Un collage en una caja
Es el tiempo de celebrar los poemas que firmaba con seud¨®nimo, la sombra que levitaba detr¨¢s del hombre al que se entreg¨® en cuerpo y alma
Habr¨¢ testimonios diferentes o divergentes, pero tengo ya grabado en piel que Marie Jos¨¦ Tramini, dir¨¦ mejor: MarieJo Paz siempre me habl¨® con sonrisa. En la primavera de 1989, en una semana de homenaje al poeta Luis Cernuda, me hice amigo de MarieJo y Octavio Paz y a no pocos consta que fue la dama francesa, mexicanizada en no pocos gestos y palabras, la que foment¨®, fertiliz¨® y fortaleci¨® mi amistad con ambos, hasta el Sol de hoy. Gracias a ella, se abr¨ªan espacios en la agenda del inmenso poeta ¨Cantes y despu¨¦s del Nobel, con o sin relaci¨®n a los temas de la revista que dirig¨ªa¡ª y gracias a ella, pude ser comensal de confianza en sobremesas donde los manteles ol¨ªan a p¨®lvora o a flores. Era una pareja ejemplar, pero es el tiempo de celebrar las cajas que hac¨ªa MarieJo y los poemas que firmaba con seud¨®nimo, la sombra que levitaba detr¨¢s del hombre al que se entreg¨® en cuerpo y alma, la Musa con may¨²scula del grand¨ªsimo Poeta y Ensayista que, cabellera rubia al vuelo, ten¨ªa una sensibilidad genuina y propia, una inspiraci¨®n particular y un peque?o universo de s¨ªmbolos y lentejuelas, hojas secas y postales diminutas que acomodaba en cajas como quien amueblaba los paisajes de la memoria, los recuerdos de toda una vida y el paisaje de la India.
La elegancia con la que siempre atendi¨® las necedades de los autores j¨®venes, la enrevesada cuadr¨ªcula de la vida de las letras, la sombra del poder, el aluvi¨®n o envi¨®n del Nobel, la soledad y el silencio y la amabilidad impagable de escribir o llamar para comentar art¨ªculos, conferencias o simples textos que cualquiera ofrendara a la memoria de la vida y obra de Octavio quedan como peque?as joyas que intentan honrar hoy mismo el vac¨ªo. Nunca mejor dicho: descansa en paz, MarieJo¡ Merci pour tout, Madame.?
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