Un mes¨ªas llamado Kamasi Washington
Su actualizaci¨®n de la est¨¦tica del jazz espiritual de los setenta le ha convertido en la inesperada estrella que el g¨¦nero andaba buscando
Es dif¨ªcil comprender de qu¨¦ habla Kamasi Washington cuando habla de m¨²sica. Es algo que est¨¢ en todas partes, que siempre ha estado ah¨ª. Es lo material y lo espiritual. El individuo y el colectivo. Es un todo m¨ªstico que el hombre trata de catalogar pero, ay, Kamasi sabe que lo hace en vano. Es lo que le ha dado la vida, lo que le ha librado del mal, lo que le ha convertido en lo que es: una especie extra?a, una estrella del jazz. La voz de un movimiento pol¨ªtico. Un mero transmisor.
¡°Veo la m¨²sica como una expresi¨®n que circula a trav¨¦s de m¨ª¡±, explica. ¡°Trato de hacerla lo mejor que puedo, pero solo puedo hacer la m¨²sica que se manifiesta por m¨ª. Es como si te dan una bolsa de semillas. Las siembras, las riegas, cuidas de ellas lo mejor que puedes. Pero el ¨¢rbol en que se convierten es el ¨¢rbol en que estaban llamadas a convertirse¡±.
Su misticismo ha hecho que mucha gente quiera ver en Washington un nuevo Coltrane. Una figura llamada a sacar al jazz de las tinieblas y devolverle su misi¨®n espiritual. Washington toca en grandes auditorios, en festivales. Su p¨²blico es inusualmente joven y multirracial. En sus conciertos se baila. Ha trascendido los confines del jazz pero tambi¨¦n ha cautivado a los guardianes de sus esencias. El jazz celebra la osad¨ªa juvenil, pero exige respeto a los mayores.
Washington y los suyos ¨Cporque ¨¦l es solo la cabeza m¨¢s visible de una bullante escena- han polinizado la m¨²sica popular. Su huella est¨¢ en hitos del pop contempor¨¢neo como el To pimp a butterfly, de Kendrick Lamar.
Han sacado al jazz de su confinamiento art¨ªstico, pero tambi¨¦n de su letargo social y pol¨ªtico. Han despertado al gran gigante durmiente de la cultura afroamericana. El Black Lives Matter, lo que se ha venido a llamar el segundo movimiento de derechos civiles, tiene una banda sonora. Beyonc¨¦ le canta en la Super Bowl. Le canta Lamar en las barricadas. Y The epic, debut discogr¨¢fico de Washington, es quiz¨¢ la expresi¨®n art¨ªstica m¨¢s ambiciosa del movimiento.
En The epic todo es superlativo. Un disco triple de 172 minutos con una banda de jazz de 10 miembros, una orquesta cl¨¢sica de 32 y un coro de 20. Un artefacto en el que conviven Debussy y Malcolm X, que tard¨® cuatro a?os en completarse y dio el toque extravagante a las listas de los mejores discos de 2015. Le sigui¨® en 2017 Harmony of difference, un ep¨¦ m¨¢s centrado e igualmente celebrado, y en junio regresa con el doble elep¨¦ Heaven and earth.
Su misticismo ha hecho que muchos quieran ver en ¨¦l un nuevo Coltrane, una figura llamada a devolverle al g¨¦nero su misi¨®n espiritual
Si hubiera que colocar a Washington una etiqueta ser¨ªa inevitablemente una etiqueta negra. Su m¨²sica es un compendio de la historia de sonidos afroamericanos. Del g¨®spel al doo-woop, del blues al funk, del soul al jazz.
Recibe a EL PA?S en las oficinas de su sello en Londres. Es amable, habla suave, pausado, con una sonrisa contagiosa. Hay una declaraci¨®n de intenciones en el pelo afro, el bast¨®n de mando de Ghana y el colorido dashiki con los que adorna su imponente presencia f¨ªsica.
