¡°Una entrevista es, bien mirada, una cosa antinatural¡±
La escritora y periodista Leila Guerriero p¨²blica en Espa?a ¡®Plano americano¡¯, libro can¨®nico de perfiles literarios
Est¨¢n las entrevistas literarias y est¨¢n las entrevistas de Leila Guerriero (Jun¨ªn, Argentina, 1967). Son conversaciones pacientes y voraces, dict¨¢menes que son retratos y que parecen esculturas de aire, de hielo o de fuego. Mientras las hace, ella es la mujer que no est¨¢ ah¨ª. Desaparece.
El libro que contiene algunas de las ya c¨¦lebres entrevistas de Guerriero, Plano americano, apareci¨® en una edici¨®n limitada en 2013 (Universidad Diego Portales, Santiago de Chile). Algunas aparecieron en este peri¨®dico, donde tambi¨¦n publica columnas. Ahora llega a Espa?a y en Am¨¦rica una edici¨®n de Anagrama.
En el camino ya no est¨¢n algunos de los retratados o ya eran p¨®stumos en 2013: Nicanor Parra, Fogwill, Idea Vilari?o, Ricardo Piglia, su maestro Homero Alsina Thevenet, Pedro Henr¨ªquez Ure?a¡ Siguen marcando sombra en las letras hispanoamericanas, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, Daniel Divinsky, Dorotea Muhr, la legendaria Dolly Onetti¡
?C¨®mo lo hace? ?C¨®mo escucha para fijar as¨ª estos caracteres? ¡°No creo que haya un m¨¦todo. Cada periodista tiene el suyo. Y debe ser flexible, porque las personas son muy distintas. Yo me demoro mucho en ver. Necesito, adem¨¢s de hacer preguntas, permanecer, estar, contemplar. Exponer al otro a mi presencia como si yo fuera una especie de l¨ªquido revelador. Y todo empieza a fluir con un alto grado de intimidad y confianza, que es lo que busco. Que la persona a la que estoy entrevistando sienta que soy una buena escucha, un buen recipiente donde volcar su historia¡±.
La materia prima es la pregunta. Han de ser ¡°siempre sencillas puesto que creo que una entrevista no es un campeonato para demostrar qui¨¦n es m¨¢s inteligente¡±. Con esas preguntas, ?qu¨¦ quiere sacarle del alma al otro? ¡°Me interesa todo. Pero mi actitud no es la de quien quiere sacar algo. Es tan simple que casi da verg¨¹enza: quiero saber qu¨¦ pasado produjo el presente en la persona que tengo ante m¨ª¡±.
¡ªCuando Rudyard Kipling hizo su famosa entrevista a su admirado Mark Twain quiso robarle su pipa de espuma de mar, como si le hurtara el alma. ?Le pasa, quiere robar el alma a los suyos?
¡ªCuando entrevisto a la gente soy una persona muy escindida: estoy completamente con ellos, escuch¨¢ndolos, entregada a lo que me est¨¢n contando. Pero tengo siempre presente que quiero contar esa historia de la mejor manera posible. Estoy muy concentrada en ellos, y le presto muy poca atenci¨®n a mi fascinaci¨®n personal. Cuando me ha sucedido, esa fascinaci¨®n termin¨® siendo parte fundamental del texto. He sentido deseos de permanecer cerca de algunas personas despu¨¦s de terminar los perfiles.
Uno de ellos fue Guillermo Kuitca, artista pl¨¢stico argentino. ¡°El d¨ªa en que termin¨¦ el perfil hab¨ªa ido con ¨¦l a recorrer el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Fue una salida que propuse yo porque, al ser ¨¦l artista pl¨¢stico, me interesaba ver c¨®mo miraba la obra de otros. Llov¨ªa, era invierno y se hizo de noche. Recorrimos el museo y conversamos un ratito en la cafeter¨ªa. Cuando nos despedimos, y lo vi irse bajo la lluvia con una campera de plumas de color naranja, sent¨ª algo muy parecido al desgarro¡±.
Consejos de maestro
Entre los entrevistados figura Homero Alsina Thevenet, su maestro. ¡°Fue mi editor en el suplemento El Pa¨ªs Cultural, de Montevideo. Como los grandes editores me dej¨® una marca fantasma: a veces, cuando escribo, me pregunto: ¡®?Qu¨¦ dir¨ªa Homero de esto? ?Le parecer¨ªa una canchereada o le parecer¨ªa bien?¡¯ Me ense?¨® que no hay que confundir cinismo con inteligencia, que no hay que pasarse de listo, que hay que escribir de manera clara, que un texto debe contener todo lo necesario para que el lector entienda de qu¨¦ va, que este es un oficio muy serio, y que el periodista es un actor secundario. Que nuestra vida no le importa a nadie, salvo a nosotros: que importamos en tanto seamos buenos veh¨ªculos para contar la vida de los otros¡±.
¡ªEntrevistar parece simple: preguntas, responden. Para que el resultado sea complejo, ?qu¨¦ hay que poner?
¡ªYo har¨ªa hincapi¨¦ en la palabra ¡°parece¡±. Entrevistar parece simple, pero no lo es. Uno est¨¢ a solas con un individuo al que le hace la clase de preguntas que s¨®lo est¨¢n ¡°permitidas¡± en, por ejemplo, una situaci¨®n de conquista amorosa. Una entrevista es, bien mirada, una cosa muy antinatural. Pero creo que uno debe concentrarse en tratar de entender, hasta donde sea posible, al otro. Para eso hace falta un grado de intimidad enorme, que creo que se logra con curiosidad genuina. Yo intento siempre ser la mujer que no est¨¢ ah¨ª. Cuando eso sucede, cuando desaparezco, algo empieza a fluir. Entonces, para responder a la pregunta, supongo que lo que hay que poner es curiosidad y entrega.
El Nobel y la mujer que no estaba ah¨ª
Hace un lustro, cuando apareci¨® la edici¨®n chilena de Plano americano, el libro de entrevistas de Leila Guerriero, Mario Vargas Llosa dijo en las p¨¢ginas de este diario, augurando que habr¨ªa alg¨²n d¨ªa una edici¨®n menos restringida, que el trabajo de Guerriero era "una verdadera proeza narrativa" que le lleva a la intimidad de sus personas y que la ahuyenta de cualquier prop¨®sito de autopromoci¨®n.
Entonces a¨²n no se conoc¨ªan Vargas y Guerriero. El encuentro de ambos, tras el texto del Nobel, en un restaurante de Madrid, dibujaba el retrato de la propia Leila: silenciosa y t¨ªmida, con los ojos grandes de asombro o de preguntas. Lo cierto es que apenas habl¨® ante el escritor que hab¨ªa hecho global su magisterio de preguntadora. Era como en las entrevistas: la mujer que no est¨¢ ah¨ª.
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