Claude Debussy se instala en la Alhambra
Fran?ois-Xavier Roth devuelve a la m¨²sica del compositor franc¨¦s su sonoridad original en el Festival de Granada
Lo m¨¢s cerca que estuvo Claude Debussy de Granada fueron las pocas horas que pas¨® en San Sebasti¨¢n para asistir a una corrida de toros. No sabemos nada a ciencia cierta de aquella estancia, y ni siquiera hay constancia de cu¨¢ndo se produjo, aunque es probable que fuera en el verano de 1880 tras un viaje, este s¨ª bien documentado, a Arcachon, donde dio clases a los hijos de Nadezhda von Meck, la protectora de Chaikovski, que es quien debi¨® de tomar la iniciativa de desplazarse a la capital guipuzcoana, deseosa como estaba siempre de conocer los lugares de moda entre la gente adinerada de Occidente.
Debussy: Marche ¨¦cossaise, Nocturnes y Jeux. Franck: Variaciones sinf¨®nicas. Saint-Sa?ns:Bacchanale.Jean-Efflam Bavouzet (piano). Coro de la Orquesta Ciudad de Granada y Les Si¨¨cles. Dir.: Fran?ois-Xavier Roth. Palacio de Carlos V, 24 de junio.
Ib¨¦ria es, sin embargo, una de las m¨¢s grandes obras orquestales del compositor franc¨¦s y en su cat¨¢logo pian¨ªstico se dan cita piezas magistrales como La soir¨¦e dans Gr¨¦nade (la segunda de las Estampes) y La puerta del Vino (el tercero de los Pr¨¦ludes contenidos en el segundo libro), ambas estrenadas por Ricardo Vi?es, o Lindaraja, una composici¨®n para dos pianos que toma su nombre de uno de los patios de la Alhambra. Y, lo que es mucho menos conocido, entre las canciones de juventud de Debussy encontramos t¨ªtulos como Madrid, princesse des Espagnes, Seguidille y Chanson espagnole, a partir de poemas de Alfred de Musset y Th¨¦ophile Gautier, dos reconocidos hispan¨®filos. Su primera tentativa oper¨ªstica, que qued¨® incompleta, aunque su composici¨®n estaba muy avanzada, fue Rodrigue et Chim¨¨ne, con libreto de Catulle Mend¨¨s, y de no haber sido porque la magia de Pell¨¦as et M¨¦lisande de Maurice Maeterlinck se apoder¨® de Debussy desde que ley¨® el drama en 1892, hoy se representar¨ªa en los teatros una ¨®pera francesa sobre los amores del Cid y Jimena, muy diferente a buen seguro de la de Massenet.
En el a?o de su centenario, Debussy y su m¨²sica son los hu¨¦spedes de honor en la colina de la Alhambra. A tenor de lo que acaba de apuntarse, ?d¨®nde mejor? El Festival de Granada ha tenido el gran acierto de invitar, en la que son sus primeras actuaciones en Espa?a, a la orquesta Les Si¨¨cles, una creaci¨®n personal y parec¨ªa que tambi¨¦n intransferible de Fran?ois-Xavier Roth que tiene la peculiaridad de tocar con instrumentos de ¨¦poca. Esto, que nos resulta familiar en los repertorios barroco, cl¨¢sico y, como mucho, rom¨¢ntico temprano, no suele asociarse a m¨²sicas nacidas a finales del siglo XIX o comienzos del XX. Sin embargo, los instrumentos tambi¨¦n han cambiado notablemente desde entonces, de ah¨ª que el Debussy que ha sonado en la Alhambra sea muy diferente del que estamos habituados a escuchar.
