La decepci¨®n de De Gaulle con Franco: ¡°Pero si es un anciano¡±
Un libro publicado en Francia rescata uno de los ¨²ltimos episodios de la vida del estadista franc¨¦s, su ansiado viaje a Espa?a y sus impresiones al conocer al dictador
El resumen de la reuni¨®n, la primera y ¨²nica entre dos de los generales m¨¢s c¨¦lebres del siglo XX, fue breve pero elocuente. ¡°Ah, pero si es un anciano¡±, cont¨® el general De Gaulle despu¨¦s de ver a Francisco Franco en Madrid. Como si hubiera poco que contar, como si el di¨¢logo entre ambos se hubiera parecido m¨¢s a un intercambio superficial en una visita de cortes¨ªa que a un cara a cara entre dos figuras de la historia contempor¨¢nea. Fue el 8 de junio de 1970.
Hac¨ªa un a?o que De Gaulle ¡ªel l¨ªder de la Francia libre contra la ocupaci¨®n nazi, el fundador de la V Rep¨²blica, el estadista que quiso devolverle la grandeur a su naci¨®n y cay¨® arrastrado por la onda expansiva del 68¡ª hab¨ªa abandonado el poder. Franco ¡ªel sublevado que gan¨® la Guerra Civil con la ayuda de los nazis, el proscrito de lo que entonces no se llamaba todav¨ªa comunidad internacional, que lo acab¨® tolerando por las necesidades de la Guerra Fr¨ªa¡ª llevaba m¨¢s de tres d¨¦cadas en el poder. A sus 79 a?os, De Gaulle hab¨ªa emprendido junto a su mujer y un ayudante un viaje privado por aquella Espa?a, mitificada por ¨¦l, de Don Quijote y Carlos V. Y Franco, entonces 77 a?os, no desaprovech¨® la ocasi¨®n para agasajarlo, en la medida que el esquivo general lo permiti¨®.
El encuentro es un episodio poco conocido en la biograf¨ªa de ambos. Un libro reci¨¦n publicado en Francia lo aborda e imagina qu¨¦ ocurri¨®. En Un d¨¦jeuner ¨¤ Madrid(Un almuerzo en Madrid), el periodista Claude S¨¦rillon, conocido presentador de telediarios y asesor durante un tiempo del presidente Fran?ois Hollande, especula con c¨®mo pudo transcurrir aquel mediod¨ªa en El Pardo, la residencia del dictador.
¡°Estos dos personajes hist¨®ricos, en campos opuestos, personalidades con parecidos y diferencias, ?qu¨¦ pudieron decirse? Mi libertad de novelista era hacer esto¡±, cuenta S¨¦rillon. ¡°Es posible que se conformasen con lugares comunes, y charlasen sin m¨¢s, pero quise imaginar, un poco como en una obra de teatro, que en confrontaci¨®n fueron un poco m¨¢s all¨¢. En la voluntad del general franc¨¦s de ir a ver a Franco hab¨ªa el deseo de ver la cara a su enemigo pero tambi¨¦n de medirse con otro personaje de la historia¡±.
El debate es si la conversaci¨®n fue un c¨²mulo de banalidades protocolarias o si llegaron a tratar cuestiones sustanciales.
Malraux y Mauriac lo vivieron como una ofensa
La vista del general Charles De Gaulle a Franco en junio de 1970 decepcion¨® a dos de los intelectuales m¨¢s pr¨®ximos, Andr¨¦ Malraux y Fran?ois Mauriac. Malraux, que combati¨® contra Franco en la Guerra Civil y fue ministro de Cultura del general, declar¨® a Jean Lacouture, bi¨®grafo de De Gaulle, que si De Gaulle hubiese visitado al dictador espa?ol siendo a¨²n presidente de Francia, ¨¦l hubiera dimitido. Mauriac escribi¨®: ¡°Me dej¨® helado. Lo sufr¨ª como una ofensa¡±.
Para De Gaulle, retirado del poder, el viaje a Espa?a fue un ejercicio de ambig¨¹edad. As¨ª explic¨® la conversaci¨®n de El Pardo al periodista Michel Droit: ¡°Deb¨ª de decirle algo as¨ª como: ¡®A fin de cuentas, usted ha sido positivo para Espa?a¡¯. Y usted sabe bien lo que este ¡®a fin de cuentas¡¯ sobreentend¨ªa¡¡±. Y a?adi¨®: ¡°Pues s¨ª, positivo, pese a todas las represiones, todos los cr¨ªmenes. Stalin tambi¨¦n los cometi¨®, e incluso mucho m¨¢s¡¡±.
