¡®Mister¡¯ Gilliam de la Mancha
Las lib¨¦rrimas actitud y creatividad de Gilliam son, en esta pel¨ªcula, su cielo y su infierno, su cuna y su tumba
EL HOMBRE QUE MAT? A DON QUIJOTE
Direcci¨®n: Terry Gilliam.
Int¨¦rpretes: Jonathan Pryce, Adam Driver, Joana Ribeiro, Jordi Moll¨¤.
G¨¦nero: comedia. Espa?a, Reino Unido, 2018.
Duraci¨®n: 133 minutos.
En el largo y tortuoso proceso de creaci¨®n de Ocho y ?, Federico Fellini lleg¨® a pensar: ¡°Soy un director que quer¨ªa hacer una pel¨ªcula que ya no recuerda¡±. Sin embargo, atascado en la mente en blanco, en el folio en blanco, en la pantalla en blanco, acab¨® saliendo del pozo con una idea c¨¦lebre: ¡°Har¨¦ una pel¨ªcula sobre la historia de un director que ya no sabe cu¨¢l era la pel¨ªcula que quer¨ªa hacer¡±.
Un pensamiento que tambi¨¦n ha debido barruntar Terry Gilliam en un viaje en el tiempo a¨²n m¨¢s dilatado y retorcido, el de El hombre que mat¨® a Don Quijote. Hasta conformar, 18 a?os despu¨¦s de lo previsto, su propio Ocho y ?, el delirante retrato de un director de cine que ya no es el que era a?os atr¨¢s, y que quiz¨¢ no recuerda la pel¨ªcula exacta que pretend¨ªa hacer. Una obra donde lo interno del relato se confunde con lo externo de la producci¨®n en s¨ª misma, con diversos gui?os al empedrado camino recorrido, en una amalgama metaling¨¹¨ªstica que, lejos de resultar caprichosa, es absolutamente coherente con el mito que la inspira y la mueve, el de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, sobre todo en su segunda parte, cuando el Quijote de Avellaneda, ap¨®crifo, provoca en el verdadero una serie de ficciones dentro de la ficci¨®n, con diversas concomitancias en la pel¨ªcula de Gilliam, en una suerte de juego de mu?ecas rusas que convierte en autoconscientes a sus personajes.
Y es ah¨ª, en ese proceso de identificaci¨®n entre el propio Gilliam y Alonso Quijano, agravado por las demenciales circunstancias de producci¨®n del imaginativo sue?o de la raz¨®n de ambos, donde reside lo m¨¢s interesante de una creaci¨®n desequilibrada, con instantes de brillante impacto visual y narrativo, en los que se intuye lo que pudo ser y no es, junto a pasajes cerca del desastre, no ya impostados sino directamente pedestres, en lo c¨®mico y en lo cinematogr¨¢fico.
Gilliam juega con toda clase de mensajes impl¨ªcitos. Gui?os a la fallida aventura de hace 18 a?os, retratada en el documental Lost in La Mancha, cuando apenas pudo filmar unos planos, entre el caos organizativo y las inclemencias del tiempo: el ruido de los helic¨®pteros de la polic¨ªa, evocador de los aviones del ej¨¦rcito que interrump¨ªan constantemente aquel rodaje. Incluso frases concretas: ¡°Es el ¨²nico mes del a?o en que no llueve¡¡±. Gui?os al tambi¨¦n fracasado proyecto de Quijote de Orson Welles, con planos exactos en su estilo, caracter¨ªsticos encuadres en picado y contrapicado, y en blanco y negro. Y gui?os a la extra?eza del idioma ingl¨¦s en una pel¨ªcula espa?ola sobre m¨ªticos personajes espa?oles, con un desternillante detalle de libertad narrativa que los espectadores comprender¨¢n o repudiar¨¢n.
Las lib¨¦rrimas actitud y creatividad de Gilliam son, de este modo, su cielo y su infierno, su cuna y su tumba. Y a pasajes impresionantes, como el de los cueros de vino o el de los ¡°no son gigantes, mi se?or¡±, pueden suceder gracias infumables de un director que, sin dejar de ser el so?ador que siempre fue, tras muchos a?os luchando contra molinos de viento en forma de productores y tormentas, se ha terminado convirtiendo en un caballero andante del cine, en el director quijote de una pel¨ªcula sobre El Quijote.
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