La conmovedora, tierna, sensiblera y mentirosa historia del toro Ferdinand
La pel¨ªcula es un divertimento total para ni?os y mayores y una falsedad como una catedral
Uno de enero de 2018. Seis de la tarde. Cientos de ni?os, kilos de palomitas y litros de refrescos abarrotan una amplia sala de un multicine sevillano. Todos han acudido a la llamada de Ferdinand, una pel¨ªcula americana, adaptaci¨®n animada por ordenador de un cuento del escritor Munro Leaf, publicado en 1936, que cuenta la historia de un toro bravo, que, en lugar de pelear, prefiere oler las flores del campo. En su d¨ªa fue un ¨¦xito editorial, el texto fue traducido a sesenta idiomas, y se convirti¨® en un s¨ªmbolo pacifista, contra el esp¨ªritu militar de la ¨¦poca (un animal que se niega a luchar), de tal modo que el texto, considerado subversivo, fue prohibido en la Espa?a franquista y en la Alemania nazi.
Walt Disney lo llev¨® a la pantalla en 1938, y la pel¨ªcula, titulada Ferdinand the bull, gan¨® el Oscar al mejor corto de animaci¨®n.
Ahora, Carlos Saldanha, director brasile?o, ha convencido a la 20th Century Fox para que invierta m¨¢s de 100 millones de d¨®lares en una nueva versi¨®n del toro bravo por fuera, tierno por dentro, y la obra tambi¨¦n ha sido preseleccionada para los prestigiosos premios de Hollywood.
?Psss¡! ('Silencio, ni?os, que comienza la peli...') Las tenues luces dejan paso a la penumbra, y la gran pantalla se ilumina con la imagen del simp¨¢tico toro de ojos azules. ?Psss¡!
Ferdinand no quiere ser un toro bravo; no es un toro porque renuncia a su naturaleza animal
Una verde dehesa circunda lo que parece un cortijo andaluz, en uno de cuyos corrales juegan unos becerritos; entre ellos aparece el peque?o Ferdinand, que sostiene un cubo de agua en la boca. A duras penas mantiene el equilibrio por las travesuras de sus compa?eros hasta que consigue su objetivo: regar un geranio que cuida entre las burlas de sus hermanos de camada.
Un cami¨®n de transporte de ganado llega a la finca; el padre de Ferdinand es el toro elegido para la lidia. ¡°Voy a pelear por la gloria en el ruedo¡±, le dice todo orgulloso al ternero. ¡°Yo puedo ser campe¨®n sin tener que pelear¡±, contesta Ferdinand. ¡°Ojal¨¢ fuera as¨ª el mundo¡±, replica el progenitor antes de partir hacia la plaza, con la promesa de volver triunfador.
Un compungido Ferdinand ve c¨®mo uno de sus amigos aplasta su geranio, y, por la noche, comprueba que vuelve el cami¨®n, pero sin su padre. Embargado por la tristeza y la rabia, decide escapar de la finca, y es adoptado por un agricultor y su hija, que lo convierten en su amigo y mascota. Ferdinand y la ni?a disfrutan del campo, huelen las margaritas, corretean y duermen juntos. Desde su nueva casa, el becerro otea el Tajo de Ronda, y cada a?o acude con la familia a la ciudad con motivo de la feria de las flores.
Pasa el tiempo, Ferdinand crece, ya es un toro adulto y voluminoso, y, a pesar de la negativa de sus due?os, decide seguirlos hasta la ciudad malague?a, que luce en fiestas, plagada de guirnaldas y colorido. El picotazo de una abeja en el trasero del animal desata el mayor estropicio jam¨¢s visto en Ronda. Ferdinand corre despavorido, arrasa los puestos de flores y adornos, asusta a los vecinos, (¡°Creen que soy una bestia¡±, dice a su peque?a amiga), y destroza la feria hasta que, finalmente, es atrapado y trasladado de nuevo a la ganader¨ªa donde naci¨®.
Entran en escena el ganadero, gordinfl¨®n y con mala pinta; una cabra charlatana e hiperactiva, que hace las veces de cabestro pero mantiene aspiraciones de ser entrenadora de toros bravos; el maestro, torero eg¨®latra, feo, antip¨¢tico y chabacano, los ¡®hermanos¡¯ de Ferdinand, toros ya preparados para la lidia, y unos caballos bailarines y afeminados.
