M¨¢s S¨¦neca y menos ansiol¨ªticos
Vanidad sin control, obsesi¨®n por la seguridad, aceleraci¨®n tecnol¨®gica, ... ?Qu¨¦ tiene que decir el renovado inter¨¦s editorial por el estoicismo sobre el mundo en el que vivimos?
Cultiva el esp¨ªritu porque obst¨¢culos no faltar¨¢n. El consejo de Confucio podr¨ªa haberlo firmado cualquiera de los fil¨®sofos estoicos. Una versi¨®n moderna de esta m¨¢xima se la debemos a Woody Allen: ¡°Si quieres hacer re¨ªr a Dios, cu¨¦ntale tus planes¡±. Un poeta barcelon¨¦s la remat¨® con un verso lapidario sobre el inexorable juicio del tiempo: ¡°Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender m¨¢s tarde¡±. Esos son, a grandes rasgos, los tres v¨¦rtices del estoicismo antiguo, que parece resurgir en nuestros d¨ªas. ?Se trata de un espejismo? Las sociedades modernas se encuentran dominadas por la rentabilidad tecnocr¨¢tica del selfie, la autoindulgencia (todo nos lo merecemos, sobre todo si hay desembolso) y el capricho. Se trata de fabricar un ego fr¨¢gil e injustificadamente vanidoso. Una situaci¨®n que supuestamente podr¨ªa remediar una buena dosis de estoicismo. Dado que no podemos controlar lo que nos pasa y vivimos totalmente hacia afuera, atemorizados y estresados, dado que somos m¨¢s circunstancia que nunca, quiz¨¢ pueda ayudarnos esta antigua filosof¨ªa que inspir¨® a Marco Aurelio, un hombre que, dada su posici¨®n, conoci¨® el estr¨¦s mejor que nadie.
Pero en ese desplazamiento, en esa b¨²squeda de inspiraci¨®n en el pasado grecolatino, se corre el riego de confundir, y de hecho se hace, estoicismo con voluntarismo, tan vigente y puritano. La cultura del esfuerzo y la b¨²squeda del ¨¦xito dominan las sesiones de coaching, que es, seg¨²n sus proponentes, el arte de ayudar a otras personas a cumplir sus objetivos o a ¡°llenar el vac¨ªo entre lo que se es y lo que se desea ser¡±. No cabe mayor traici¨®n al legado estoico. El voluntarismo reseca el alma y uno de los fines del estoicismo es recrearla. Lo que llamamos ¡°retos¡± o ¡°metas¡± no son sino anteojeras que no permiten ver m¨¢s que un ¨²nico aspecto de la realidad y uno acaba estrellando el avi¨®n contra la monta?a, como en el caso de Germanwings. Esas metas nos trabajan por dentro y parecen dise?adas para excluir la contemplaci¨®n y la observaci¨®n atenta y desinteresada. Frente a la tiran¨ªa de la meta, los estoicos pretend¨ªan desembarazarse de pasiones demasiado apremiantes y acaparadoras. De hecho, uno de sus signos distintivos fue considerar la poes¨ªa como medio leg¨ªtimo de conocimiento. La l¨ªrica nos mantiene en una actitud abierta y nada sabe de metas y objetivos. La poes¨ªa era para los estoicos, sobre todo la de Homero, genuina paideia. Entender esto requiere ganar una libertad interior, no estar eternamente abducidos por el circo o las pantallas, una independencia moral, no la opini¨®n general o el vocer¨ªo de Twitter, y trascender la dependencia de la persona respecto a su parte animal (en el supuesto de que el hombre es ese ser singular que, como dec¨ªa Novalis, vive al mismo tiempo dentro y fuera de la naturaleza). Con ese ¡°cuidado de s¨ª¡±, que Marco Aurelio llamaba meditaciones, era posible lograr una autarqu¨ªa ¨¦tica que tendr¨ªa una importancia decisiva en el pensamiento pol¨ªtico griego.
No quedan muy lejos algunos ejemplos de estoicismo moderno. Wittgenstein cuenta que de joven experiment¨® esa sensaci¨®n de que ¡°nada pod¨ªa ocurrirle¡±. Era un modo de decir que, ocurriera lo que le ocurriera (una bala perdida, un c¨¢ncer), sabr¨ªa aprovechar la experiencia. Una actitud que le permiti¨® asumir el puesto de vig¨ªa en medio del fuego cruzado durante la primera gran guerra. Algo parecido encontramos en Simone Weil, siempre arriesg¨¢ndose, ya fuera en la f¨¢brica de la Renault o en los hospitales de Londres, con la humildad como valor supremo, que hace que el ego no apague la llama de lo divino. Curiosamente, la actitud de estos dos grandes fil¨®sofos, en los que reviven los viejos ideales grecolatinos, contrasta con algunas obsesiones actuales. Desde el miedo al propio cuerpo, que requiere un examen continuado, hasta la obsesi¨®n por la seguridad (to feel safe, to feel at home). Como si un esc¨¢ner o un refugio pudieran otorgar esa tranquilidad, como si hubiera que encerrarse para sentirse seguro. Mientras un mandatario reciente se preguntaba cu¨¢nto dinero necesitaba para sentirse seguro y, al no hallar la cifra, se consagr¨® a amontonar capitales, Wittgenstein se expon¨ªa en la trinchera y Weil en la columna de Durruti.
