Fritz Thyssen: la desilusi¨®n del nazi de primera hora
Se publican las memorias del industrial que contribuy¨® a aupar a Hitler al poder y acab¨® perseguido por el Tercer Reich
En el espacio anglosaj¨®n y germ¨¢nico ¨²ltimamente van aparecido memorias y an¨¢lisis del comportamiento o de la responsabilidad de los grandes industriales de la ¨¦poca en la ascensi¨®n de Adolf Hitler al poder. En ese contexto la editorial Renacimiento publica ahora en Espa?a Yo pagu¨¦ a Hitler, la confesi¨®n-exculpaci¨®n de Friedrich, Fritz Thyssen, el heredero y jefe de un conglomerado de empresas mineras y de acer¨ªas con 200.000 empleados, miembro del consejo de administraci¨®n del Reichsbank, jefe de la asociaci¨®n de industrias alemanas, y amigo de Goering que financi¨® al partido nacionalsocialista y persuadi¨® a otros magnates de que hicieran lo mismo; cuando ya era demasiado tarde percibi¨® la incontrolable naturaleza del movimiento, la denunci¨®, se exili¨® en Suiza en los primeros compases de la II Guerra Mundial, fue despojado de su ciudadan¨ªa y de sus cuantiosos bienes y hecho preso por la Gestapo cuando, inconsciente de la inaudita celeridad con la que la Wehrmacht devoraba pa¨ªses, se hallaba en B¨¦lgica, adonde hab¨ªa ido a despedirse de su madre enferma antes de partir hacia Am¨¦rica.
Veterano de la I Guerra Mundial ¡ªaunque su permanencia en el frente fue breve gracias a una minusval¨ªa pulmonar¡ª, en 1923 se hab¨ªa convertido en un l¨ªder pol¨ªtico y figura muy respetada cuando organiz¨® en la Cuenca del Rhur (la principal regi¨®n industrial de Alemania) la resistencia pasiva a la ocupaci¨®n francesa en represalia por el impago de la deuda de guerra impuesta a Alemania en el Tratado de Versalles, y fue castigado con una temporada en cautividad.
Cuando conoci¨® a Hitler, a principios de los a?os veinte, qued¨® fascinado por su energ¨ªa y su fanatismo nacionalista. En aquellos a?os convulsos de inflaci¨®n galopante, de revueltas comunistas y separatistas, de caos, ¡°lo que m¨¢s me impresion¨® fue el orden que reinaba en sus m¨ªtines, la disciplina casi militar de sus partidarios¡±. En 1932 se afili¨® al partido nazi.
La agresividad y la violencia de sus camaradas le deb¨ªa de parecer un mal menor, y su antisemitismo una man¨ªa inoperante: ¡°No tuvo pr¨¢cticamente efectos inmediatos. Yo no cre¨ªa que esta fuera una concesi¨®n al sentimiento p¨²blico particularmente peligrosa. En mi pa¨ªs natal, las provincias del Rin, donde la poblaci¨®n no es antisemita, semejante estupidez hab¨ªa provocado solamente burlas ir¨®nicas a costa de los nazis¡±. Thyssen estaba absorbido por la tarea que le hab¨ªa encargado el jefe de Gobierno de preparar un plan para la reorganizaci¨®n econ¨®mica de Alemania, y esto s¨ª era importante y significativo para ¨¦l, no las parrafadas incendiarias de Mi lucha y de los discursos de Hitler, Goebbels y dem¨¢s jerarcas nazis.
A posteriori cualquiera puede decir, sin riesgo a equivocarse y desde una posici¨®n moral que no ha sido puesta a prueba por los acontecimientos, qu¨¦ es lo que hubiera debido y no debido hacer Thyssen y si no hubiera debido darse cuenta antes, como hicieron otros, de la estofa de la gente con la que estaba comprometido: es un ejercicio gratificante pero acaso sea mejor aqu¨ª abstenerse. A Thyssen, en su momento ¡ªy no s¨®lo a ¨¦l sino tambi¨¦n a figuras del escenario pol¨ªtico internacional, desde Chamberlain a Stalin¡ª le dej¨® at¨®nito la desenvoltura con la que Hitler traicionaba sus propias promesas, entre otras la de respetar la Constituci¨®n, formulada antes de asumir el poder en 1933.
Semejante inmoralidad ten¨ªa algo de irreal, de incre¨ªble. Thyssen alent¨® a Hitler a desarticular a los matones de las S.A., pero le horroriz¨®, seg¨²n cuenta, la manera expeditiva en que el F¨¹hrer elimin¨® el problema en 1934: con la c¨¦lebre noche de los cuchillos largos, o emboscada y matanza de Ernst R?hm y la c¨²pula de ese cuerpo paramilitar que ten¨ªa tres millones de afiliados.
Exilio
En 1938, Thyssen, que en obediencia a las leyes raciales hab¨ªa despedido a sus empleados jud¨ªos, renunci¨® a su puesto en el Consejo de Estado y elev¨® su est¨¦ril protesta contra la noche de los cristales rotos, o progromo contra los ciudadanos de etnia jud¨ªa y destrucci¨®n de sus comercios. Enviaba a Hitler y a G?ring, segundo hombre en el escalaf¨®n nazi, cartas virtuosamente indignadas contra la represi¨®n de figuras se?eras del catolicismo disidente o la orientaci¨®n de la econom¨ªa hacia la guerra; su ¨²ltima manifestaci¨®n de desacuerdo con el monstruo que ¨¦l tanto hab¨ªa ayudado a crecer fue la invasi¨®n de Polonia, que estaba convencido de que significaba la guerra mundial y la derrota y desaparici¨®n de Alemania. Escribi¨® una ¨²ltima carta de airada protesta: al hacerlo en tiempo de guerra incurr¨ªa en el delito de traici¨®n, as¨ª que despu¨¦s de franquearla se meti¨® con su familia en el coche y, pretextando una breve excursi¨®n dominguera al pa¨ªs vecino, se exili¨®.
En el exilio concedi¨® una serie de entrevistas al periodista estadounidense Emery Reves, que las redact¨® en forma de memoria firmada por el mismo magnate del acero. Fue un ¨¦xito internacional. Seg¨²n explica Juan Bonilla en el documentado pr¨®logo de esta edici¨®n, que reproduce y completa con otros documentos la chilena de 1941, Reves era un hombre de escr¨²pulos relativos o con una idea personal de las prioridades, que no se preocup¨® de las consecuencias que la publicaci¨®n de esta diatriba furibunda contra Hitler pudiera tener para Thyssen, entonces preso en Dachau. Pero Thyssen sobrevivi¨® a la guerra, y a la desnazificaci¨®n, recuper¨® parte de sus propiedades y muri¨® en 1950.
Babelia
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