El maestro busca el mejor toro para el mejor torero. Ferdinand, delicado y tierno, repite: ¡°Yo paso de la violencia¡±, ¡°No soy una m¨¢quina de matar¡±, ¡°No soporto la sangre¡±; y sus amigos le replican: ¡°Si no quieres acabar en el matadero, embiste¡±. Y los caballos apuntillan mientras brincan: ¡°No te maltratan por ser diferente, pero eres un toro¡±. Por un equ¨ªvoco fatal, el torero elige a Ferdinand y env¨ªa al matadero a dos compa?eros de correr¨ªas.
Los ni?os que hoy acuden a los cines son los antitaurinos de ma?ana
Pero el protagonista est¨¢ decidido a no luchar e intenta de nuevo la huida; ayudado en su prop¨®sito por unos erizos y la cabra parlanchina, todos atraviesan una habitaci¨®n donde reposan las espadas del torero, una foto de su padre y pitones de toros lidiados a modo de trofeos: ¡°El toro nunca gana¡±, musita.
Y decide liberar a sus hermanos condenados a morir en el matadero.
Trepidante es la acci¨®n para rescatar a sus amigos, y temerario y cargado de peripecias el traslado a la finca (un error de c¨¢lculo los conduce a Madrid) de todos los animales a bordo de un cami¨®n robado y conducido por los erizos, seguidos a poca distancia por el ganadero y vaqueros del cortijo, dominados por la furia.
La estaci¨®n de Atocha y su intrincado laberinto de v¨ªas es el escenario de una vibrante persecuci¨®n que acaba con la liberaci¨®n definitiva de los animales amigos a bordo de una plataforma enganchada a un tren en marcha hacia Andaluc¨ªa, y la detenci¨®n de Ferdinand, que es conducido a la plaza de Las Ventas, abarrotada de p¨²blico, para ser lidiado por ¡®el maestro¡¯.
Aterrorizado pisa Ferdinand la arena madrile?a. Se resiste a pelear, no acude al caballo ni permite que le coloquen banderillas; se comporta como un toro manso, lanza al torero al callej¨®n, le roba la muleta y es el toro el que torea al maestro entre el jolgorio de los asistentes. Cuando Ferdinand ve que su oponente monta la espada de matar, se sienta en la arena, alguien tira un clavel y pide el indulto.
Llueven las flores, Ferdinand las huele y rememora la dehesa ronde?a. Le perdonan la vida, la ni?a que lo hab¨ªa adoptado como amigo y mascota se lanza al ruedo y los dos se funden en un abrazo mientras la plaza estalla en una emocionada ovaci¨®n.
Ferdinand vuelve al campo con sus amigos y recupera su a?orada vida buc¨®lica en la verde pradera ronde?a.
The End. Se acab¨®. Se encienden las luces, y ahora son los ni?os los que espont¨¢neamente aplauden la haza?a de Ferdinand.
Se te queda cara de bobo porque la peli es una pasada art¨ªstica, un divertimento total para chicos y mayores, que hace re¨ªr, llorar, gozar y te emociona de principio a fin.
Qu¨¦ pena que Ferdinand sea una mentira como una catedral; que triste que, una vez m¨¢s, se manipulen mensajes tan v¨¢lidos como el amor y el respeto a los animales para intentar enga?arnos a todos.
Ferdinand no quiere ser un toro; no es un toro; renuncia a su naturaleza animal. Es un ser humano que, como la inmensa mayor¨ªa, detesta la violencia y a?ora la paz.
Ferdinand rechaza su destino de toro bravo, como si la gallina pudiera renunciar a poner huevos, el perro a andar a cuatro patas o el le¨®n a perseguir y devorar al ?u. El mensaje de la pel¨ªcula es profundamente antinatural.
Ferdinand dice no al matadero y no a la lidia, supuestos sin¨®nimos del maltrato. Y el paso siguiente ser¨ªa la total desnaturalizaci¨®n de la sociedad actual.
Lo m¨¢s grave no es que los ni?os que abarrotaban el cine sevillano sean los antitaurinos de ma?ana; lo peor es que la manipulaci¨®n les lleve a la ignorancia. Si no quieren ser aficionados a los toros, que no lo sean; pero que no los enga?en: un toro bravo es un animal y no una persona.
En fin, que en aras del mal¨¦volo buenismo imperante, la pel¨ªcula Ferdinand es una preciosa, tierna, sensiblera y mentirosa historia.
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