Arte de la novela
Empezar una novela es como entrar en una habitaci¨®n en penumbra. Hay pormenores que no se advierten de primeras
He terminado de leer The Other House y me he quedado un rato con el libro en las manos, sin hacer nada, dejando que la novela cale en m¨ª, como cuando termina una pel¨ªcula en el cine y uno est¨¢ tan empapado en ella que no se mueve de su asiento y no tiene ganas de levantarse ni de salir todav¨ªa a la calle. (Deber¨ªa haber momentos as¨ª en un concierto, al final de una obra, par¨¦ntesis respetuosos de silencio, antes del frenes¨ª algo exhibicionista de los aplausos). He terminado The Other House y al cabo de un rato he vuelto al principio y me he concentrado de nuevo en la lectura, ahora con la claridad de la segunda vez, que me permite darme cuenta de todas las sugerencias que Henry James va insinuando desde la primera p¨¢gina. Uno est¨¢ distra¨ªdo cuando empieza una novela. Es como entrar desde la calle en una habitaci¨®n en penumbra. Hay pormenores fundamentales que no se advierten de primeras: motivos que se enuncian muy pronto, pero que el o¨ªdo a¨²n no sabe distinguir. Por eso una novela que merezca ser le¨ªda ha de leerse al menos dos veces, y a ser posible sin pausa, para no dar tiempo a que act¨²e el olvido.
Es en la segunda lectura cuando me doy cuenta de verdad de c¨®mo est¨¢ hecha la novela. Quiz¨¢ me gusta todav¨ªa m¨¢s porque he tardado muchos a?os en llegar a ella. Algunas novelas nos esperan. Esperan a que alcancemos el grado necesario de madurez, o a que encontremos un periodo sostenido de sosiego, o a que dominemos mejor el idioma en el que est¨¢n escritas. Yo s¨¦ que compr¨¦ The Other House hace 13 a?os porque he encontrado entre sus p¨¢ginas el recibo de una librer¨ªa de Nueva York que ya no existe, Crawford Doyle, con su escaparate a la sombra de un toldo azul en una acera de la parte lujosa de Madison Avenue. Es una de esas ediciones s¨®lidas y atractivas de The New York Review of Books. Atrae al tacto igual que a la mirada. Quiz¨¢ la empec¨¦ entonces, pero la dej¨¦ a un lado, porque exigir¨ªa una atenci¨®n de la que yo no era capaz en aquel momento. No la le¨ª, pero sigui¨® conmigo en mudanzas diversas, en mi biblioteca errante que iba creciendo o reduci¨¦ndose seg¨²n el espacio de cada domicilio, y seg¨²n la necesidad de aliviarse uno la vida y de desprenderse del peso muerto de lo acumulado porque s¨ª.
Es bueno que los libros ocupen un lugar visible en el espacio. En una nueva estanter¨ªa, en otra ciudad, al otro lado del oc¨¦ano, lo que queda de la biblioteca resume una parte de lo mejor de aquellos a?os de mi vida. Rescatados del guardamuebles donde han permanecido casi un a?o, sacados de las cajas, los libros son a la vez un recordatorio y un proyecto, el testimonio de lo ya le¨ªdo y la promesa seductora de todo lo que hay en los que me faltaba por leer. En otra casa de otra ciudad el primer libro que he empezado a leer ha sido The Other House, tal vez inducido por su t¨ªtulo, que en su simplicidad misteriosa contiene cifrada la novela entera. Alba la tiene publicada en espa?ol en una edici¨®n igual de atractiva. Empec¨¦ la lectura en la cama, pero aunque el tono me seduc¨ªa desde la primera frase con esa m¨²sica sinuosa de James, no me enter¨¦ de mucho, porque ten¨ªa sue?o, y al d¨ªa siguiente no recordaba nada.
Una novela que merezca ser le¨ªda ha de leerse al menos dos veces, y a ser posible sin pausa, para no dar tiempo a que act¨²e el olvido
Hay que estar muy despierto y muy l¨²cido para leer una novela. Y el grado de concentraci¨®n exigido es mayor cuando se trata de una novela de Henry James, porque sus historias tratan de lo que sucede por debajo de las apariencias y lo que permanece oculto bajo las palabras que las personas se dicen entre s¨ª, y lo que est¨¢n diciendo sin decir, y lo que nunca cuentan y casi no llega a saberse, lo que es posible adivinar o intuir, sin lograr nunca una certeza, o descubriendo de golpe algo inaudito o atroz: una frase trivial segrega el veneno que intoxica una vida; en una tarde de verano, en un jard¨ªn ingl¨¦s, puede irrumpir un fantasma, o se cometer¨¢ un crimen.
The Other House empieza pareciendo una comedia inglesa de costumbres y deriva gradualmente en una historia de horror. Solo al leerla por segunda vez es posible darse cuenta de los pasos que llevan como por azar de la claridad a la negrura, con una naturalidad semejante a la del paso de las horas en un solo d¨ªa, de la ma?ana a la noche, de la cotidianidad trivial a la desgracia, de los buenos modales al crimen. The Other House empez¨® siendo el boceto de una obra teatral que James no lleg¨® a escribir. Su infortunio como autor dram¨¢tico fue una ventaja para nosotros, sus lectores futuros. La forma teatral determina lo limitado de los espacios de la historia y la compresi¨®n del tiempo, y tambi¨¦n la polifon¨ªa del di¨¢logo, y la sensaci¨®n de simetr¨ªa. La primera parte sucede en un solo lugar, en una ma?ana; la novela contin¨²a y culmina cuatro a?os despu¨¦s, de la ma?ana a la noche. El fluir del tiempo se hace todav¨ªa m¨¢s visible en las escenas finales, cuando el atardecer da paso a la noche, y los personajes hablan sin darse cuenta de que est¨¢ oscureciendo, y se quedan mudos cuando alguien entra trayendo una l¨¢mpara. Hay una casa y otra, cercanas pero separadas por un r¨ªo, unidas por el puente que va de un jard¨ªn a otro. Hay un narrador que parece moverse invisiblemente entre los personajes, porque no est¨¢ en el patio de butacas, sino en el mismo escenario, de modo que puede acercarse como en primeros planos de cine, o bien observar desde un rinc¨®n, o atisbar por las ventanas abiertas lo que sucede al otro lado, en la otra casa, y tambi¨¦n detr¨¢s de esas puertas teatrales que no se llegan a abrir, o en ese fondo que podr¨ªa ser un paisaje pintado. Como en el teatro, los personajes son mensajeros que llegan para contar lo que no es l¨ªcito que veamos en escena, lo que es tan espantoso que nos har¨ªa apartar los ojos si pudi¨¦ramos verlo.
Hay una sensaci¨®n de plenitud al terminar la segunda lectura. Han valido la pena los a?os de espera. No hay arte narrativo como el de las novelas. Escribi¨¦ndolas uno est¨¢ preso de sus propias limitaciones, sus errores, sus angustias, sus incertidumbres. Es en leer las mejores novelas de otros donde est¨¢ la felicidad.
La otra casa. Henry James. Traducci¨®n de Carmen Franc¨ª. Alba, 2003. 344 p¨¢ginas. 20,60 euros.
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