Mart¨ªn Chirino, herrero de la arena y del viento
El escultor canario abre a sus 92 a?os una antol¨®gica en la Marlborough de Madrid
Mart¨ªn Chirino, el escultor que se hizo mirando las espirales del viento en la arena de Las Canteras, al lado de su casa en Las Palmas de Gran Canaria, tiene desde anoche una antol¨®gica de su obra en su galer¨ªa de Madrid, la Marlborough.
Esta obra combina aquellas impresiones, el viento llev¨¢ndose la arena hasta el infinito, con otro de los elementos que fueron fundamentales para su mirada de artista: el hierro. Su padre lo llevaba a ver el hierro como en Cien a?os de soledad el ni?o descubr¨ªa el hielo que los gitanos mostraban en Macondo.
En aquella Aracataca de su adolescencia, como el ni?o de la famosa novela de Garc¨ªa M¨¢rquez, Chirino se crey¨® todas las f¨¢bulas que conviv¨ªan en la imaginaci¨®n de los muchachos isle?os: el horizonte es parte de la isla, y se puede alargar o achicar a voluntad. Para romper el horizonte como frontera, con sus amigos (entre ellos, Manuel Padorno, Manolo Millares) emprendi¨® el viaje a Madrid. Y en la capital de Espa?a cada uno tir¨® por su lado: Padorno, la edici¨®n, la poes¨ªa, la pintura; Millares, la pintura, sus arpilleras de resonancias guanches. A Mart¨ªn Chirino le toc¨® ser el escultor, y para ello se nutri¨® de aquellas resonancias: el viento, la arena, el hierro. Y el horizonte.
Todos esos instrumentos, que fueron imaginaci¨®n y materia dura que luego ¨¦l ennobleci¨® con la forja, est¨¢n presentes en la exposici¨®n a cuya inauguraci¨®n acudieron amigos de todas las edades, desde la suya, a punto de los 93, a la de sus nietos, que han ido haciendo aqu¨ª y en Canarias (y en el mundo) a lo largo de una vida que tampoco ahora conoce descanso.
Antes de que se inaugurara la presente antol¨®gica, Mart¨ªn Chirino habl¨® con los periodistas sobre lo que sigue haciendo. Desde que ten¨ªa 40 a?os y creaba en Tenerife una de sus obras m¨¢s emblem¨¢ticas de las que hay en sus islas, La lady roja del Colegio de Arquitectos, lo llamaban master sus amigos. No s¨®lo porque ya ejerc¨ªa su magisterio con la forja, sino porque tambi¨¦n explicaba como un profesor sus vivencias por el mundo, y all¨ª describ¨ªa el universo como horizonte.
Entre esos viajes, contaba los que mantuvo, en la realidad y en la imaginaci¨®n, con Julio Cort¨¢zar. El autor de Rayuela, al fin y al cabo una escultura en s¨ª misma, le propuso hacer espirales y escritura a la vez, para conseguir traspasar al papel la m¨²sica del aire. Y ayer, en la Marlborough, se sirvi¨® de los mismos recursos metaf¨®ricos. ¡°Cada cual elige una ficci¨®n en la que desarrollarse¡±. Y ¨¦l eligi¨® el hierro, que en sus manos pesa como el aire; esa leyenda escrita por ¨¦l en la historia de la escultura, que el hierro vuela, ha servido en sus manos para desdoblar horizontes, para romperlos.
La espiral, que es su s¨ªmbolo, en papel, en hierro, en cualquier material que se le acerque, representa su ¡°encuentro con la tierra¡±. En Canarias ¡°estaban grabadas en lava volc¨¢nica, escondidas en recodos, alejadas del sol¡±. All¨¢ arriba se sub¨ªan los primeros pobladores ¡°para ver las constelaciones con mayor claridad¡±. ¡°Se quedaban aterrados o admirados¡±, y se pon¨ªan a dibujarlas. Aquel muchacho que descubr¨ªa en el viento de Las Canteras su poder hipn¨®tico ha seguido haci¨¦ndolas hasta hoy. Y ah¨ª, en la Marlborough, sobresalen con el vigor que ten¨ªan cuando ¨¦l y Cort¨¢zar, y Padorno, y Millares, las imaginaban juntos como una materia con la que romper el horizonte.
Babelia
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