Cuando el fr¨ªo abrasa
Matthias Goerne y Hinterh?user proporcionan un memorable "Winterreise" en La Zarzuela
La aparici¨®n del fon¨®grafo ocasion¨® gran estupefacci¨®n en la sociedad de su tiempo. Hasta el punto de que el gran Chialiapin sospechaba que el artilugio le robaba la voz cuando se somet¨ªa a las grabaciones. Tem¨ªa que le vampirizaran los discos, aunque luego termin¨® cediendo a las supersticiones y recre¨¢ndose incluso en el prodigio tecnol¨®gico.
Fue un coloso el bajo ruso: en el disco y en directo, pero es cierto que la irrupci¨®n de la industria discogr¨¢fica y, m¨¢s a¨²n, la aparici¨®n del compact disc permitieron a las voces peque?as ¨Cno era el caso de Chialiapin- convertirse en tit¨¢nicas gracias a los tah¨²res de la tecnolog¨ªa.
Ha habido cantantes igual de competentes en el disco que en la escena. Ha habido figuras de la ¨®pera al¨¦rgicas al disco. Y ha existido una tercera categor¨ªa de artistas cuya carrera gravita en torno a las grabaciones. Se me ocurre el caso de Cecilia Bartoli. No por cuestionar su evidente calidad, sino porque la dimensi¨®n de la voz en el cd y las tecnolog¨ªas evanescentes, plet¨®rica y pujante, llama la atenci¨®n respecto su tama?o moderado de las actuaciones en directo.
Viene a cuento esta introducci¨®n porque anoche tuvimos la fortuna de escuchar a Matthias Goerne en el Teatro de la Zarzuela. Figura del disco -sus grabaciones se cuentan por estatuillas- y artista de extraordinario carisma ¡°en vivo¡±, hasta el extremo de que las debilidades que puedan objet¨¢rsele -la emisi¨®n del registro agudo, el engolamiento ocasional- contribuyen a humanizarlo en toda la vulnerabilidad que implica emprender el Viaje de invierno?de Schubert.
Hac¨ªa fr¨ªo en el Teatro de La Zarzuela. Y no por la inmisericordia de la meteorolog¨ªa, sino por el p¨¢ramo que describen los poemas de Wilhelm M¨¹ller en su desasosiego existencial y desenga?o amoroso. No hay otra esperanza que la desesperanza. Y no hay descanso en el viaje sin descanso, de tal forma que el recital de Goerne y de Markus Hinterh?user -cuerpo y alma, y al rev¨¦s- contradec¨ªa cualquier de formalidad concert¨ªstica respecto al lucimiento o al exhibcionismo.
Observ¨¢bamos a los artistas como n¨¢ufragos en el escenario. Mir¨¢ndonos en su espejo, pero tambi¨¦n apreciando la soledad de todos los hombres. Se dir¨ªa que Goerne buscaba refugio de la nieve y el fr¨ªo abrig¨¢ndose en la tapa del piano. Y que Hinterh?user, sensible, sobrio, se conced¨ªa al destino en un viaje de ida y sin vuelta, no leyendo la partitura, sino escrut¨¢ndola como si las notas oscuras del pentagrama fueran un epitafio sobre la blanca nieve, a semejanza de un sudario de la humanidad.
Alumno prodigio de Fischer-Dieskau y de Elisabeth Schwartzkopf, pertenece Goerne a la categor¨ªa de los liederistas mayores. Cuesti¨®n de personalidad, de timbre, de color, de sensibilidad y hasta de sentido de la dramaturgia. El bar¨ªtono germano interpretaba y sent¨ªa en la plena acepci¨®n del verbo, sopesando, pesando, cada palabra, llegando a la esencia de ella y a su proyecci¨®n musical. Fluctuaba de la fragilidad de unos lieder a la corpulencia y robustez de otros. Sin perder la homogeneidad, descuidar la l¨ªnea de canto ni participar del histrionismo.?
Mi impresi¨®n es que anoche lo vampirizamos los espectadores. Igual que si fu¨¦ramos el fon¨®grafo de Chialiapin. Y que su voz nos acompa?a como el susurro de un misterio oscuro al que accedimos desde la consternaci¨®n y el sobrecogimiento. No hay primavera despu¨¦s del invierno. Por eso el fr¨ªo nos abrasaba.
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