?Se acuerdan de la crisis?

Hipotecas subprime. Capital riesgo. Merrill Lynch. Lehman Brothers. Viernes negro en la Bolsa. Lunes negro en la Bolsa. Activos t¨®xicos. Desaceleraci¨®n. Burbuja inmobiliaria. Desahucios. Rescate bancario. Paro. Inyecci¨®n de capital. Desahucios. Paro. ?Se acuerdan ustedes de cuando estas palabras ocupaban las portadas de los peri¨®dicos y corr¨ªan de boca en boca como si todos hubi¨¦ramos estudiado un m¨¢ster en finanzas? Hace apenas diez a?os, pero parece que hablamos de un tiempo lejano. Un mal sue?o que nadie quiere recordar.

Mal hecho. Islandia, obra de la dramaturga catalana Llu?sa Cunill¨¦, nos invita a hacer un viaje a ese pasado. Un viaje inc¨®modo, fatigoso, sin concesiones: no hay lugar para el turismo ni el entretenimiento. No les voy a mentir, este no es un texto f¨¢cil, requiere atenci¨®n y le sobran algunos momentos discursivos, pero es un texto necesario: nos traslada justo al instante posterior al batacazo, ese momento de confusi¨®n en el que uno todav¨ªa no sabe lo que ha pasado ni por qu¨¦. Y nos recuerda desde la primera escena, con un bucle temporal fant¨¢stico, que aquello que pas¨® puede volver a pasar.

La obra se plantea en verdad como un viaje: el de un chico de 15 a?os que vuela de Islandia a Nueva York en los a?os m¨¢s duros de la depresi¨®n econ¨®mica. En la ciudad americana conocer¨¢ a una serie de personajes marginales, los m¨¢s castigados por la crisis, que transformar¨¢n su ingenuidad en desaz¨®n. Se echa en falta ese tr¨¢nsito en la interpretaci¨®n del actor que encarna el papel del chico (el joven Abel Rodr¨ªguez): su trabajo resulta demasiado plano, no hay metamorfosis.

La direcci¨®n de Xavier Albert¨ª es sutil, deja todo el protagonismo al texto, que ciertamente es poderoso tanto en los di¨¢logos como en su estructura. Tampoco hace concesiones Albert¨ª: no acelera el ritmo, marca los silencios ¡ªtan importantes en la escritura de Cunill¨¦¡ª y no fuerza emociones. Lo mejor de su puesta en escena es la atm¨®sfera que consigue: ¨¢rida y ¨¢spera, con la textura de las pesadillas. Contribuye a ello la magn¨ªfica escenograf¨ªa que firma Max Glaenzel, que lo mismo evoca un aparcamiento que un callej¨®n lleno de ratas o un t¨²nel de metro. Todos ellos espacios subterr¨¢neos, huecos, inquietantes.