Cuerdas de tripa, toda una panoplia de instrumentos de viento sin modernizar con carn¨¦s de identidad inequ¨ªvocamente franceses, arpas originales ?rard o empleo comedid¨ªsimo del vibrato por parte de los instrumentistas de cuerda (una de las grandes lacras de las orquestas modernas) tienen consecuencias inmediatas en la interpretaci¨®n, y la m¨²sica de Debussy se beneficia sobremanera de esa carencia de peso y tensi¨®n a?adida, y de esa ganancia en claridad, en fluidez, en colorido. Lo que se pierde en rotundidad y volumen sonoro se gana en nitidez de la articulaci¨®n, en flexibilidad, en timbres desconocidos, que son casi radicalmente nuevos, por ejemplo, cuando los instrumentos de metal tocan con sordina: la calidad se impone con mucho a ese derroche de cantidad al que nos han malacostumbrado.
Lo de casi intransferible se ha escrito m¨¢s arriba porque el flamante director del Festival, Pablo Heras-Casado, se arrog¨® tambi¨¦n audazmente el pasado viernes el privilegio de dirigir el concierto inaugural de su primera edici¨®n al frente de Les Si¨¨cles. El programa lo integraban, como no pod¨ªa ser de otra manera, cuatro obras de Claude Debussy. El domingo por la noche, ya con Roth al frente de su criatura, el compositor franc¨¦s convivi¨®, en un interesante ejercicio de contraposiciones, con C¨¦sar Franck (con quien estudi¨® ocasionalmente y al que siempre respet¨®) y Camille Saint-Sa?ns (con cuyos postulados est¨¦ticos raramente comulg¨®). Del primero o¨ªmos sus Variaciones sinf¨®nicas, magn¨ªficamente tocadas por Jean-Efflam Bavouzet, uno de los mejores pianistas franceses del momento, aunque se ha prodigado desgraciadamente muy poco en nuestro pa¨ªs. Todo en su interpretaci¨®n fue idiom¨¢tico y musical, resaltando el torturado cromatismo de Franck y poniendo de relieve su clasicismo formal, pero su manera de tocar la variaci¨®n que marca el tr¨¢nsito de Fa sostenido menor a Fa sostenido mayor, secundado por lo que parec¨ªa una transl¨²cida gasa orquestal, fue un momento extraordinario. Fuera de programa, y de nuevo mandaban las circunstancias, regal¨® la ya citada La puerta del Vino, que se encuentra ¡°aqu¨ª al lado¡±, como dijo sonriendo Bavouzet, que toc¨® esta m¨²sica en ritmo de habanera con enorme libertad y desparpajo. Su cara reflejaba que estaba feliz y se sent¨ªa privilegiado de estar tocando esta m¨²sica donde estaba haci¨¦ndolo, sin mediaci¨®n de tarjetas postales.
De Saint-Sa?ns son¨® al final del concierto el ballet del tercer acto de su Samson et Dalila, conocido habitualmente como la Bacchanale. Fue una elecci¨®n extra?a y, con su orientalismo impostado y efectista, la ¨²nica concesi¨®n del programa al aplauso f¨¢cil, aunque supon¨ªa tambi¨¦n un gui?o muy pertinente al cierre del concierto inaugural del pasado viernes, cuya ¨²ltima obra, la Primera suite d¡¯orchestre de Debussy, se cierra asimismo con un Cort¨¨ge et Bacchanale. Pero ven¨ªamos de escuchar los tres Nocturnes de Debussy, una de las cimas de su producci¨®n orquestal, y tras ella la m¨²sica de Saint-Sa?ns sonaba casi como de cart¨®n-piedra, o como burdos brochazos sobre un lienzo en el que antes hab¨ªa depositado Debussy tenues y finas pinceladas. Por apurar los s¨ªmiles, era algo as¨ª como abandonar la Alhambra de verdad y trasladarse al hotel Alhambra Palace.