¡°Lo que denuncia Black Lives Matter lo he vivido yo toda mi vida¡±, explica. ¡°Esa noci¨®n de que la importancia de la vida de alguien puede estar determinada por la complexi¨®n de su piel. Esa idea de que si eres un hombre negro grande, eres peligroso y te puedo matar. Mi m¨²sica es una expresi¨®n de qui¨¦n soy y lo que he pasado, as¨ª que parte viene de eso¡±.
Los ?ngeles no se asocia con la gran tradici¨®n del jazz. Las estrellas locales, como Charles Mingus o Dexter Gordon, ten¨ªan que ir a la costa Este si quer¨ªan triunfar. Otros no dieron el salto y se quedaron atr¨¢s. Es el caso del saxofonista y flautista Rickey Washington, padre de Kamasi, un miembro respetado de la escena local.
Kamasi, el segundo de sus tres hijos, recibi¨® una peque?a bater¨ªa como regalo en su tercer cumplea?os. ¡°La m¨²sica estaba por todos lados¡±, recuerda. ¡°Iba a ver a mi padre tocar, iba a los ensayos¡ Sus amigos eran m¨²sicos, y los hijos de sus amigos eran peque?os m¨²sicos como yo¡±.
A los 11 a?os Kamasi sinti¨® la llamada del jazz. ¡°Un primo me dio una cinta de Art Blakey con el trompetista Lee Morgan y ah¨ª tom¨¦ el jazz como mi propia m¨²sica¡±, recuerda. Aquel hallazgo le abri¨® las puertas de la colecci¨®n de vinilos de su padre. ¡°Encontr¨¦ todos esos discos de Art Blakey, pero tambi¨¦n Coltrane, Charlie Parker, Joe Henderson, Sonny Rollins¡±, explica. ¡°Fue como descubrir algo que hab¨ªa estado ah¨ª todo el tiempo. A los 12 o 13 a?os, le dije a mi padre que quer¨ªa tocar saxo y ser m¨²sico de jazz. Entonces me pidi¨® que cantara un solo de Charlie Parker, para ver si hab¨ªa escuchando de verdad¡±.
Si lo pod¨ªa cantar, le dijo su padre, lo podr¨ªa tocar. El joven Kamasi escogi¨® el solo de Blues for Alice. Lo clav¨®. Su padre le regal¨® un saxof¨®n alto, el mismo que tocaba el Bird, y un consejo: vete a la Iglesia.
¡°La iglesia me proporcion¨® muy pronto una experiencia de tocar en vivo, y me dio otra perspectiva de la m¨²sica¡±, asegura. ¡°Comprend¨ª que estaba gobernada por otra persona. Que la m¨²sica no te sirve a ti sino que t¨² sirves a su esp¨ªritu¡±.
¡°Lo que denuncia Black Lives Matter lo he vivido toda mi vida. Esa noci¨®n de que la importancia de una vida puede estar determinada por su piel¡±
Aquel saxof¨®n, que pronto cambio por uno tenor, alej¨® a Kamasi de un destino probable. Nacido en 1981, creci¨® entre los barrios angelinos de South Central e Inglewood, donde viv¨ªan sus padres divorciados. Era territorio de bandas, del crack, de violencia policial. Los disparos y la sirenas compet¨ªan con Coltrane en la banda sonora de su ni?ez. La est¨¦tica de las bandas callejeras ejerc¨ªa cierta atracci¨®n en el joven Kamasi, pero la temprana lectura de la autobiograf¨ªa de Malcolm X le hizo comprender que hab¨ªa caminos m¨¢s ¨²tiles que la autodestrucci¨®n.
