El sonido meti¨® al bisabuelo en el armario
El actor de cine mudo Buenaventura Ib¨¢?ez lleg¨® a trabajar con Bu?uel pero las pel¨ªculas sonoras acabaron con su carrera
El d¨ªa que C¨¦sar Ib¨¢?ez Cagna vio a su padre en la televisi¨®n decidi¨® sacarlo del armario. Pon¨ªan La edad de oro, de Luis Bu?uel, y, de repente, se encontr¨® con ese rostro plagado de moscas del padre de la protagonista, Buenaventura Ib¨¢?ez Pallar¨¦s. ?l sab¨ªa que su progenitor hab¨ªa sido actor, pero nunca lleg¨® a profundizar en su carrera, en parte por ¡°la mala vida¡± que esta le hab¨ªa dado, dice Rafael Ib¨¢?ez Hern¨¢ndez, nieto del int¨¦rprete. El ver esa pel¨ªcula dio pie a Ib¨¢?ez Cagna a organizar todo el material que conservaba de su padre en un mueble: fotograf¨ªas, postales, contratos, carteles de estrenos, entradas, recortes de peri¨®dicos... y, as¨ª, devolver un poco a la vida a quien hab¨ªa interpretado a multitud de personajes en m¨¢s de ochenta filmes y a quien, como a tantos otros actores, el cine sonoro enmudeci¨® dej¨¢ndolos relegados al olvido.
Buenaventura Ib¨¢?ez Pallar¨¦s (Barcelona, 1876-1932) era un actor que se dedic¨® a la pantomima. Comenzaba el siglo XX y este g¨¦nero no muy aclamado por la cr¨ªtica pero s¨ª por el p¨²blico abundaba en teatros y barracas del reci¨¦n estrenado Paral¡¤lel barcelon¨¦s, que entonces se llamaba avenida del Marqu¨¦s del Duero, y que algunos quisieron comparar con el parisiense Montmartre o con lo que despu¨¦s ser¨ªa el neoyorquino Broadway. Otros, los m¨¢s socarrones sobre la nueva Barcelona que se estaba construyendo, dec¨ªan: ¡°Quisimos hacer un peque?o Par¨ªs y nos ha resultado un Sabadell engrandecido¡±. En estas salas se forj¨® la carrera de Buenaventura, trabaj¨® con algunos de las mejores compa?¨ªas, como la de los Onofri, incluso, mont¨® la suya. Pero a pesar de su gran repertorio, de su ingenio para escribir, dirigir y actuar, de su rostro pierrotesco y de su amplitud de registros, la pantomima (cultivada por maestros como Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Jacinto Benavente o Federico Garc¨ªa Lorca) fue cayendo en decadencia mientras otras artes, como el cine, empezaban a despegar.
Hablaba varios idiomas pero ninguno correctamente, el sonido, parad¨®jicamente, dej¨® m¨¢s mudo al mimo
As¨ª, en 1909, Ib¨¢?ez Pallar¨¦s emigr¨® a Italia donde la industria cinematogr¨¢fica ten¨ªa m¨¢s relevancia. El cine mudo recurri¨® a mimos como ¨¦l y ah¨ª, crey¨® que encontrar¨ªa su fil¨®n.
Los datos de este actor que han llegado hasta hoy se deben fundamentalmente a la recopilaci¨®n que su bisnieta, Carla Ib¨¢?ez Acinas, ha hecho para realizar el documental Buenaventura Ib¨¢?ez, un recuerdo sin voz. A partir de ese armario en el que se quedaron silenciados los pocos recuerdos que conservaron ha ido recuperando la figura de Buenaventura, El Nonno (abuelo en italiano), para ella. De peque?a ve¨ªa alguna foto, le contaban que su bisabuelo hab¨ªa sido actor y ella se preguntaba: ¡°?Pero actor como Brad Pitt?¡±, esas eran las referencias de esta burgalesa de 24 a?os, luego buscaba en Google y no encontraba nada. Fue a partir de sus estudios en Comunicaci¨®n Audiovisual en la Universidad de Nebrija y, sobre todo, tras cursar Historia del Cine cuando decidi¨® hacer un documental sobre Buenaventura como trabajo fin de grado. Lo que era un recuerdo y un mueble familiar se ha convertido en una pel¨ªcula de car¨¢cter enciclop¨¦dico donde ha compilado los trabajos de su bisabuelo y el contexto en el que se produjo: cuando el cine comenzaba y la industria en Espa?a era tan floja ¡ªhab¨ªa algo, pero muy poco en Barcelona¡ª que tuvo que marcharse a Italia y a Francia donde desarroll¨® su carrera.
Su apuesta figura le llev¨® a participar en m¨¢s de ochenta pel¨ªculas ¡ª¡°y las que me quedan por descubrir¡±, apunta su bisnieta¡ª como Cabiria (1914), con guion de Gabriele D¡¯Annunzio; El puente de los suspiros (1921), de Domenico Gaido; varias del director italiano Augusto Genina, del que la familia conserva algo de correspondencia; Cin¨®polis (1930), en la que aparece Imperio Argentina... Seg¨²n se iba desarrollando la t¨¦cnica, Buenaventura, que era un eterno personaje secundario, fue perdiendo oportunidades. Hablaba varios idiomas pero ninguno bien, el sonido, parad¨®jicamente, le dej¨® m¨¢s mudo. A¨²n as¨ª, todav¨ªa trabaj¨® con Bu?uel y alguien ser¨ªa cuando pidi¨® doble salario por aparecer con la cara llena de moscas, por el perjuicio que eso podr¨ªa suponer a su imagen. La marca Bu?uel/Dal¨ª tambi¨¦n estaba en construcci¨®n.
Despu¨¦s: la decadencia. Buenaventura regres¨® a Barcelona donde no encontr¨® otro trabajo que el de acomodador de cine. Cuando muri¨®, en un peri¨®dico local solo apareci¨® una nota en la que se contaba que los compa?eros de clase de C¨¦sar Ib¨¢?ez Cagna, su hijo, estaban recaudando dinero para que el ni?o pudiera volver con su madre a Italia. Lleg¨® el ocaso de una historia ya contada en pel¨ªculas como El crep¨²sculo de los dioses, Cantando bajo la lluvia o The Artist: el cine sonoro hizo invisibles a actores del mudo. Buenaventura es hoy un desconocido en teatros como el Apolo, el Victoria o la famosa sala El Molino, que siguen poblando el Paral¡¤lel, lugar que le vio comenzar en la actuaci¨®n.
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