Lo mejor del concierto fueron, con mucho, las tres obras de Debussy, de nuevo complemento de las cuatro programadas el viernes y enriquecedoramente contrastantes entre s¨ª. Para calentar motores (aunque la noche granadina ya estaba suficientemente caldeada), la Marche ¨¦cossaise, transcripci¨®n orquestal de una amable y desenfadada pieza juvenil para piano a cuatro manos. Y a continuaci¨®n, justo en el otro extremo del arco, Jeux, la ¨²ltima palabra orquestal de Debussy, que alcanz¨® aqu¨ª el punto m¨¢s alto de abstracci¨®n y modernidad que encontramos en su cat¨¢logo. Destinada para los Ballets Rusos, y coreografiada por Vaslav Nijinsky (Roth y Les Si¨¨cles acaban de ofrecerla con la coreograf¨ªa original durante una gira por China y Jap¨®n), su misterioso comienzo ejerce tal magnetismo que, a partir de estos primeros compases, no cabe m¨¢s que sucumbir a su hechizo: ¡°sonidos de eco¡± de la trompa, arm¨®nicos en las arpas, octavas y arm¨®nicos con sordina en las violas, una nota tenida, tambi¨¦n con sordina, en la mitad de los segundos violines. Fue un milagro t¨ªmbrico, casi imperceptible, que se multiplic¨® sin cesar a lo largo de una obra rabiosamente moderna en la que Roth logr¨® mantener la unidad al tiempo que dejaba que todo fluyera con una enorme flexibilidad, haciendo as¨ª bueno el dictum de Pierre Boulez, para quien Jeux es una obra ¡°tan mutable a cada instante como homog¨¦nea en su desarrollo¡±. Hay que recordar que, adem¨¢s de bucear asiduamente en la m¨²sica, sobre todo francesa, del tr¨¢nsito del siglo XIX al XX, Roth es tambi¨¦n un gran especialista en el repertorio contempor¨¢neo, Boulez incluido, y ah¨ª est¨¢ su reciente y memorable versi¨®n de Die Soldaten en Colonia como prueba fehaciente. Quiz¨¢ por ello su Debussy tiene una rara condici¨®n j¨¢nica: reveladoramente antiguo en sus sonoridades respecto a su inveterada tradici¨®n interpretativa y abiertamente moderno en su fraseo y planteamiento formal.
Las maravillas se sucedieron tambi¨¦n en los tres Nocturnes, y muy especialmente en Nuages, otro milagro t¨ªmbrico en la noche sin nubes granadina y a cuyo tramo final decidieron sumarse varias palomas que revoloteaban por el palacio y que incorporaron un zureo intermitente. F¨ºtes fue jovial e impulsiva, como reclama la m¨²sica, mientras que Sir¨¨nes, con las cantantes del Coro de la Orquesta Ciudad de Granada intercaladas entre los instrumentistas de cuerda, se pareci¨® mucho a lo que siempre imaginamos que debieron de escuchar Odiseo y sus compa?eros camino de ?taca: m¨²sica inasible, transparente casi, et¨¦rea, esquiva, irresistible. Roth y sus m¨²sicos se conocen muy bien y el entendimiento es total, tienen esta m¨²sica interiorizada y se ve que la han trabajado a fondo para despegar de ella inc¨®modas adherencias (como el restaurador que limpia un cuadro de Whistler o Monet y le devuelve sus colores y su textura originales) y acercarla en lo posible a las que debieron de ser las sonoridades que imagin¨® Claude Debussy.
A pesar de tener a toda la orquesta sobre el escenario, Roth volvi¨® a dar una muestra de recato y ofreci¨® como propina el Adagietto de la primera suite de L¡¯Arlesienne de Bizet, una leve miniatura para cuerda con sordina que puso de nuevo de manifiesto la excepcional calidad de sus m¨²sicos. El Real Ballet de Flandes bailar¨¢ esta noche la m¨²sica de Debussy en el Teatro del Generalife y Pierre-Laurent Aimard llevar¨¢ el martes varios de sus prodigios pian¨ªsticos al Patio de los Arrayanes, ah¨ª es nada, pero, a pesar del endecas¨ªlabo que encabeza estas l¨ªneas, el compositor franc¨¦s solo pudo imaginar Granada, pero no vino nunca hasta aqu¨ª, ni vendr¨¢ ya nunca. Fran?ois-Xavier Roth s¨ª lo ha hecho, llenando la Alhambra de fragancias desconocidas, savoir-faire y autenticidad. Ojal¨¢ vuelva pronto.
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