Al paso de los d¨ªas
"Yo soy religioso, con mis dudas y mis obras, pero soy religioso. Aunque la m¨ªa es una religiosidad muy humana¡±, me confes¨® Garc¨ªa Baena
Para iniciar este art¨ªculo en su despedida me dispuse a recuperar en el recuerdo im¨¢genes de mis encuentros con Pablo Garc¨ªa Baena a lo largo de nuestras vidas. Y escog¨ª, no el primero de ellos, sino un paseo ¨ªntimo de los dos por su ciudad de C¨®rdoba hace apenas tres a?os. Se acababa la luz de la tarde, transcurr¨ªa nuestro recorrido gozoso y habl¨¢bamos de su ciudad, la C¨®rdoba romana que ¨¦l admira: ¡°La C¨®rdoba ¨¢rabe ¨C me record¨®- la inventan los rom¨¢nticos; la Roma pagana y la cat¨®lica son Roma y yo lo que soy es romano¡±. Romano y cat¨®lico, le dije, mientras ¨ªbamos de iglesia en iglesia cordobesas compartiendo nuestra com¨²n pasi¨®n por la imaginer¨ªa religiosa. ¡°Yo soy religioso, con mis dudas y mis obras, pero soy religioso. Aunque la m¨ªa es una religiosidad muy humana¡±, me confes¨®.
Y, en efecto, lo es. En sus versos transmite la sensualidad pagana de un poeta religioso, la religiosidad heterodoxa de un poeta pagano, la fascinaci¨®n por los cuerpos de un poeta exultante. Poeta religioso en la acepci¨®n natural de la idea de religi¨®n, o sea, la descubierta por la sola raz¨®n y que funda las relaciones del hombre con la divinidad en la misma naturaleza de las cosas.
¡°Nosotros ten¨ªamos altibajos en lo religioso (se refiri¨® a los poetas de C¨¢ntico), ¨ªbamos a la iglesia llevados por los padres, como todos los ni?os de la ¨¦poca, pero luego, ya atra¨ªdos por el arte, por el gregoriano, los ritos cat¨®licos, la Andaluc¨ªa barroca de las procesiones, la religi¨®n fue para nosotros otra cosa¡±. Y a?adi¨® con iron¨ªa: ¡°Lo mismo que para ti¡±.
Lo cierto es que tan religioso es Pablo Garc¨ªa Baena como, cada uno a su manera, lo fueron los poetas de su grupo. Tan heterodoxos, sin embargo, que la C¨®rdoba de los tiempos de C¨¢ntico debi¨® de serles hostil.
¡°Divertirse en C¨®rdoba, en la postguerra, era imposible, pero como ten¨ªamos tanta amistad de lo poco se hace mucho. Las tabernas y el hablar y hablar como los j¨®venes, que hablan tanto de intimidades y amor¨ªos. Compart¨ªamos secretos hasta la madrugada, confidencias muy personales. ?ramos muy c¨®mplices¡±.
Quise aquella tarde que me hablara de su obra, de lo que estaba haciendo, y me respondi¨® que en verdad no lo sab¨ªa. ¡°Tengo diez o doce poemas y hasta que no vea una armaz¨®n de todo esto no me decido. Hay alg¨²n poema que me gusta y alguno triste¡±.
Pero a pesar de que sobre su obra hab¨ªamos hablado tantas veces nunca le hab¨ªa preguntado c¨®mo empez¨®. ¡°A m¨ª no se me pasaba por la cabeza escribir nada ¨Cme dijo- y Lorca me abri¨® la puerta a la poes¨ªa. Cuando lo le¨ª en unas cuartillas que me regalaron despu¨¦s de la guerra, sin que se encontrara entonces a Lorca por ning¨²n lado, y le¨ª parte del Romancero Gitano, del libro de las canciones. Con ¨¦l descubr¨ª la poes¨ªa. Yo no me hab¨ªa propuesto en mi vida ser un escritor. Por eso ahora, entre el momento en que me presentan al editor Borr¨¢s y le prometo un libro, hasta que le entrego los Campos El¨ªseos han pasado diez a?os. Y me pregunto qu¨¦ es. ?Tres o cuatro poemas a la Virgen y dos o tres vagamente religiosos? ?Y ese libro qui¨¦n lo va a leer?¡±
Trato yo de poner freno a su coqueto escepticismo y a nuestro poeta le viene a la memoria lo que un d¨ªa Ricardo Molina le dijo de ¨¦l a Miguel del Moral: ¡°A Pablo le pasa lo que a Greta Garbo, que no quiere hacer ya cine porque cree que va a ser peor que lo anterior¡±. ¡°Y eso era un poco verdad¡±, a?ade entre risas.
Y de su obra pasamos a la de los otros. Hab¨ªamos asistido aquella tarde, antes del paseo, a un recital de j¨®venes y excelentes poetas en el marco de un templo desacralizado y renunciamos a apuntarnos a un atractivo sarao que cerraba las jornadas de Cosmopo¨¦tica para llevar a cabo un buen paseo por nuestra cuenta. Pablo estaba muy satisfecho con la poes¨ªa que se nos hab¨ªa ofrecido, s¨ª, pero despu¨¦s de expresar los elogios que merec¨ªan los poetas que acab¨¢bamos de escuchar dej¨® que apareciera el socarr¨®n que lleva dentro y se muestra con sorna a cualquier descuido: ¡°Lo triste de alguna nueva poes¨ªa ¨Cdijo- es que parece muy antigua, lleva mucho tiempo ya. Algunos siguen con lo de Conneticut y New Yersey¡± ¨Cri¨®-. Tambi¨¦n con el culturalismo¡±.