Lacouture cuenta en la biograf¨ªa esta y otras an¨¦cdotas sobre un viaje y una reuni¨®n que fueron quiz¨¢ el ¨²ltimo acto pol¨ªtico de un gigante del siglo XX. Con su esposa, Yvonne, visitaron Santiago de Compostela, ?vila, Madrid, Toledo, Ja¨¦n, C¨®rdoba¡ Jean Mauriac, periodista de la agencia France Presse (e hijo de Fran?ois Mauriac) que cubri¨® la visita, escribi¨®: ¡°Al general le gust¨®, en Espa?a, la rudeza del clima, la austeridad de los sitios, el aislamiento de los pueblos que, en el curso de los siglos, determinaron el car¨¢cter nacional¡±.
El abogado Gregorio Mara?¨®n, nieto del ilustre cient¨ªfico y humanista del mismo nombre, escuch¨® despu¨¦s a De Gaulle resumir la reuni¨®n. A¨²n recuerda cada una de las palabras del estadista franc¨¦s. ¡°A Franco le dedic¨® tres palabras¡± y aquel escueto ¡°pero si es un anciano¡±. El joven se encontraba all¨ª junto a su padre, Gregorio Mara?¨®n Moya, y su t¨ªo, Tom Burns. Pasaron un buen rato hablando los cuatro en el cigarral de la familia las afueras de Toledo. Cree que la frase del anciano es reveladora. ¡°?l fue a ver a este militar ilustre y se encontr¨® con un anciano decr¨¦pito que no hablaba¡±, dice el abogado, que entonces ten¨ªa 28 a?os.
El tercer hombre
Como en los buenos misterios, hay un tercer hombre en el duelo entre Franco y De Gaulle. Y es quien lo sabe todo: no hac¨ªa falta fabular para conocer detalles de la reuni¨®n. El tercer hombre es M¨¢ximo Cajal (1935-2014), entonces un joven diplom¨¢tico que estuvo presente. Cajal cont¨® el episodio en sus memorias, Sue?os y pesadillas. Memorias de un diplom¨¢tico (Tusquets, 2010), fuente que S¨¦rillon no tiene en cuenta. All¨ª explica que el ministro de Exteriores, Gregorio L¨®pez Bravo, le encarg¨® una doble misi¨®n: hacer de int¨¦rprete y tomar notas. Recuerda que, ya en la reuni¨®n, cuando De Gaulle le vio anotando, le ¡°fulmin¨® con la mirada¡±.
Franco, escribe Cajal, ten¨ªa la ¡°voz d¨¦bil y fatigada, dif¨ªcilmente audible¡±. Hablaba poco: parec¨ªa impresionado. El franc¨¦s le dijo a Cajal: ¡°?l es el general Franco, es mucho; yo era el general De Gaulle, era suficiente¡±. Y a?adi¨®: ¡°Pero era otra ¨¦poca¡±.De Gaulle, el enemigo de Hitler y el liberador de Francia, declar¨® su admiraci¨®n por Franco, por haber ¡°sabido mantener a Espa?a al margen de conflictos internacionales, de tal forma que sobre todo hab¨ªa primado el inter¨¦s de su pa¨ªs¡±. Coincidieron en otros puntos. ¡°Yo he debilitado mucho a los partidos pol¨ªticos, pero no los he destruido¡±, dijo De Gaulle. ¡°Sucede que en un Estado de opini¨®n los partidos pol¨ªticos existen, pero pugnan por debilitar al pa¨ªs; luchan contra su unidad¡±, corrobor¨® Franco.
La conversaci¨®n dur¨® 45 minutos. Despu¨¦s, De Gaulle y Franco fueron a almorzar. Por la tarde, los De Gaulle viajaron a Toledo. El expresidente franc¨¦s rechaz¨® dormir en Madrid invitado por Franco, y la embajada francesa hizo las gestiones necesarias para que se hospedasen en una residencia privada, escribe Gregorio Mara?¨®n en su libro Memorias del Cigarral (Taurus, 2015).
Vista la altura de De Gaulle, 1,96 metros, tuvieron que traer una cama del Parador de Toledo, porque no cab¨ªa en las del cigarral, recuerda Mara?¨®n. La impresi¨®n no se le ha borrado. ¡°Es la sensaci¨®n de estar hablando de un personaje de dimensiones hist¨®ricas que era consciente de ello. En el gesto, en la mirada, en la palabra¡±, dice.
De Gaulle muri¨® seis meses despu¨¦s ¡ªcinco a?os antes que Franco¡ª sin poder cumplir su otro gran sue?o, adem¨¢s de viajar a Espa?a: conocer China.
Babelia
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