Dibujar en contra de uno mismo
El italiano Gipi firma ¡®La tierra de los hijos¡¯, un tebeo para el que se impuso 10 reglas que rompieran con su estilo habitual y sus obras anteriores
Encima de la mesa, hab¨ªa un intruso. Estaban los l¨¢pices, el borrador y todo lo que un dibujante necesite para crear un tebeo. Pero, entre tantos papeles a¨²n en blanco, uno llevaba tiempo rellenado. All¨ª Gipi (Pisa, 1963) hab¨ªa redactado 10 reglas f¨¦rreas, que mantuvo a su lado durante el desarrollo del c¨®mic. El italiano se despojaba as¨ª de todas sus armas, que le valieron premios y aplausos, para sabotearse. ¡°Nunca uses una voz narradora, ni toques los colores¡±, recuerda algunas. Y otra: ¡°Cada vez que est¨¦s cansado, dibuja otra p¨¢gina¡±. Se pas¨® meses creando en contra de su propio estilo, de nueve de la ma?ana a nueve de la noche, deseando cada d¨ªa deshacer aquel dec¨¢logo que termin¨® por respetar a rajatabla. El resultado son 288 p¨¢ginas en blanco y negro tituladas La tierra de los hijos (Salamandra Graphic).
He aqu¨ª el relato de un padre y dos hijos condenados a sobrevivir y entenderse en un entorno primitivo, despiadado e inundado, donde un pu?ado de humanos f¨ªa su existencia al trueque, despelleja perros callejeros y huye del contacto mutuo casi como de la emotividad. ¡°Amor¡± o ¡°bien¡± son palabras que el padre ha prohibido a sus chicos, para que nunca a?oren un mundo mejor que no llegaron a conocer; prefiere endurecerlos a gritos y palos -su m¨¦todo para salvarlos- mientras entrega a un cuaderno lo que de verdad habita su cabeza.
¡°Sobre las causas y los motivos que condujeron al fin habr¨ªan podido escribirse cap¨ªtulos enteros en los libros de historia. Pero despu¨¦s del fin ya no se escribieron m¨¢s libros¡±, alerta en su arranque La tierra de los hijos. Y los fans habituales tambi¨¦n quedan avisados: en ese universo dist¨®pico, Gipi ambienta una obra que dif¨ªcilmente reconocer¨¢n.
Maestro de la acuarela y la reflexi¨®n, el italiano suele pintar con tintes autobiogr¨¢ficos tebeos donde la intuici¨®n y las emociones dibujan la l¨ªnea argumental. Los sentimientos permanecen, pero aqu¨ª manda una historia estructurada, con un comienzo, una evoluci¨®n y un fin: ¡°Lo considero mi mejor trabajo. A los otros les tengo cari?o, pero ahora que noto tanta autobiograf¨ªa me saca de quicio, porque no permite la libertad. Este libro no ha sido mi tradicional sesi¨®n de psicoterapia¡±. Coherente, en el fondo, con un creador que odia acomodarse y asegura ¡°huir¡± en cuando percibe haberse asentado.
En su tabla rasa de tradiciones, sobrevivi¨® apenas una rutina: dibujar con la radio encendida, siempre con el mismo programa. As¨ª que, con La zanzara de fondo, en directo o en podcast, Gipi cre¨® unas 35 p¨¢ginas. Pero se bloque¨®: ¡°No sab¨ªa de qu¨¦ trataba, qui¨¦nes eran, qu¨¦ hac¨ªan¡±. Para descubrirlo, tuvo que viajar a las ra¨ªces mismas del proyecto. ¡°Estoy muy viciado. Hago el trabajo que me gusta, cuando me apetece. Y soy el peor enemigo de m¨ª mismo: me gustan los videojuegos, tocar la guitarra¡ Por razones de pereza, antes de volcarme un a?o y medio en algo, me hace falta comprender su coraz¨®n. No basta una infatuaci¨®n por los personajes, necesito una exigencia m¨ªa m¨¢s profunda. En este caso, la historia se centraba en el amor. Ya dec¨ªa Truffaut que solo merece la pena hablar de eso y de la muerte¡±. Una vez detectado el n¨²cleo de lo que pretende contar, para el italiano, lo dem¨¢s va surgiendo: ambientaci¨®n, di¨¢logo o elecciones est¨¦ticas se rinden a la idea.
