Ella crea, ellas recrean
En un concierto ¨ªntegra y dichosamente femenino, ocho mujeres checas de nuestro tiempo han interpretado la m¨²sica de una mujer excepcional del siglo XII, la m¨ªstica, escritora, visionaria, cient¨ªfica, te¨®loga, naturalista, compositora y abadesa Hildegard von Bingen
En medio de tanta confusi¨®n, de tanto ruido, de tantas palabras huecas, la verdad se ha manifestado con tanta contundencia como sencillez en el Centro Cultural Conde Duque en el marco del veterano festival Ellas Crean, que lleva a?os enarbolando las banderas que hoy muchos quieren esgrimir. Reciente a¨²n la ins¨®lita jornada reivindicativa del 8 de marzo, en un concierto ¨ªntegra y dichosamente femenino, ocho mujeres checas de nuestro tiempo han interpretado la m¨²sica de una mujer excepcional del siglo XII, la m¨ªstica, escritora, visionaria, cient¨ªfica, te¨®loga, naturalista, compositora y abadesa Hildegard von Bingen, que se carte¨® con papas, reyes, obispos, pr¨ªncipes y emperadores ?a los que denunci¨®?, que viaj¨® profusamente para predicar ante oyentes absortos y que logr¨® con una asombrosa tenacidad muchas cosas inauditas que sus cong¨¦neres siguen reclamando en justicia nueve siglos despu¨¦s.
Obras de Hildegard von Bingen. Tiburtina Ensemble. Dir.: Barbora Kab¨¢tkov¨¢. Centro Cultural Conde Duque, 13 de marzo
¡°Una pobre y peque?a forma femenina¡± o ¡°una pluma movida por el h¨¢lito de Dios¡±: as¨ª se defini¨® en sendas cartas ella misma, la menor de diez hermanos que fue entregada por sus padres nobles como oblata a un monasterio benedictino a los ocho a?os y cuya vida se desarrollar¨ªa ya siempre dentro de muros eclesi¨¢sticos, gran parte de ella en el convento de Rupertsberg, fundado por ella misma en 1150.
Las visiones, muchas descritas e ilustradas en su obra Scivias, la acompa?aron siempre: Oliver Sacks las considera una manifestaci¨®n cl¨¢sica de la migra?a en su libro hom¨®nimo, mientras que otros las atribuyen a una posible anorexia. La Baja Edad Media fue especialmente prol¨ªfica en monjas m¨ªsticas (Elisabeth von Sch?nau, Gertrud von Helfta o Br¨ªgida de Suecia), pero Hildegard, pol¨ªgrafa como no lo fue ninguna de ellas, disfruta de un estatus especial. Su m¨²sica apenas se hab¨ªa difundido hasta que, en 1981, Christopher Page decidi¨® grabar un disco completo con ocho de sus piezas en una iglesia de Hampstead, en Londres. La fama tanto de la antigua abadesa alemana como de la joven solista inglesa del grupo, la soprano Emma Kirkby, se dispar¨® de forma simult¨¢nea.
Luego llegar¨ªan los estudios y biograf¨ªas de aquella que dec¨ªa o¨ªr ¡°la voz de la luz viva¡± (de Barbara Newman, de Fiona Maddocks, de Elisabeth G?ssmann, de Sabina Flanagan, de R¨¦gine Pernoud), la traducci¨®n de la biograf¨ªa ?recientemente descubierta? que escribi¨® su mentora, la tambi¨¦n monja y asceta Jutta von Sponheim, la publicaci¨®n de sus cartas y sus escritos (como los editados entre nosotros por Victoria Cirlot), la transcripci¨®n de su m¨²sica y las grabaciones discogr¨¢ficas (con un lugar de honor para la incomparable Barbara Thornton y Sequentia), pero tambi¨¦n las discutibles pel¨ªculas sobre ella (como Vision, de Margarethe von Trotta) o, mucho peor, la vana apropiaci¨®n de su nombre por parte de naturistas, prescriptores de ayunos, dietistas, curanderos o espiritualistas new age.
