Tras la pista (de baile)
Este domingo llega a los quioscos, con EL PA?S, la colecci¨®n ¡®M¨²sica Dance¡¯, las canciones con las que m¨¢s hemos disfrutado bailando, reunidas en doce libros-CD
Hay una secuencia en Fiebre del s¨¢bado noche (John Badham,1977) en la que Connie, una amiga de Tony Manero, le pregunta al protagonista: ¡°?Eres tan bueno en la cama como en la pista de baile?¡±. A todos nos ha parecido alguna vez que alguien que se lo monta bien moviendo el cuerpo al comp¨¢s de la m¨²sica debe detener destreza en las artes amatorias.Bailar es sexy y, adem¨¢s, una t¨¦cnica del ritual de cortejo de eficacia probada. Pero el baile es fascinante por otras razones. Es un acto social, que permite que nos sintamos parte de un grupo.Resulta tremendamente divertido y sirve de v¨¢lvula de escape.Por algo adolescentes de mediomundo, al cumplir cierta edad, lo que m¨¢s desean ¡ªo deseaban hasta que se generaliz¨® la pr¨¢ctica del botell¨®n¡ª es pisar una discoteca.
El baile ha estado presente en todas las civilizaciones, casi desde el inicio de los tiempos. Se baila en el garito de moda en Nueva York y en el poblado m¨¢s perdido en la sabana africana. Ha inspirado pel¨ªculas, tendencias de moda y estudios cient¨ªficos, como aquel de Universidad de Jyv?skyl? (Finlandia) de 2016, que aseguraba que los extrovertidos agitan m¨¢s la cabeza y las manos y los neur¨®ticos destacan por sus movimientos bruscos y espasm¨®dicos.Casi toda la m¨²sica se puede bailar,pero es obvio que existe m¨²sica concebida expresamente para tal fin: es la m¨²sica de baile.
Ya a mediados de los cincuenta los jefazos de la industria del entretenimiento se dieron cuenta de las posibilidades de la m¨²sica para bailar entre la pujante generaci¨®n de los jeans, las hamburguesas y los autocines. Y dado que las sacudidas del rock and roll ten¨ªan algo de lascivo, a principios de los sesenta empezaron a fabricarse en serie canciones de baile inocuas, parvularias: The twist, The loco-motion¡ Entonces lleg¨® el soul y adelant¨® a todos por la derecha.
En su forma primitiva, el soul,con sus cadencias incendiarias y sus voces arrebatadas, recuper¨® el descaro sexual del baile. Cada compa?¨ªa discogr¨¢fica (como Stax o Motown) contaba con sus propios equipos de compositores,productores y m¨²sicos de estudio,en muchos casos aut¨¦nticos artesanos del ritmo que perfeccionaron la f¨®rmula. Y sin abandonar su frenes¨ª, pronto se sofistic¨®.Como resultado, grabaciones de leyendas como Martha and The Vandellas, Otis Redding, Sam & Dave, Marvin Gaye, Solomon Burke, Fontella Bass y muchos otros se convirtieron en cl¨¢sicos que caldearon el ambiente en los guateques de la ¨¦poca.
Hacia la mitad de los a?os setenta,la m¨²sica de baile atrajo como un im¨¢n a muchos j¨®venes que por una raz¨®n u otra se sent¨ªan desplazados. Negros, latinos y gays peregrinaban cada fin de semana a las discotecas, capillas del desenfreno donde la m¨²sica no era lo ¨²nico que se consum¨ªa.Las ceremonias eran oficiadas por los disc-jockeys, que no se conformaban con pinchar un disco tras otro sino que los mezclaban,de forma que cada sesi¨®n era un ¨¦xtasis sin pausa. Dise?adores,modelos, fot¨®grafos y dem¨¢s rastreadores de la noche descubrieron estos locales y los pusieron de moda. Fue el caso, por ejemplo,de Studio 54, en Nueva York.
Aquella efervescencia gener¨® su propia m¨²sica, que se bautiz¨® como disco. Entre sus puntales estaban Chic, Gloria Gaynor, Tavares,Barry White, Sister Sledge¡Algunos, como Diana Ross (excomponente de The Supremes),ven¨ªan del soul m¨¢s edulcorado. Otros, como Earth, Wind & Fire, proced¨ªan del musculoso funk. Su impacto fue tal que hacia final de la d¨¦cada m¨²sicos de rock como Rod Stewart, la ELO o Kiss adaptaron su sonido para que tuviera cabida en las discotecas.
La popularidad de este estilo traspas¨® fronteras y a finales delos setenta ya se hablaba en nuestro continente del eurodisco, con ramificaciones que rozaban el l¨ªmite de lo hortera (y a veces lo traspasaban), como el italodisco. En Espa?a, el estallido musical de principios de los ochenta no se entiende sin el baile; de hecho, la canci¨®n m¨¢s famosa de un grupo clave de la movida madrile?a como Alaska y Los Pegamoides es un tema inequ¨ªvocamente discotequero: Bailando.
Desde entonces, la m¨²sica de baile ha cambiado notablemente,hasta de nombre. En los ochenta se habl¨® de dance; en los noventa,de techno; hoy, de electr¨®nica,haciendo m¨¢s hincapi¨¦ en la forma que en el contenido. Su transformaci¨®n ha ido ¨ªntimamente ligada al desarrollo de la tecnolog¨ªa.Cajas de ritmos, sintetizadores y, en la actualidad, programas inform¨¢ticos, han facilitado que cualquiera pueda grabar discos.Las plataformas de streaming propician que cualquiera pueda difundirlos.
Las nuevas estrellas del pop son los DJ, que llenan recintos deportivos y firman sus propias canciones. La industria del dance ha infectado hasta el turismo: festivales en los cinco continentes atraen a mareas de aficionados a esta m¨²sica, y en Ibiza (meca del g¨¦nero) las discotecas ampl¨ªan sus negocios en forma de hoteles, restaurantes y tiendas de ropa.
Esta evoluci¨®n asombrosa queda minuciosamente documentada en la colecci¨®n M¨²sica Dance,que llegar¨¢ a los quioscos con EL PA?S a partir de este domingo, por 6,95 euros. Un compendio de 12 libros-CD tem¨¢ticos (cubren desde el soul, el funk y la m¨²sica disco hasta el trip hop, la electr¨®nica de los noventa y el dance del siglo XXI) que re¨²ne las mejores canciones para bailar publicadas desde los a?os sesenta a nuestros d¨ªas y textos plagados de an¨¦cdotas que narran c¨®mo se gestaron y c¨®mo llegaron a formar parte de nuestras vidas. Porque eso es lo que ha ocurrido: llevamos esta m¨²sica impregnada en la piel, y aunque hayamos dejado atr¨¢s nuestros a?os golfos, es escuchar de nuevo estas canciones y empezar a mover caderas y pies.
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