Su nueva vida tambi¨¦n influy¨®. Gipi reconoce que en sus obras siempre buscaba que el lector le quisiera. Pero, desde la anterior, Unahistoria (Salamandra Graphic) -primer tebeo finalista al Strega, el premio literario m¨¢s importante de Italia-, mucho ha cambiado. Se cas¨®, dej¨® su Pisa natal por Roma y fich¨® a un joven asistente para ayudarle y sacudir sus equilibrios. Sus inseguridades permanecen, aunque ya no le importan tanto: ¡°Me siento culpable por defecto. Pero, con 53 a?os, puedes dejar de mirar qu¨¦ hay de malo en ti¡±.
Tal vez por eso se deshizo de m¨¢s cadenas. A ratos La tierra de los hijos solo sugiere, y cada cual interpreta. ¡°Odio las sobreexplicaciones, pero tiendo a simplificar la comprensi¨®n al p¨²blico. Aunque no tengo valores en mi existencia, y el concepto en s¨ª me asquea, la libertad total s¨ª me apasiona. Esta vez quise dej¨¢rsela a los lectores¡±. Super¨® as¨ª tambi¨¦n los temores que le susurraban que la gente ¡°no entender¨ªa una mierda¡± o le echar¨ªa en cara alguna elecci¨®n de la trama.
M¨¢s insultos recibe el dibujante por su ocupaci¨®n actual: cortometrajes de s¨¢tira pol¨ªtica en la televisi¨®n italiana. ¡°Se meten tambi¨¦n con mi madre, de 98 a?os. Vete a entenderlo¡±, dice. Tiene entre manos un segundo filme ¡°loco¡± ya terminado, a la espera del estreno, y hace dos a?os cre¨® un juego de rol de cartas. ?Y los c¨®mics? ¡°De momento nada. Tengo una historia, muy dif¨ªcil. A ver si sale¡±. Suena justo a reto inc¨®modo: demasiado tentador.
Religi¨®n, redes sociales y Cinco Estrellas
La idea de La tierra de los hijos le surgi¨® a Gipi, aunque le averg¨¹enza admitirlo, de Gaia. As¨ª se titula un minidocumental de Gianroberto Casaleggio, ide¨®logo fallecido del Movimiento Cinco Estrellas que es hoy el partido m¨¢s votado de Italia. En el v¨ªdeo, el gur¨² preve¨ªa una tercera guerra mundial, dos d¨¦cadas de regreso a las cuevas y el resurgimiento de una nueva sociedad basada en Internet. "Es una idiotez decir 'dentro de 20 a?os, emerger¨¢ la Red', como si hoy nos salvaran los faxes. Pero me dio pie a pensar en c¨®mo ser¨ªa la gente que saldr¨ªa tras tanto tiempo en un b¨²nker", explica el dibujante. Entre otros, imagin¨® una banda de fieles enloquecidos, entregados a la religi¨®n del dios Wapo, los 'me gusta' y los v¨ªdeos de gatitos. "Las redes como propaganda del ego me resultan aterradoras. Me parece que la comunicaci¨®n contempor¨¢nea se basa en gran parte en una emotividad de fachada: no hay participaci¨®n real en los eventos, pero s¨ª reacciones emocionales exageradas. Nos indignamos por unos ni?os muertos que luego no dejan huellas en nuestra vida; la gente ataca ferozmente al presunto autor de un crimen, durante dos horas. El sentimiento acaba por encima de la raz¨®n, es vomitivo".
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