Le coment¨¦ que a C¨¢ntico no le hab¨ªan faltado seguidores. Y volvi¨® a re¨ªr. ¡°Hubo un momento horrible ¨Ccoment¨®- en el que aparec¨ªan por doquier verdaderas caricaturas de C¨¢ntico. Me daban verg¨¹enza aquellas mascaradas, pero eso ha pasado y ahora la poes¨ªa se ha hecho muy seca, muy adusta. No tiene nada que ver con C¨¢ntico. Menos mal. Ahora bien ¨Casom¨® de nuevo la t¨ªmida iron¨ªa de Pablo-, en la poes¨ªa hay cosas que flotan en el aire y hacen coincidir a gente que se conoce o no. No tengo por qu¨¦ dudar de que cuando Gimferrer escribi¨® Arde el mar, como le dijo a Pepe Hierro, no hubiera le¨ªdo Antiguo Muchacho.
Que Pablo nombrara a mi querido Pepe Hierro me permiti¨® recordar que fue ¨¦ste, un poeta de tan distinta est¨¦tica, el que me contagio su entusiasmo por la poes¨ªa de Garc¨ªa Baena, abordada ya por mi parte la antolog¨ªa de C¨¢ntico que nos ofreciera Guillermo Carnero.
Cuando acabamos nuestro paseo por C¨®rdoba, repas¨¦ los muchos encuentros y gratas vivencias que hemos tenido Pablo y yo a lo largo de nuestras vidas, ya fuera en M¨¢laga, en Huelva (un d¨ªa memorable en el que nos acompa?aban nuestros queridos Rafael P¨¦rez Estrada y Ana Mar¨ªa Moix), o en Madrid, una noche incluso con Vicente N¨²?ez. Pero record¨¦ especialmente nuestro primer y para m¨ª emocionante encuentro en Torremolinos, donde se me apareci¨® el poeta. No s¨¦ si fue en un viaje de holganza veraniega en 1980 o en otro anterior, entre los varios que hice con Luis Antonio de Villena a aquellas playas, tan pendencieros todos, cuando lo conoc¨ª para mi fortuna. Y si una posterior lectura ampliada y detenida de su obra me revel¨® al gran poeta que es, su trato personal fue para m¨ª entonces el descubrimiento de un hombre generoso, cordial y divertido con el que pude compartir en M¨¢laga buenas horas de amistad y hasta de peque?a juerga. Me record¨¦ de nuevo en Torremolinos con ¨¦l. Isle?o yo, hombre de tierra adentro Pablo. Otra mirada al mar. ¡°Creo que lo m¨¢s grande de la creaci¨®n es el mar¡±, me dijo. ¡°El mar me impresion¨® siempre casi de una manera religiosa¡±.
Y al mar viniste, le dije.
¡°S¨ª. Torremolinos era entonces Nueva York, y adem¨¢s yo, desde muy peque?o, ten¨ªa una enorme predilecci¨®n por M¨¢laga, con sus playas. Me propusieron abrir all¨ª una tienda de antig¨¹edades y no lo pens¨¦ mucho, me fui¡±.
M¨¢laga no te aparta del mundo de la poes¨ªa. Todo lo contrario. Viv¨ªa Bernab¨¦ Fernandez Canivell, y estaban all¨ª Rafael Le¨®n, Alfonso Canales, Mar¨ªa Victoria Atencia, Rafael P¨¦rez Estrada, todos ¨ªntimos amigos tuyos. Un mundo de reuniones y tertulias.
¡°As¨ª es. Fui en M¨¢laga muy feliz¡±.
Volvimos a rememorar juntos aquel encuentro en otro posterior m¨¢s reciente en su peque?a y acogedora casa de ahora en la C¨®rdoba a la que ha regresado. Una casa hecha a la medida de Pablo, con sus iconos propios, con su muy personal ambiente. Una casa en la que hablamos con franqueza, en la que habl¨® de todo en una entrevista que le hice con la confianza y la benevolencia del buen amigo.
Para m¨ª, y al paso de los d¨ªas lo agradezco m¨¢s, ha sido un regalo extraordinario de la vida el descubrimiento de este poeta que se ha pasado la vida en sus silencios y en sus soledades, asom¨¢ndose de vez en cuando, con timidez, a un mundo exterior donde le han esperado siempre sus amigos y algunas expectativas del amor. Su obra fue en su d¨ªa una poes¨ªa contra corriente, arrebatada con la palabra suntuosa y rica en tiempos en los que la palabra po¨¦tica se llenaba de urgencias sociales y de palabras pobres. Poeta del amor, rendido a sus tensiones, sometido a sus pruebas, conocedor de sus exigencias de rendici¨®n, de sus devastaciones, de sus reiteraciones diab¨®licas y al mismo tiempo deseoso de los des¨®rdenes del amor, de sus crueldades; entregado y ofrecido desde la ausencia del amor. Ah¨ª tenemos, muy viva, esa voz que nos acompa?a, s¨ª, al paso de sus d¨ªas, al paso de los nuestros.
Fernando Delgado es escritor y poeta. Su ¨²ltimo libro es Mirador de Velintonia (Fundaci¨®n Jos¨¦ Manuel Lara, 2017).
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