Viaje a trav¨¦s de la violencia y vitalidad del arte colombiano
La colecci¨®n del Banco de la Rep¨²blica aterriza en Madrid por Arco
Siete impactantes retratos de monjas muertas, santificadas y ataviadas con el h¨¢bito de sus respectivas ¨®rdenes religiosas y adornadas con palmas floridas representan la apoteosis barroca del duelo en la Colombia oficial de comienzos de 1800. Son obras atribuidas en su mayor parte a Victorino Garc¨ªa Romero. Ante los ¨®leos de las religiosas, un grupo de tallas policromadas an¨®nimas muestran las ¨¢nimas ardiendo en los infiernos y sirven de tr¨¢nsito a la contemplaci¨®n de un espectacular tr¨ªptico, Sin t¨ªtulo de 1973, en el que Luis Caballero (Bogot¨¢, 1943) retrata escenas de amor homosexual. Tan diversas experiencias est¨¦ticas aguardan al visitante de la Sala Alcal¨¢ 31, en Madrid, donde ayer abri¨® la muestra Campo a trav¨¦s. Arte colombiano de la Colecci¨®n del Banco de la Rep¨²blica. La exposici¨®n, repartida entre esa sede y la Casa Museo Lope de Vega, estar¨¢ hasta el 22 de abril.
La propuesta mezcla la riqueza y originalidad de un arte colombiano cuyas se?as de identidad est¨¢n tiznadas por la violencia, la muerte y el desplazamiento. Pero tambi¨¦n por la poes¨ªa, los mundos invisibles y las met¨¢foras de futuro. La muestra incluye un centenar de obras nunca vistas en Espa?a e incluye desde piezas hist¨®ricas de los siglos XVIII y XIX hasta artistas contempor¨¢neos como Doris Salcedo, Beatriz Gonz¨¢lez o Fernanda Cardoso.
Oro, joyas y el regalo de Botero
El Museo del Oro de Bogot¨¢, propiedad del Banco de la Rep¨²blica, est¨¢ considerado uno de los grandes del mundo por la importancia de las m¨¢s de 60.000 piezas de orfebrer¨ªa y alfarer¨ªa de culturas ind¨ªgenas prehisp¨¢nicas que alberga. Pero la arqueolog¨ªa no es el ¨²nico tesoro. Desde la d¨¦cada de los cincuenta, el entonces gerente de la entidad, Luis ?ngel Arango (1947-1957) puso en marcha lo que ¨¦l calific¨® un ¡°gran dep¨®sito de la pintura americana¡±. Comenzaron a comprar obras de artistas colombianos dentro y fuera del pa¨ªs y poco a poco fueron llegando donaciones de colecciones externas. Una de las primeras fueron las famosas acuarelas de Edward Walhouse Mark, viajero ingl¨¦s que visit¨® el territorio colombiano en 1843. Pero el gran regalo lo aport¨® en 2000 el artista colombiano Fernando Botero con 123 obras propias y 87 de arte internacional que se exponen en el barrio bogotano de La Candelaria.
La catedr¨¢tica y colaboradora de EL PA?S Estrella de Diego, comisaria de la exposici¨®n, explica el v¨ªnculo entre las obras elegidas, que tambi¨¦n da t¨ªtulo a la muestra: ¡°Campo a trav¨¦s¡± simboliza ¡°la identidad de Colombia, pa¨ªs de geograf¨ªa abrupta y dif¨ªcil, con una historia salpicada por violencias que han forzado a sus habitantes a empezar muchas veces de cero y a reiniciar sus vidas, entre r¨ªos imaginarios y reales. Esos r¨ªos, en especial el Magdalena, tantas veces convertidos en fosas comunes de v¨ªctimas an¨®nimas¡±.
Dos estudios preparatorios de la emblem¨¢tica obra Violencia (1962), de Alejandro Obreg¨®n, considerada por los colombianos como su particular Guernica, resumen perfectamente el horror ante la maldad humana. La obra completa, una de las joyas del Banco de la Rep¨²blica, no sale nunca de su espacio expositivo.
La de Obreg¨®n no es la ¨²nica sorpresa de un recorrido . Destacan una ins¨®lita obra de un joven Fernando Botero titulada Violaci¨®n y firmada en 1958, las anatom¨ªas de personajes tullidos de Bernardo Salcedo y Miguel ?ngel Rojas o las met¨¢foras en geometr¨ªas quebradas de Doris Salcedo, una de las muchas mujeres artistas representadas en esta exposici¨®n. ¡°La presencia de mujeres artistas en Colombia es muy poderosa desde hace muchas d¨¦cadas¡±.
Como prueba de ello, De Diego llama la atenci¨®n sobre el v¨ªdeo de la performance Una cosa es una cosa (1990), de Mar¨ªa Teresa Hincapi¨¦; el bodeg¨®n de cer¨¢mica Fragmentos de la tarde (1966), de Beatriz Daza; el Dios vegetal (1959) de Emma Reyes; las fotograf¨ªas de Milena Bonilla, la espectacular Decoraci¨®n de interiores (1981) de Beatriz Gonz¨¢lez o la instalaci¨®n fotogr¨¢fica Un negro es un negro (1997-2001) de Liliana Angulo Cort¨¦s.
El colof¨®n de la exposici¨®n est¨¢ en la casa museo Lope de Vega. En la pared de la sala con vistas al huerto, sobre las huellas de viejas sepulturas brotan ramos asim¨¦tricos de flores blancas de pl¨¢stico que conforman la instalaci¨®n Cementerio. Jard¨ªn vertical (1992), de Mar¨ªa Fernanda Cardoso. Habla de las consecuencias del conflicto armado en Colombia. Se calcula que entre 1985 y 2012 fueron asesinadas m¨¢s de 220.000 personas, el 80% civiles.
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