Imaginen a Zuckerberg abrazando esta filosof¨ªa; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio
El estoicismo supone, como apunt¨® Zambrano, la recapitulaci¨®n fundamental de la filosof¨ªa griega. En este sentido fue y es tanto un modo de vida como un modo de estar en el mundo. Zen¨®n de Citio, natural de la colonia griega de Chipre, figura como fundador de la escuela. Ten¨ªan algo en com¨²n con los c¨ªnicos, sobre todo la vida frugal y el desprecio de los bienes mundanos, y reflexionaron sobre el destino y la relaci¨®n entre naturaleza y esp¨ªritu. Hubo un estoicismo medio (plat¨®nico, pitag¨®rico y esc¨¦ptico), pero los que dieron fama a la escuela fueron sus representantes romanos: un emperador, un senador y un esclavo. Todos ellos surgieron, como ahora, al abrigo del Imperio. Aquel imperio era militar, el de hoy es tecnol¨®gico. Imaginen ustedes a Zuckerberg abrazando el estoicismo; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio. S¨¦neca naci¨® en la periferia del Imperio, en la colonia b¨¦tica de Hispania, pero fue una figura fundamental de la pol¨ªtica en Roma, senador con Cal¨ªgula y tutor de Ner¨®n. Epicteto hab¨ªa llegado a la ciudad siendo un esclavo. Cuando fue liberado fund¨® una escuela, y aunque, siguiendo el ejemplo de S¨®crates, no escribi¨® nada, sus disc¨ªpulos se encargar¨ªan de transmitir su legado.
Moralistas y contemplativos, todos ellos defendieron la vida virtuosa, la imperturbabilidad y el desapasionamiento, sentimientos todos ellos muy poco rentables para una sociedad del entretenimiento. El estoicismo conquist¨® gran parte del mundo pol¨ªtico-intelectual romano, pero, a diferencia del 15-M, no cristaliz¨® en ¡°partido¡±, sino que se decant¨® en norma de acci¨®n y su influencia alcanzar¨ªa a grandes fil¨®sofos como Plotino o Boecio. No entraremos a describir su refinada l¨®gica, pero merece la pena recordar que la subordinaban a la ¨¦tica. Al contrario de hoy, al menos en el mundo financiero, donde el algoritmo domina la moral. Destaca en ella su doctrina de los indemostrables, probablemente de origen indio. Conceb¨ªan el alma como un encerado donde se graban las impresiones. De ellas surgen las certezas (si el alma acepta la impresi¨®n) y los interrogantes (si es incapaz de ubicarla). Para los estoicos, el mundo era, como para nosotros, sustancialmente corporal, pero su f¨ªsica no niega lo inmaterial. Concibe la naturaleza como un continuo din¨¢mico, cohesionado por el pneuma, un aliento fr¨ªo y c¨¢lido, compuesto de aire y fuego. Heredaron de Her¨¢clito el fuego como principio activo y primordial, del que han surgido el resto de los elementos y al que regresar¨¢n. Como el humor o el llanto, el pneuma no se desplaza, sino que se ¡°propaga¡±, contagiando alegr¨ªa o enfermedad.
Nuestra obsesi¨®n por la seguridad contrasta con la actitud de estoicos modernos como Weil o Wittgenstein
Hoy no estar¨ªa de m¨¢s poner en pr¨¢ctica algunos de sus principios. El imperativo ¨¦tico de vivir conforme a la naturaleza, que nuestro planeta agradecer¨ªa. El ejercicio constante de la virtud, o eudemon¨ªa, que permite el desprendimiento. Y, finalmente, lo que Nietzsche llam¨® el amor fati, la aceptaci¨®n y querencia del propio destino, remedio eficaz para todo aquello que produce desasosiego. No puede decirse que estos principios proliferen en nuestros d¨ªas. Si un viejo estoico pudiera asomarse a nuestro tiempo, ver¨ªa, en las grandes desigualdades propiciadas por la econom¨ªa financiera, un descuido de s¨ª, un olvido de esa autonom¨ªa moral que evita que se desaten emociones como el miedo y la vanidad, que crean la codicia. Emociones contrarias a la raz¨®n del mundo que, en nuestro caso, es la raz¨®n del planeta.
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