¡°Si hac¨ªas algo, las bandas te dejaban en paz¡±, explica. ¡°La m¨²sica les gustaba, as¨ª que si andabas por ah¨ª con un instrumento, te proteg¨ªan. No solo eso: la m¨²sica me dio una identidad. Hab¨ªa mucha presi¨®n externa para imponerte, desde muy peque?o, una imagen. Eres un g¨¢nster, eres un asesino. Si no tienes otra cosa a la que agarrarte es muy f¨¢cil sucumbir a eso. Pero no, yo era un m¨²sico¡±.
Pronto se cruz¨® en su camino Reggie Andrews, profesor que reclutaba chavales talentosos de diferentes escuelas y los pon¨ªa a tocar juntos por las tardes. Aquella Multi-School Jazz Band volvi¨® a unir a Washington con sus amigos de la infancia, los hermanos Ronald Jr. y Stephen Bruner, y con otros j¨®venes ¨Cel saxofonista alto Terrace Martin, el pianista Cameron Graves, el bajista Miles Mosley- con los que empezar¨ªa a dar forma a la escena de jazz underground de Los ?ngeles.
La m¨²sica de Washington es el producto de una educaci¨®n formal elitista y de la escuela de la calle. Logr¨® una beca para estudiar etnomusicolog¨ªa en la universidad de California, pero en su primer a?o entrar¨ªa en otra escuela bien distinta: la del hip hop de masas. Le contrataron para ir de gira con Snoop Dogg.
De tocar rap extrajo lecciones valiosas: ¡°No solo es lo que tocas, sino c¨®mo lo tocas. Ten¨ªas que escuchar la m¨²sica, o¨ªr su sentimiento, su vibe. Te hace pensar en el fraseo y lo convierte en una prioridad. C¨®mo vas a colocar algo en el ritmo. Tocar con Snoop me hizo muy sensible a eso. Y afect¨® a c¨®mo escuchaba el jazz¡±.
El combo de estudiantes pronto se convirti¨® en el Get Down, colectivo creado alrededor de una jam session en una cocteler¨ªa de Hollywood, donde daban rienda suelta a todo eso que llenaba su porosa cabeza de estudiantes. ¡°?ramos los mismos de siempre, con alguno tocaba desde que me regalaron la bater¨ªa a los tres a?os¡±, asegura. ¡°Quer¨ªamos una jam de m¨²sica original. Escrib¨ªas tu m¨²sica e ibas a tocarla. Todas las canciones se guardaban en un libro, que llam¨¢bamos el Get Down¡±.
En diciembre de 2011 decidieron entrar en el estudio a registrar todo aquello. ¡°Quisimos documentar nuestro propio sonido¡±, explica. ¡°Ten¨ªamos ese gran libro, as¨ª que decidimos reunirnos y grabar la m¨²sica de unos y otros. El resultado fue 190 canciones o algo as¨ª. Eran sesiones de 10 de la ma?ana a dos de la madrugada, como una de esas f¨¢bricas de sudor pero de m¨²sica. Ocho personas hicimos ¨¢lbumes de esas sesiones. De ah¨ª sali¨® The epic¡±.
Hablan de Washington como el mayor acontecimiento en el jazz desde que Wynton Marsalis irrumpi¨® en la escena neoyorquina a principios de los ochenta. Pero Washington no defiende un regreso a las esencias como Marsalis. Tampoco abandera una determinada fusi¨®n transgresora. Lo suyo es una porosidad natural. No es un purista ni un vanguardista. Es, recuerden, un mero transmisor.
¡°La m¨²sica es una sola cosa¡±, insiste. ¡°Hay g¨¦neros, palabras que la describen. Pero las palabras deben servir a la m¨²sica, no al rev¨¦s. No me interesan las consideraciones sobre si el jazz tiene que tener esto o esto otro. Si encuentras una palabra que la defina, bien; si no, tambi¨¦n. Yo solo hago la m¨²sica que siento¡±.
Kamasi Washington. ¡®Heaven and Earth¡¯. Young Turks. El saxofonista act¨²a ma?ana en Madrid (La Riviera) y el lunes en Barcelona (Razzmatazz).
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