Incompetencia presidencial
El palco le niega una oreja a Fortes tras una actuaci¨®n merit¨ªsima del torero malague?o
Debiera existir un comit¨¦ taurino que analizara las decisiones presidenciales y sus consecuencias en el curso de la fiesta, en sus toros y sus hombres. Si as¨ª fuera, el presidente de la corrida de ayer, Jos¨¦ Mag¨¢n Alonso, ser¨ªa, sin duda alguna, severamente amonestado por haber cometido un grav¨ªsimo error al negar la oreja del ¨²ltimo toro a Fortes.
Era uno de esos trofeos de libro, de primero del curso de formaci¨®n para presidentes de festejos taurinos. En el ruedo, un toro de 632 kilos de peso, muy seriamente armado, astifinos los pitones, como agujas ambos, y un torero de una pieza que ven¨ªa dispuesto a no pasar desapercibido en tarde de tanto compromiso para su carrera.
Es Fortes un torero nuevo -ya lo anunci¨® en esta misma plaza el pasado Domingo de Ramos-, con la cabeza amueblada, el coraz¨®n en su sitio, templanza en las mu?ecas e inspiraci¨®n en sus formas toreras. Y lo demostr¨® al sacar a ese toro del caballo, con el que bien se agarr¨® el picador Francisco de Borja Ruiz; lo recibi¨® Fortes con una ver¨®nica, lent¨ªsima, primero, preciosas cordobinas, despu¨¦s, y una media larga, extensa, lent¨ªsima, que dej¨® embobada a la concurrencia. No es que fueran dibujos henchidos de misterio, que s¨ª, sino, adem¨¢s, sorprendentes y emocionantes por inesperados.
Pedraza de Yeltes / Escribano, Luque, Fortes
Toros de Pedraza de Yeltes, bien presentados, muy mansos, descastados, sosos y sin clase.
Manuel Escribano: pinchazo, media tendida y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Daniel Luque: pinchazo ¡ªaviso¡ª media estocada y tres descabellos (silencio); estocada (silencio).
Fortes: bajonazo (silencio); estocada (mayoritaria petici¨®n y dos vueltas al ruedo).
Plaza de Las Ventas. Cuarto festejo de la Feria de San Isidro. 11 de mayo. Algo menos de tres cuartos de entrada (15.889 espectadores, seg¨²n la empresa).
Muleta en mano, asentadas siempre las zapatillas, con el pensamiento sereno en la cara del toro, Fortes fue moldeando, poco a poco, una labor de menos a m¨¢s, valent¨ªsima, desbordante de gallard¨ªa en tandas por ambas manos, incompletas por la nobleza sosa de su oponente, pero pre?adas de torer¨ªa en todo momento. Sufri¨® una voltereta sin consecuencias, y, en lugar de descomponerse, se vino arriba, junt¨® los pies, y traz¨® muletazos apasionados, con los alfileres del toro en el corbat¨ªn, como en trance y sin perder la compostura. Y la estocada la cobr¨® porque se tir¨® sobre el morrillo del animal, como mandan los c¨¢nones cuando el triunfo est¨¢ a la mano.
La plaza se cubri¨® de pa?uelos, pero el presidente decidi¨® que aquella emoci¨®n vivida no era merecedora de trofeo. Grav¨ªsimo error, que ojal¨¢ no afecte negativamente en el futuro de este valiente que destila temperamento y personalidad.
Hubo m¨¢s: en un quite al segundo de la tarde, Fortes traz¨® un par de chicuelinas ajustadas que remat¨® con una hermosa ver¨®nica y una media de cartel.
Ah¨ª queda la tarde de un torero llamado a la gloria si no se le tuerce la suerte; ojal¨¢ as¨ª sea a pesar de la incompetencia del presidente madrile?o. Fortes dio dos vueltas al ruedo y el palco recibi¨® una sonora bronca, pero el error ha quedado ya para la historia.
Ah¨ª acab¨® la corrida. Y no solo por la hora, sino porque la muy descastada, sosa, mansa, ins¨ªpida y aburrid¨ªsima corrida de Pedraza de Yeltes no posibilit¨® m¨¢s momentos de gozo.
Manuel Escribano lo intent¨® sin ¨¦xito. Brind¨® sus dos toros inservibles a dos amigos, con los que qued¨® bien, pero no pudo triunfar. Muy desesperanzado ante su antip¨¢tico primero, quiso elevar el nivel ante el cuarto, al que recibi¨® de rodillas en los medios, pero el toro se durmi¨® demasiado pronto. Puso banderillas a los dos, y ninguno de los seis pares fue lucido; arriesgado, s¨ª, el que coloc¨® al quiebro sentado en el estribo, pero no m¨¢s. Un matador banderillero debe tener m¨¢s acierto que su cuadrilla.
Bien Luque a la ver¨®nica en dos ocasiones, y un derroche de voluntad y entrega en su imposible lote de moles de carne. Afanoso en todo momento, pero hasta ah¨ª pudo leer.
Dos horas y cuarto de corrida merecieron la pena por el derroche de torer¨ªa final de Fortes, deslucido por el incomprensible error de quien debe velar por el orden p¨²blico y no provocar un altercado.
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