Al pie de la letra
Mucho esteticismo, incesantes 'tableaux vivants', pero escasa direcci¨®n de actores y muy pocas ideas
Enero de 1929. Theodor Adorno asiste a una nueva producci¨®n de Aida en la ?pera de Fr¨¢ncfort dirigida por Clemens Krauss. En su breve cr¨ªtica posterior se pregunta si las producciones en exceso fieles al original no estar¨¢n intensificando la creciente alienaci¨®n que siente el p¨²blico hacia determinadas ¨®peras. Y sentencia: ¡°El rescate esc¨¦nico de obras como Aida se produce ¨²nicamente si se hace saltar por los aires la inmanencia de la estructura esc¨¦nica, intercal¨¢ndola con intenciones tomadas de otros ¨¢mbitos m¨¢s actuales¡±. Algo que debe relacionarse con lo que escribir¨ªa muchos a?os despu¨¦s cuando afirm¨® que ¡°la ¨®pera, en cuanto lugar de descanso y esparcimiento burgu¨¦s, se permiti¨® implicarse tan poco en los conflictos sociales del siglo XIX que solo pudo reflejar muy burdamente la evoluci¨®n de las tendencias de la propia sociedad burguesa¡±.
Enero de 1981. Michael Gielen dirige Aida en la ?pera de Fr¨¢ncfort en una nueva producci¨®n de Hans Neuenfels. Durante el preludio se ve a Radam¨¨s, vestido como un hombre de negocios decimon¨®nico, y en lo que parecer ser un sue?o, coger una pala en su oficina para, tras arrancar varios tablones de madera del suelo, sacar sucesivamente tierra, una espada y el busto esculpido de Aida. Esta resultar¨¢ ser luego no una esclava et¨ªope, sino una humilde limpiadora y, al comienzo del segundo acto, tras levantarse el tel¨®n, el p¨²blico ve en el coro a su doble, que lo observa e imita: son, en sus palcos, los espectadores del estreno europeo de la ¨®pera en el Teatro alla Scala de Mil¨¢n en 1872. Luego se obliga a los prisioneros et¨ªopes a valerse de cuchillo y tenedor para comer pollo asado, pero, fracasado el intento de civilizar a los presentados como salvajes, la comida acaba lanzada por los aires. Los abucheos y pitidos arrecieron durante la representaci¨®n, el esc¨¢ndalo fue may¨²sculo y una de las funciones posteriores hubo de ser interrumpida por un aviso de bomba.
A?DA
M¨²sica de Giuseppe Verdi.
Liudmila Monastirska, Gregory Kunde, Violeta Urmana y George Gagnidze, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real.
Direcci¨®n musical: Nicola Luisotti. Direcci¨®n de escena: Hugo de Ana. Teatro Real, hasta el 25 de marzo.
Agosto de 2017. Se estrena en Salzburgo una nueva producci¨®n de Aida con direcci¨®n musical de Riccardo Muti y esc¨¦nica de la artista visual iran¨ª Shirin Neshat. En su producci¨®n hay proyecci¨®n de v¨ªdeos, por supuesto, y en la estilizada escenograf¨ªa y vestuario no hay s¨ªmbolos egipcios reconocibles. Un cr¨ªtico alem¨¢n escribe mal¨¦volamente que ¡°las ¨²nicas momias se encuentran en el patio de butacas¡±.
Marzo de 2018. El Teatro Real repone la producci¨®n de Aida de Hugo de Ana estrenada originalmente hace veinte a?os, pocos meses despu¨¦s de su reapertura. No hay aqu¨ª rastro de la lupa antiburguesa de Adorno, ni de la lectura cr¨ªtica que Edward Said hace de la ¨®pera en un largo apartado del segundo cap¨ªtulo de su Cultura e imperialismo (¡°El imperio en acci¨®n¡±), ni de las dislocaciones entre lo esperable y lo visible, como pasaba, por ejemplo, en la marcha triunfal de otra famosa producci¨®n de Aida, la de Peter Konwitschny para la ?pera de Graz en 1994, con los trompetistas situados junto al p¨²blico y el coro invisible fuera de escena, donde s¨ª se ve¨ªa a Radam¨¨s y Amonasro triunfalmente manchados de sangre en una aburrida fiesta junto a los dem¨¢s personajes principales.
Lo que s¨ª hay en este exponente del Teatro Real de ayer, o de anteayer, muy diferente del de hoy, es mucho esteticismo, incesantes tableaux vivants, pero escasa direcci¨®n de actores y muy pocas ideas. Musicalmente, lo mejor es con mucho la espl¨¦ndida direcci¨®n de Nicola Luisotti, que no incurre en un solo exceso en una ¨®pera proclive a cometerlos y que dirige con pulso, poes¨ªa y sentido teatral en todo momento. Para quien se canse del traj¨ªn esc¨¦nico, verlo dirigir en el foso es un verdadero placer y ense?a incluso m¨¢s sobre la obra que lo que se ve sobre el escenario. Las voces, sin embargo, pocas veces est¨¢n a su altura: Gregory Kunde, casi afincado en nuestros teatros, ha llegado a Radam¨¨s con la voz ya fatigada y lo que puede hacer no siempre se corresponde con sus buenas intenciones; Liudmila Monastirska posee las cualidades para Aida, pero su potencia vocal tiende a desbocarse por momentos y acusa serias carencias de expresividad y dicci¨®n; tras un comienzo muy dubitativo (al igual que Kunde), Violeta Urmana hace crecer a su Amneris, reservando lo mejor para el ¨²ltimo acto. Del resto del reparto, el m¨¢s rese?able es el excelente y noble Ramfis de Roberto Tagliavini.
Es esta una Aida para contemplar y escuchar (deslumbrados ante tanta maravilla, como Hans Castorp cuando la oye en el gram¨®fono en el ¨²ltimo cap¨ªtulo de La monta?a m¨¢gica), pero no para pensar y adentrarse en las zonas oscuras y los m¨²ltiples dobleces que esconde toda obra de arte. Hay previstos este mes hasta tres repartos diferentes, lo que cambiar¨¢ no poco el juego de equilibrios musicales. Pero lo que se ve ?y, ay, lo que ha dejado de verse? seguir¨¢ siendo, claro, lo mismo.
Babelia
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