La carta olvidada de Ana Frank
La alemana inici¨® una relaci¨®n epistolar con una ni?a de un remoto pueblo de Iowa. El nazismo frust¨® la amistad. Esta es la historia
Ana Frank muere todos los d¨ªas. Basta que alguien la nombre, lea o simplemente se quede mirando su sonrisa adolescente para que la historia se vuelva una pu?alada y traiga a la memoria el horror sin fin de Auschwitz y Bergen-Belsen. Mil veces contada, su vida es una fuente inagotable para el recuerdo, pero tambi¨¦n para la sorpresa. A lo largo de d¨¦cadas, no han dejado de aparecer cabos poco conocidos de su corta existencia. Uno de los m¨¢s insospechados se oculta en Danville (Iowa). All¨ª, la alemana dej¨® una huella indeleble. Una amistad frustrada que esta localidad de 934 habitantes se ha dispuesto a rescatar del olvido con una peque?a exposici¨®n. Esta es su historia.
Finales de 1939, en Danville. La maestra Birdie Mathews ha contactado con la Escuela Montessori de Amsterdam para iniciar una correspondencia entre los escolares. Mujer inquieta y querida en este pueblo agr¨ªcola, ofrece a sus alumnos una lista de nombres. Juanita Wagner, de 10 a?os, escoge a una chica de su edad. Se llama Annelies Marie Frank.
Juanita le escribe una carta sencilla. Cuenta que vive con su madre y su hermana Betty Ann. Son granjeros. El Misisipi queda cerca y su padre ha muerto.
La respuesta, en ingl¨¦s, tiene 294 palabras y est¨¢ fechada el 29 de abril de 1940. Un lunes. En ella, Ana Frank ofrece un boceto c¨¢ndido de su mundo. ¡°Margot y yo somos los ¨²nicos ni?os de la casa. Nuestra abuela vive con nosotros. Mi padre tiene una oficina y mi madre est¨¢ ocupada en casa¡±. En la misiva le pide a Juanita una foto ¨C¡°me gustar¨ªa saber c¨®mo eres¡±??- y le da la fecha de su cumplea?os: el 12 de junio. Se despide como su ¡°amiga holandesa¡± y le adjunta una postal de Amsterdam. ¡°Tengo 800, las colecciono¡±.
En ning¨²n momento explica que su familia se ha refugiado en Holanda huyendo del nazismo. Tampoco que es jud¨ªa ni que ha estallado la Segunda Guerra Mundial. Si lo ocult¨® o simplemente no era importante en su universo, nunca se sabr¨¢. Y esa ausencia dota a la misiva de un efecto terror¨ªfico. Ese vac¨ªo habla de un porvenir que a¨²n era pleno y que no conoc¨ªa la barbarie. Es la carta de una ni?a a otra ni?a. De dos universos donde el d¨ªa y la noche estaban hechos para vivir. No para sufrir.
Juanita contest¨® emocionada. Pero nunca recibi¨® respuesta. En las largas noches de Iowa se pregunt¨® m¨¢s de una vez qu¨¦ habr¨ªa ocurrido. Y lo ocurrido, luego lo sabr¨ªa, a¨²n estremece al mundo.
Doce d¨ªas despu¨¦s de enviada la misiva, Hitler invadi¨® Holanda. Los Frank quedaron otra vez a merced del nazismo. Perdieron su empresa y tuvieron que llevar a las ni?as a un colegio solo para jud¨ªos. Se les prohibi¨® viajar en tranv¨ªa, coche y bicicleta, as¨ª como ir al cine, teatros o jardines p¨²blicos. No pod¨ªan hacer deporte y ten¨ªan que lucir la estrella de David. No eran arios, no eran humanos y cuando en julio de 1942 los nazis llamaron a la hermana mayor, Margot, para internarla en un campo de trabajo, el padre decidi¨® ocultar a la familia. Lo que sucedi¨® despu¨¦s es bien conocido y lo inmortaliz¨® Ana Frank en sus diarios.
El escondite se mantuvo inc¨®lume dos a?os, hasta que el 4 de agosto de 1944, la Gestapo les descubri¨®. El destino se abism¨®. Todos, menos el padre, perecieron. Ana Frank pas¨® por Auschwitz y recal¨® en Bergen-Belsen. Los ¨²ltimos que la vieron la recuerdan calva y esquel¨¦tica, arropada solo con una manta. En marzo de 1945, con 15 a?os, muri¨® de tifus. Apenas un mes despu¨¦s el campo fue liberado por los brit¨¢nicos.
Acabada la guerra, el padre recuper¨® los diarios y los public¨®. La carta, en cambio, se perdi¨® en el olvido. No fue hasta 1956 cuando Juanita y Betty Ann, al escuchar en la radio un programa sobre Ana Frank, cayeron en la cuenta de qui¨¦n les hab¨ªa escrito. Tras a?os guard¨¢ndolas, en 1988 las subastaron. Un comprador an¨®nimo las adquiri¨® por 165.000 d¨®lares y las don¨® al Centro Simon Wiesenthal de Los ?ngeles. All¨ª siguen.
En la remota Danville, muertas las hermanas Wagner, el recuerdo de la frustrada amistad entre Juanita y Ana es la conexi¨®n con la historia universal. ¡°Para nosotros, es muy importante, por eso hemos preparado esta exposici¨®n. Contamos la correspondencia y las vidas de las dos ni?as y sus mundos¡±, explica a este peri¨®dico Janet Helser, impulsora de la muestra. La exhibici¨®n se aloja en dos peque?as salas del museo local. Tienen fotograf¨ªas y audios, a los que en un futuro se quiere a?adir, en honor a Ana Frank, 1,5 millones de postales. La cifra no es casual. Es el n¨²mero de ni?os que murieron en el Holocausto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.