La ruleta, el p¨®quer y la maga Circe
En el p¨®quer no intervienen los dioses sino la habilidad del jugador para dominar y poner de su parte el azar
La ruleta es un juego de puro azar contra el que no se puede hacer nada, salvo implorar a los dioses. Se dice que para un jugador el mundo se crea de nuevo cada vez que el dedo del crupier impulsa la bola. Como la cabeza de una cobra la bola rueda sobre los n¨²meros que suman 666, el n¨²mero del diablo, cuya disposici¨®n en rojos y negros se debe al fil¨®sofo y matem¨¢tico franc¨¦s Blaise Pascal. Alguien ha definido la buena racha en la ruleta como un viento que pasa. Mientras persiste esa r¨¢faga, que no suele durar m¨¢s de 20 minutos, el jugador llegar¨¢ a confundir el dedo del crupier con el de un dios que le se?ala el casillero donde se va a posar la cobra. Cada vez que acierte un pleno coronado se sentir¨¢ inmortal, pero el jugador sabe que solo se gana para poder ofrecer al final a ese dios toda la ganancia. El sabor a ceniza que la derrota deja en la lengua despu¨¦s de haber alcanzado la gloria es un placer solo reservado a los m¨¢s finos masoquistas. Ganar para poder perder. Quien ignore este principio no entender¨¢ nunca qu¨¦ pasa en el alma de un lud¨®pata.
Al contrario que en la ruleta, en el p¨®quer no intervienen los dioses sino la habilidad del jugador para dominar y poner de su parte el azar. Recientemente se ha estrenado la pel¨ªcula Molly's Game, de Aaron Sorkin, sobre el libro de memorias de una garitera, que organizaba timbas clandestinas de p¨®quer en suites de hoteles de lujo de Los ?ngeles y de Nueva York, a las que acud¨ªan estrellas de Hollywood, deportistas de ¨¦lite, grandes empresarios, especuladores de Bolsa y mafiosos rusos. Despu¨¦s de sufrir varias redadas, fue finalmente detenida por agentes del FBI, juzgada y condenada por los tribunales. Esta mujer, cuyo papel en la pel¨ªcula lo interpreta magistralmente Jessica Chastain, hab¨ªa adoptado el nombre de Molly Bloom, la hero¨ªna del Ulises, de Joyce, pero a la vez se cre¨ªa investida con los poderes la maga Circe de la Odisea. Si la maga convirti¨® a los navegantes en cerdos para someterlos a sus caprichos, lo mismo hacia ella con los jugadores lud¨®patas cuyas pasiones pod¨ªa manejar a su antojo.
Al p¨®quer no se juega para ganar dinero, sino para ejercer un dominio sobre la veleidad de los naipes. En el p¨®quer el dinero solo es una carta m¨¢s, que el buen jugador maneja como una daga. Cuando el jugador profesional se juega un mill¨®n de d¨®lares a una sola carta, no le mueve la codicia ni piensa que ese dinero le puede solucionar ning¨²n problema econ¨®mico. Solo lo usa como arma en un alarde de poder. Si acierta, el dinero se le dar¨¢ por a?adidura, como premio a semejante desaf¨ªo.
En tiempos ya lejanos visit¨¦ algunos garitos cuyas mesas de p¨®quer estaban ocupadas por gente sin ninguna clase de glamour, si bien sus pasiones eran las mismas que exhiben estos jugadores, grandes estrellas de Hollywood y de Wall Street en la pel¨ªcula Molly's Game. Sentados ante el tapete verde estaban, entre otros, un representante de sostenes; una marquesa, que ya solo era un elegante esqueleto cubierto de joyas; un dentista, que revend¨ªa en el mercado negro el oro destinado a las muelas; un m¨¦dico, que no sab¨ªa ni tomar la tensi¨®n, el encargado de un cementerio de autom¨®viles; un jamonero maleducado, que se pasaba toda la partida eructando cerveza; un exportador de vientres de at¨²n al Jap¨®n; un empleado del dep¨®sito de cad¨¢veres y algunos se?oritos de pelo rizado en el cogote, que hablaban siempre de matar marranos.
Tal vez los principios b¨¢sicos de la psicolog¨ªa, m¨¢s que en la universidad, se pueden aprender en las timbas y en los burdeles. En aquellos antros, unos lujosos, otros de mala muerte, que cada tres meses cerraba la polic¨ªa, las pasiones de cada jugador, el riesgo, la inseguridad, la resistencia, la dureza, el olfato, el valor, estaban sobre las mesas, de las cuales se pod¨ªan extraer lecciones para manejarse en la vida. En la pel¨ªcula Molly's Game quedan claros estos principios. En las timbas y en los casinos no hay sexo porque el juego y la libido son incompatibles. No tomes nunca inquina personal a ning¨²n jugador ni trates de humillarlo, deja el ego, la vanidad, el orgullo y los problemas familiares en casa, si¨¦ntate en la timba siempre sereno porque si juegas borracho corres el peligro de que te quiten no solo el dinero sino tambi¨¦n la borrachera. El buen jugador a la tercera mano ya sabe quien es el tonto de la mesa. El ganador juega con el dinero del que pierde y se limita a aprovechar su descontrol para acabar de desplumarlo. Estos principios pueden aplicarse a la pol¨ªtica, que como el p¨®quer es un juego duro, fr¨ªo, inteligente, nada temperamental, en el que si uno se calienta la maga Circe lo convierte en cerdo.
Babelia
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