Gran calidad de voces
Lo primero que sorprende al escuchar al Tiburtina Ensemble es la gran calidad de las voces de sus integrantes. Era cosa sabida en el caso de Hana Bla?¨ªkov¨¢, que es una de las sopranos m¨¢s demandadas en el mundo de la m¨²sica antigua, y de la directora del grupo, la tambi¨¦n soprano y arpista Barbora Kab¨¢tkov¨¢, una reputada solista por derecho propio, que cant¨®, por ejemplo, en las V¨ªsperas de Monteverdi que dirigi¨® Philippe Herreweghe el pasado mes de octubre en el Palau de la M¨²sica de Barcelona.
La m¨²sica de Hildegard von Bingen? apenas se hab¨ªa difundido hasta que, en 1981, Christopher Page decidi¨® grabar un disco completo con ocho de sus piezas
Pero el resto de las intervenciones solistas revelaron otras voces no menos extraordinarias, como la de Kamila Mazalov¨¢, de un bell¨ªsimo timbre de contralto.Las ocho se unen y empastan admirablemente para dar vida a una m¨²sica que es tambi¨¦n en buena medida visionaria, pues, m¨¢s que atenerse a las reglas, Hildegard persegu¨ªa la conversi¨®n sonora de las im¨¢genes que ve¨ªa en sus propios trances, poco amigos de lindes o cortapisas. Apoyadas discretamente por las sencillas tr¨ªadas y las leves ornamentaciones de la melod¨ªa que suenan en el arpa g¨®tica de Bla?¨ªkov¨¢, la cythara anglica de Kab¨¢tkov¨¢ y el delicado dulcemel que toca la austr¨ªaca Margit ?bellacker, las ocho cantantes checas se mueven con flexibilidad y perfecta afinaci¨®n por el sinuoso y exigente ambitus de los largos arcos mel¨®dicos imaginados por Hildegard, dibujados en el aire por el pl¨¢stico brazo derecho de Kab¨¢tkov¨¢, que es donde nacen, planean y, con un leve repliegue de la mano, mueren.
Casi toda la m¨²sica de Hildegard que ha interpretado el Tiburtina Ensemble procede del Riesencodex de la Hessische Landesbibliothek de Wiesbaden, una de las principales fuentes de sus composiciones, complementada por un par de sencillas piezas instrumentales, dos conductus a dos y cuatro voces de la Escuela de Notre Dame, y un salmo publicado en el Liber Usualis del monasterio de Solesmes, la cuna de la moderna interpretaci¨®n del canto llano.
El momento m¨¢s emocionante del concierto fue la interpretaci¨®n de un extenso fragmento de Ordo virtutum, un misterio moralizante medieval ?pionero en su g¨¦nero? en el que Hildegard plantea, con personajes aleg¨®ricos, el debate de un alma humana entre las virtudes y el diablo. Tambi¨¦n aqu¨ª Bla?¨ªkov¨¢ y Kab¨¢tkov¨¢ destacaron como mod¨¦licas solistas. Si en la secuencia O Jerusalem, al principio del concierto, hab¨ªan descendido en procesi¨®n en dos grupos por las escaleras situadas a ambos lados del escenario, en el salmo final, Domine, Dominus noster, desaparecieron cantando, tambi¨¦n en procesi¨®n, por los pasillos que flanquean el patio de butacas, cerrando as¨ª un c¨ªrculo perfecto que habr¨ªa sido sin duda del gusto de Hildegard. Gracias a Dios (nunca mejor dicho), y pese a que los aplausos arreciaron, tuvieron el buen gusto de no caer en la tentaci¨®n f¨¢cil y a menudo diab¨®lica de las propinas. ?Qu¨¦ puede cantarse despu¨¦s de la doxolog¨ªa que hab¨ªa cerrado el salmo, ¡°y ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Am¨¦n¡±?
Al salir del antiguo cuartel y volver a la vida real, el tr¨¢fago de las calles de Madrid se parec¨ªa mucho a ese ¡°infierno de ruido y vulgaridad¡± del que hablaba Patrick Leigh Fermor en su extraordinario A Time to Keep Silence, que cuenta sus estancias en varios monasterios benedictinos (la orden de Hildegard) y trapenses. Nueve mujeres modernas no solo recrearon de manera m¨¢s que convincente la m¨²sica de una innovadora mujer antigua, sino que lograron tambi¨¦n alejarnos durante algo m¨¢s de una hora de la, por momentos, inc¨®moda y vociferante realidad.
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