Todos los ¡®cowboys¡¯ son de Praga

Un inspirado estudio de la est¨¦tica de las pel¨ªculas del lejano oeste y de las estampas estereotipadas de vaqueros, forajidos y tah¨²res. Deadtown re¨²ne dos espect¨¢culos en uno. En la primera parte, los Hermanos Forman, hijos gemelos del director de Alguien vol¨® sobre el nido del cuco, evocan los cl¨¢sicos del g¨¦nero a trav¨¦s de un colorido ramillete de n¨²meros de variedades, arraigados en los que teatros itinerantes como el de Manolita Chen llevaban anta?o de feria en feria. El paso a dos del caballista a pedales y la cantante (Jacques Schneider y una int¨¦rprete an¨®nima: el programa de mano omite todos los nombres del espl¨¦ndido reparto) es hermosa y fr¨¢gil flor de invierno.

En la segunda mitad, Petr Forman, director y coprotagonista, invoca cual Pr¨®spero en su isla una tempestad que transforma la naturaleza del espect¨¢culo. Sorprendentemente, el teatrito de variedades se convierte en escenario m¨¢gico de una pel¨ªcula tridimensional en color sepia, donde lo representado en vivo se funde con proyecciones de v¨ªdeo, en un ejercicio de ilusionismo puro. M¨¦li¨¨s y los grandes c¨®micos del cine mudo asoman entonces la oreja, la acci¨®n transcurre sincopada, la pel¨ªcula crepita y se desincroniza.

Deadtown salta de una localizaci¨®n a otra mediante escenarios colocados a alturas diferentes, a imitaci¨®n del inolvidable El compromiso, del almeriense Axioma Teatro. Aunque gire en torno al western, el nuevo espect¨¢culo de los Forman tiene perfume centroeuropeo: comparte vocabulario con las marionetas de Josef Skupa y con las revistas de Los Vieneses.