquello nada ten¨ªa que ver con los principios del Movimiento o la moral p¨²blica. Qued¨® en consultarlo; al d¨ªa siguiente me dijo que pod¨ªamos dejar ¡®creencia¡±.
Robles exig¨ªa que se quitara de Marra la palabra dictador para Primo de Rivera. ¡°La cosa es tan nimia que acced¨ª a la rectificaci¨®n haci¨¦ndole observar al se?or Ben¨ªtez [LUMBRERAS]que el reparo pertenec¨ªa m¨¢s a ¡®la Administraci¨®n Arias Salgado¡¯ [antecedente de una censura a¨²n m¨¢s entrometida] que a la ¡®Administraci¨®n Fraga¡¯ y que Primo de Rivera llevaba a gala esa denominaci¨®n¡±. Tampoco se pod¨ªa decir ¡°Alzamiento Nacional¡±, as¨ª, entre comillas, y estaba prohibido calificar de violento el incidente de Salamanca el 12 de octubre de 1936. La palabra fue sustituida por ¡°conocido¡±. El ¡°conocido incidente¡±. La edici¨®n sali¨® con esas tachaduras. A Pradera le molestaba sobre todo ¡°el feo tono de la imposici¨®n, la rebusca cuasinquisitorial y la pretensi¨®n incre¨ªble de que incluy¨¦ramos una nota del editor cantando las excelencias del homenaje a Unamuno organizado por el Ministerio de Informaci¨®n¡±.
Pradera trabajaba para dar a conocer la literatura mexicana. Para que vinieran autores como Juan Rulfo u Octavio Paz hab¨ªa que remar con la paciencia que muestra el editor al contar la batalla para que viera la luz en Espa?a la primera edici¨®n de los versos de Unamuno en la muy prestigiosa editorial.
Babelia
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