Marat¨®n Gu¨¦rguiev
El gran director ruso, m¨¢s sobrio y controlado, emprende otra fren¨¦tica gira por Espa?a al frente de la Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo
Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo. Orfe¨®n Pamplon¨¦s. Valeri Gu¨¦rgiev, director. Obras de Prok¨®fiev y Mahler. Fundaci¨®n Baluarte. Temporada 2017-18. Pamplona. Baluarte, 12 de febrero
A finales de 2008, un programa de la televisi¨®n p¨²blica rusa revel¨® a Alexandr Nevski como la figura m¨¢s relevante de su historia, tras una votaci¨®n popular que coloc¨® a Josef Stalin en un sorprendente tercer lugar. Lo recuerda Kevin Bartig en su reciente monograf¨ªa sobre Alexander Nevsky, de Sergu¨¦i Prok¨®fiev (Oxford University Press), donde trata de la banda sonora de la famosa pel¨ªcula de Sergu¨¦i Eisenstein, pero tambi¨¦n de la cantata para mezzosoprano, coro y orquesta. El compositor ruso la elabor¨® a partir de la partitura f¨ªlmica y se cuenta entre sus composiciones m¨¢s celebradas. De hecho, el estreno de esa cantata en Estados Unidos coincidi¨®, en el a?o 1942, con la Sinfon¨ªa n? 7 Leningrado, de Shostak¨®vich; las dos compartieron id¨¦ntico fervor patri¨®tico antifascista, pero tuvieron un relato publicitario claramente diferente. En realidad, la cantata de Prok¨®fiev cosech¨® mejores cr¨ªticas y se llev¨® antes al disco: una famosa grabaci¨®n con Eugene Ormandy y la Orquesta de Filadelfia, en Columbia, cuya portada en LP fue dise?ada por un jovenc¨ªsimo Andy Warhol.
Ambas composiciones han sido incluidas por Valeri Gu¨¦rguiev (Mosc¨², 1953), la figura hoy m¨¢s relevante de la m¨²sica rusa, en su nueva gira espa?ola con la Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo. Cinco conciertos sucesivos que arrancaron en Pamplona, y que seguir¨¢n hasta el viernes por Barcelona, Madrid, Valencia y Alicante. Gu¨¦rguiev viaja adem¨¢s con cuatro programas diferentes, que incluyen las sinfon¨ªas Segunda y Quinta, de Mahler, conciertos pian¨ªsticos de Brahms y Prok¨®fiev; Cuadros de una exposici¨®n, de M¨²sorgski, y la Sinfon¨ªa en tres movimientos, de Stravinski. Si a todo esto le sumamos la gira precedente por Austria y Alemania, a concierto por d¨ªa entre el 5 y 11 febrero, con otras sinfon¨ªas y conciertos, de Chaikovski, Rajm¨¢ninov y Shostak¨®vich, e incluso una ¨®pera en versi¨®n de concierto en la Elbphilharmonie, m¨¢s que una gira hablamos de una marat¨®n.
Pero con Gu¨¦rguiev pasa al rev¨¦s que con otros directores de orquesta: es noticia cuando no dirige. Le pas¨® en agosto pasado, cuando par¨® dos semanas por motivos familiares. Su fren¨¦tica actividad desde hace d¨¦cadas en San Petersburgo, y ahora tambi¨¦n en M¨²nich, o sus constantes colaboraciones, giras, festivales y hasta concursos, le obligan a dosificar su energ¨ªa. Se apoya m¨¢s en la mirada que en el gesto, ahora m¨¢s contenido y preciso. Lo comprobamos ayer, 12 de febrero, en Baluarte, con Alexander Nevsky, que abri¨® su gira espa?ola. El maestro ruso-osetio, uno de los principales int¨¦rpretes actuales de Prok¨®fiev, asegur¨® una versi¨®n brillante, pero sin riesgo ni magia. Una imponente yuxtaposici¨®n de planos sonoros, tan pl¨¢sticos como carentes de tensi¨®n y distensi¨®n.
La interpretaci¨®n avanz¨® inexorable hacia la extensa y espectacular Batalla sobre el hielo. Con ese fundamental crescendo, que representa el avance de la caballer¨ªa teut¨®nica, y cuyo arranque en ostinato de la cuerda grave quiz¨¢ sea el origen del famoso motivo de Tibur¨®n, de John Williams. Pero todo son¨® bomb¨¢stico y sin vida. La madera destac¨® en los endiablados pasajes de los juglares, la mezzosoprano Yulia Matochkina elev¨® su intervenci¨®n en El campo de los muertos, y el Orfe¨®n Pamplon¨¦s son¨® compacto y entregado en la parte coral, donde Prokofiev evoca sones tradicionales rusos de Glinka, Borodin y Rimski-K¨®rsakov. Precisamente, el sesquicentenario coro navarro, que acaba de recibir la Medalla de Oro al M¨¦rito en las Bellas Artes, volver¨¢ a cantar la Segunda sinfon¨ªa, de Mahler, bajo la direcci¨®n de Gu¨¦rguiev, el pr¨®ximo mi¨¦rcoles, 14 de febrero, en el Auditorio Nacional de Madrid; incluso se convertir¨¢, en junio pr¨®ximo, en el primer coro espa?ol en actuar en el Festival de las Noches Blancas de San Petersburgo con Falla y Berlioz bajo la direcci¨®n del maestro ruso.
La segunda parte en Baluarte se centr¨® en la Quinta sinfon¨ªa, de Mahler. Gu¨¦rguiev quiz¨¢ no figure entre los principales mahlerianos del momento, aunque sus versiones algunas veces deparan aspectos interesantes, especialmente en las llamadas sinfon¨ªas medias (Quinta, Sexta y S¨¦ptima), donde el compositor austriaco desarroll¨® mayor brillantez y virtuosismo orquestal. El director ruso se mostr¨® m¨¢s abierto a la magia, que restringi¨® a exquisitos detalles de subjetividad en los tr¨ªos del primer movimiento. El famoso adagietto result¨® algo plano y la orquesta peterburguesa tir¨® de br¨ªo y virtuosismo en el movimiento final. Pero lo mejor de la noche lleg¨® con el scherzo central, donde surgi¨® el mejor Gu¨¦rguiev para revelar ese amasijo de paisajes sonoros que es Mahler, donde tan pronto se baila, como se grita o se llora. Mucho mejor las maderas que los metales y excepcional la secci¨®n de cuerda, que cont¨® con el refuerzo del concertino de la Filarm¨®nica de M¨²nich, Lorenz Nasturica-Herschcowici. Como propina, Gu¨¦rguiev regal¨® una fren¨¦tica versi¨®n del preludio del acto tercero de Lohengrin, de Wagner. Todo un reflejo de lo que le espera esta semana.
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