The last of us 2: El beso gay que rompe la feria del videojuego
Un atrevimiento en el tr¨¢iler muestra la milim¨¦trica precisi¨®n del m¨¢rketing l¨ªder de PlayStation 4
No hizo falta m¨¢s. Un beso. Algo tan simple, y tan poderoso, como la expresi¨®n de afecto m¨¢s sencilla. Claro que se lo dieron dos chicas. Claro que se lo dieron dos chicas en un videojuego en la apertura del evento m¨¢s enorme de la compa?¨ªa en cabeza. Y si uno va sumando claros ¡ªpor m¨¢s que se le pueda sacar punta a que esto siga siendo algo provocativo y rompedor en vez de mundano y natural¡ª se da cuenta de que este ha sido un gran momento no para la bacanal pixelada del E3, sino para todo un medio de expresi¨®n.
Como sigue habiendo muchos despistados, y el E3 permite algo que el resto del a?o resulta casi imposible, que los videojuegos abran los telediarios, pues este beso gay es algo as¨ª como una bomba at¨®mica. El que viva poco enterado se sentir¨¢ como fulminado por un rayo, descubriendo que aquello de matar marcianitos no est¨¢ muy lejos que toda esa trasgresi¨®n en streaming que late en los Netflix y derivados. Vamos, m¨¢s que no estar muy lejos, est¨¢ justo encima, el aliento sobre la nuca.
Fue un beso que resumi¨® muy bien la jugada maestra de Sony para volver a dar la sensaci¨®n de apisonadora sobre los dem¨¢s. Y digo dar la sensaci¨®n porque, por segundo a?o consecutivo, el ¨¢vido de novedades se queda con un gran remake, esto es, un reciclar, que adem¨¢s todo el mundo daba por hecho: el de Resident evil 2. Pero dando la sensaci¨®n Sony demuestra por qu¨¦ lleva la corona desde hace unas cu¨¢ntas generaciones, porque da la sensaci¨®n muy bien.
Lo que esta pluma puede aportarles, y que las im¨¢genes no pod¨ªan transmitir con la misma intensidad, es la sensaci¨®n de presencia en un ejercicio de metamarketing genialmente orquestado. Llegamos a la conferencia de Sony, el cierre del d¨ªa, como quien dice, con la copa en la mano, ansiosos de ver pero tambi¨¦n de cerrar un lunes muy largo y repleto de cosas que contar. Sony nos recibi¨® de la forma m¨¢s rara, en una carpa ambientada como una casa de troncos, un enorme espacio sin sillas adornado con guirnaldas de luces y con muchos menos periodistas que la competencia.
Luego, sin m¨¢s, le dio al bot¨®n de Play. De Play... Station, claro.
Y all¨ª sali¨® The last of us part II. Y all¨ª sali¨® Ellie, a bailar, despu¨¦s de que pareciera que iba a ligar con un chico asi¨¢tico que se qued¨® con las ganas. Porque Ellie se fue al centro de la pista, a desgana, pero en la compa?¨ªa de su novia, la que le comi¨® los morros en un momento sideral que fue recibido, evidentemente, con un gran ¡°oooooohhhh¡± de la concurrencia. Pero en el retru¨¦cano perfecto, la mu?eca dentro de la mu?eca, inmediatamente nos dimos cuenta de que el escenario en que transcurr¨ªa el baile sobre la pantalla era exactamente el mismo en el que est¨¢bamos f¨ªsicamente. Fue un truco de prestidigitador maravilloso.
Hay que comentar otra cosa excepcional del tr¨¢iler de The last of us part II, a tenor tambi¨¦n de su beso. Algo que no viene de nuevas, pues lo vimos en esa cumbre del videojuego que fue y sigue siendo God of war. Si Kratos acariciaba sus armas con expresi¨®n ausente, permiti¨¦ndose un intimismo impensable en sus pasadas y violentas aventuras, Ellie transforma un beso en un asesinato en un montaje de atracciones que r¨ªase usted de Eisenstein o Gance. Es un momento que encierra el resta?ar de esa sangrante herida entre los lados gamer e indie de la ecuaci¨®n; momento que a tenor de los hechos recientes, a¨²n est¨¢ bien lejano de pasar de la ficci¨®n a la realidad.
Del resto de la conferencia de Sony, pues por supuesto hubo mucha munici¨®n. M¨¢s que mucha, la munici¨®n adecuada. Ni una bala de menos, pero tampoco un proyectil de m¨¢s. Sony record¨® al francotirador experimentado, que alinea sus municiones como quien colecciona santos, sabiendo que cada uno de ellos es un alma camino del Hades. Jug¨® sobre seguro, con un formato que ya tiene dominado y que consiste ya no en la novedad, sino evidentemente en el hype, esa hip¨¦rbole digital que alimenta la conversaci¨®n en torno a tal o cual franquicia de la cultura pop. Sony domina el hashtag porque ha aprendido a dosificar, con la teatralidad del cine, la espectacularidad del videojuego. Baila al comp¨¢s de su tempo, y as¨ª es dif¨ªcil dar un paso en falso.
Ahora bien, por m¨¢s que Resident evil 2 llene, que lo nuevo de Kojima con cuatro espadas de Hollywood siga siendo de abrir la boca y que ese cercano Spider-Man luzca mejor que su hom¨®nimo en fotogramas, esta conferencia, a poco que uno lo piense, tiene sus peros. El primero nos concierne a nosotros, periodistas, que cada vez pintamos menos. Aunque Mr. Kojima y Mr. Druckmann estaban all¨ª, el Kubrick y el Scorsese de este cotarro, ni uno ni otro dijeron ni palabra. Ni ellos ni nadie.
Esto fue, como el a?o pasado, un desfilar de videos que me recuerda peligrosamente a esa dejadez con la autor¨ªa tan de nuestro tiempo, donde las cosas son ¡°de Netflix¡±, ¡°de Amazon¡± o, en este caso, ¡°de Xbox¡± o ¡°de PlayStation¡±. El ¡°de Nintendo¡± y a veces incluso el ¡°de Disney¡± pueden tener m¨¢s sentido porque son casas con una filosof¨ªa creativa de invisibilidad; con una misi¨®n colectiva. Pero, en todos los dem¨¢s casos (e incluso en estos), las obras en realidad son de alguien, alguien con nombres y apellidos que cre¨® aquello que paladeamos vorazmente con pedacitos de su alma. Qu¨¦ menos que o¨ªrle decir lo estupendo que le parece ser ombligo del mundo por un par de minutitos. O, si quiere, saludar a mam¨¢ y a la abuela. Pero algo, maldita sea. Humanidad.
Si la ansiedad por agradar y abrumar fue la t¨®nica de la conferencia de Microsoft, este lunes nos hemos encontrado con la cruz de la misma moneda. Sony es complaciente con su ¨¦xito, aunque sea esta una brillante complacencia. Sabe que para petarlo a veces basta con un beso y luego, echarse a dormir con una sonrisa mientras las palmas sangran aplausos.
Babelia
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