Crisis de identidad
Berta Vias confirma su condici¨®n de excelente estilista en su novela sobre Vivien Maier
1. Confusiones
Imag¨ªnense a un nada improbable se?or Mario Llosa Vargas al que un librero despistado atribuye la autor¨ªa de Conversaci¨®n en La Catedral, o a un hipot¨¦tico ¡ªpero veros¨ªmil¡ª Federico Lorca Garc¨ªa consignado como autor de Poeta en Nueva York. Bueno, pues, mutatis (multis) muntandis, eso es lo que me viene sucediendo (en detrimento del de mayor m¨¦rito) con el profesor Manuel Rivero Rodr¨ªguez, un historiador especialista en Edad Moderna, desde que, hace m¨¢s de una d¨¦cada, publicara su estupenda s¨ªntesis La Espa?a de Don Quijote (Alianza). Cada vez que mi trastocado alter ego patron¨ªmico publica uno de sus sesudos y bien documentados vol¨²menes, aparece alg¨²n librero o cat¨¢logo empe?ado en atribu¨ªrmelo, como si no tuviera bastante con mi modesto, pero limpio, Sill¨®n de orejas. Y hasta alg¨²n conocido ha llegado a reprocharme guardar muy en secreto mi vocaci¨®n historiadora. Con el se?or Rivero Rodr¨ªguez ¡ªa quien nunca he tenido el placer de saludar personalmente¡ª me comuniqu¨¦ en el otro lado del espejo hace ya algunos a?os, y ambos hicimos unas risas al respecto de nuestros respectivos doppelg?nger. La ¨²ltima vez que me he visto en la misma situaci¨®n de confusi¨®n es hace unos d¨ªas, cuando me lleg¨® una rese?a de una librer¨ªa (por cierto, especializada en historia) con la referencia del nuevo libro El conde duque de Olivares; la b¨²squeda de la privanza perfecta, de un tal Manuel Rodr¨ªguez Rivero, que soy yo, y no ¨¦l. Menos mal que en el ejemplar que me ha enviado su editor (Polifemo) la autor¨ªa aparece correctamente. En cuanto al libro de mi fantasma, al que he dedicado algunas horas, debo decir que supone un avance sustancial en el conocimiento de un periodo fundamental de nuestra historia moderna. Y con el a?adido de una posible lectura ¡°actualizada¡±: la ejecutoria pol¨ªtica de don Gaspar de Guzm¨¢n (1587-1645) es, entre otras cosas, un ejemplo perfecto, y luego recurrente, de esa tentaci¨®n reformista-autoritaria de unificar y centralizar por decreto las diferencias entre los territorios que componen Espa?a (la famosa Uni¨®n de Armas, por ejemplo) en aras de una presunta mejor administraci¨®n. Y, adem¨¢s, oblicuamente, y con discreci¨®n, Rivero Rodr¨ªguez matiza o pone en cuesti¨®n algunas opiniones acerca del reformismo del valido del gran hispanista John H. Elliott, cuyo estudio can¨®nico sobre el conde duque de Olivares (Cr¨ªtica) se public¨® hace m¨¢s de 30 a?os y ya iba necesitando un par de vueltas historiogr¨¢ficas. Lo que dudo es si pedir a los responsables de Babelia que, como desagravio al que tambi¨¦n usa las iniciales MRR, firmen uno de mis sillones de oreja con los apellidos cambiados.
2. Poes¨ªa
Los 1.000 primeros t¨ªtulos de la ¡°serie negra¡± de poes¨ªa de Jes¨²s Garc¨ªa S¨¢nchez ¡ªel alma de Visor¡ª no s¨®lo constituyen un acontecimiento editorial y cultural sin precedentes, sino que indirectamente atestiguan la buena salud de ese problem¨¢tico paciente que es la edici¨®n de poes¨ªa. ?Cifras? En 2017 se publicaron o reeditaron 5.603 t¨ªtulos, un 6% de la producci¨®n total de libros, lo que no est¨¢ nada mal. Como tambi¨¦n resulta significativo que, de ellos, 825 (un 15%) lo hicieran en soporte electr¨®nico. Algo a tener muy en cuenta en una ¨¦poca en que se expresan en Internet centenares de ciberpoetas con cifras de seguidores que har¨ªan bizquear a, por ejemplo, Jos¨¦ Mar¨ªa Gabriel y Gal¨¢n o, por citar a un poetsel¨¦rico m¨¢s reciente, Joaqu¨ªn Sabina. Y lo mejor de todo es que siguen apareciendo colecciones o sellos para la l¨ªrica. Entre los ¨²ltimos de que tengo noticia, perm¨ªtanme que cite dos: la nueva serie po¨¦tica de Alba, que acaba de publicar la Poes¨ªa completa de Emily Bront? (biling¨¹e) y la Antolog¨ªa de poetas espa?olas, y la editorial Marisma, que empieza su andadura publicando El guante de pl¨¢stico rosa (biling¨¹e), de Dolors Miquel, y la recuperaci¨®n conjunta de dos poemarios de culto del chileno Pedro Montealegre (1975-2015): Transversal y Opus Morbo.
3. Prestada
Vivian Maier (1926-2009), la nada glamurosa fot¨®grafa de cuya existencia nos enteramos ¡ª?hace s¨®lo una d¨¦cada!¡ª cuando un coleccionista adquiri¨® en un baratillo de bric-¨¤-brac y miscel¨¢nea invendida una buena porci¨®n de sus placas y negativos, y descubri¨® en ellos una mirada in¨¦dita y original, ten¨ªa todo para convertirse en protagonista de una novela (Una vida prestada, Lumen) de Berta Vias. An¨®nima ¡ªy casi clandestina¡ª, la ¨²nica pasi¨®n conocida de Maier era la fotograf¨ªa, y su m¨¢s estable compa?¨ªa fue su c¨¢mara Rolleiflex de dos lentes, con la que enfoc¨® y dispar¨® a todo lo que una vida sin aspavientos puso a su alcance. El resto ¡ªsalvo quiz¨¢s su trabajo de 40 a?os cuidando a ni?os ricos¡ª cuenta poco. Madre francesa, padre poco paternal, algunos viajes a lugares lejanos. Y fotos, fotos, fotos: decenas de millares. Berta Vias, que confirma en esta novela su condici¨®n de excelente estilista y su extraordinaria capacidad para introducirse en el ¡°alma¡± de sus personajes, reconstruye la vida interior de quien no dej¨® dicho casi nada ¡ªdiarios, cartas¡ª acerca de lo que le (con)mov¨ªa: todo lo puso en sus im¨¢genes. Lo m¨¢s bien escaso que sabemos de la existencia ¡°exterior¡± de Maier lo convierte Vias en palanca para penetrar en su mente, en sus (plausibles) sentimientos, en sus conjeturables deseos. Vias, como siempre hace en sus libros, utiliza a sus narradores para hablar tambi¨¦n de s¨ª misma, de su trabajo literario, de las preguntas que se formula durante el proceso de creaci¨®n, de las dificultades de expresar lo que no es evidente, ni siquiera universal. Por eso, y de paso, Una vida prestada funciona tambi¨¦n como met¨¢fora de la mujer artista, de su silencio ¡ªa veces ensordecedor¡ª en un medio del que a menudo es desplazada por quienes siempre lo tienen todo m¨¢s claro. Una lectura intensa de la que no resulta f¨¢cil desprenderse.
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