La ciudad de las ambiciones
La serie ¡®El d¨ªa de ma?ana¡¯ es reflejo fiel de la Barcelona del tardofranquismo que luego no cumpli¨® sus promesas
Curas con sotana dispersados a porrazos por la polic¨ªa gris. Un amago de hip¨¦rbole berlanguiana, pero fue real en la irreal Barcelona de 1966: 130 capellanes se manifestaron en mayo desde la Catedral camino de la siniestra comisar¨ªa de la Prefectura Superior de Polic¨ªa de Via Laietana, 43, para protestar por las torturas a un universitario. Un clero ya caldeado por la campa?a Volem bisbes catalans!, que exig¨ªa un prelado aut¨®ctono que no llegaba desde el fin de la guerra. A?o extra?o, ciertamente: un gorila albino se instalaba el 5 de octubre en el zoo y poco antes, en julio, asomaban los primeros turistas rusos desde 1939, como lo hac¨ªa el gas natural, tan bien puesto por unas canalizaciones inadecuadas que se cobrar¨ªa, a base de explosiones, 32 muertos en seis a?os. Los 450 estudiantes, docentes e intelectuales reunidos en los Capuchinos de Sarri¨¤ generar¨ªan otra detonaci¨®n, La Caputxinada, al crear el sindicato Democr¨¢tico de Estudiantes de la Universidad de Barcelona. Fueron sitiados por la polic¨ªa (gris) y 69 profesores (Ernest Lluch, Josep Fontana, Jordi Sol¨¦ Tura, Miquel Roca Junyent¡) lo pagar¨ªan con dos a?os de expulsi¨®n acad¨¦mica. Barcelona cambiaba y promet¨ªa tanto que hasta se avanzaba al Mayo del 68¡
O sea, que lo de curas y porras no es una licencia po¨¦tica del director Mariano Barroso para los primeros minutos de la serie El d¨ªa de ma?ana (Movistar+), bella y respetuosa adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n. Su Justo Gil Teyo llega a la Barcelona de 1966 con las manos en el bolsillo, pero con toda la inicialmente l¨ªcita y luego desaforada ambici¨®n social del mundo, como hiciera el Onofre Bouvila de La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza a la capital que mutaba para la Exposici¨®n Universal de 1888 o como el Pijoaparte sin escr¨²pulos de Juan Mars¨¦, nacido unos meses antes, en diciembre de 1965, en ?ltimas tardes con Teresa, premio Biblioteca Breve.
En apenas una semana del verano de 1966 las autoridades eliminaban un barrio de barracas entero de la playa del Somorrostro para que no ensuciara el skyline de la ciudad durante las maniobras navales que supervisaba Franco. Tambi¨¦n la serie borra y deja a medio construir mastod¨®nticos bloques de pisos actuales que el desarrollismo de entonces impulsaba. Es lo que contempla Justo Gil al llegar, una promesa de todo: hacerse rico, respirar pr¨®ximos aires de libertad. ¡°Buena parte de lo rodado son im¨¢genes en digital sobre las que quitamos o a?adimos en 3-D; es lo que llamamos plates¡±, apunta Carla P¨¦rez de Alb¨¦niz, jefa de producci¨®n de la serie, gratamente sorprendida por el cuidado de la ambientaci¨®n, ella con 20 a?os de oficio. ¡°Se quer¨ªa retratar muy bien ciudad y ¨¦poca, por ello hay 49 localizaciones, seis meses de trabajo de un equipo de cuatro personas¡±.
El Carmelo arrabalero del que Pijoaparte sube y baja en moto para codearse, impostor nato, con la alta burgues¨ªa barcelonesa es tambi¨¦n el escenario del Justo Gil que medrar¨¢ en la construcci¨®n de pisos oficiales en ese barrio de Horta-Guinard¨®, al pie de Collserola. Los grandes bloques y barrios hijos del boom inmobiliario se entregar¨¢n sin alcantarillado, pavimentaci¨®n o sistema de recogidas de basuras; no muy distintos acabados tendr¨¢n, en 1967, el pol¨ªgono Bellvitge, en L¡¯Hospitalet, y el barrio de Ciutat Meridiana, ¨¦ste de una empresa urban¨ªstica presidida por Juan Antonio Samaranch. No debe sorprender que las primeras manifestaciones de vecinos en Barcelona se dieran en 1969.
Tan bien se hicieron las cosas en el Carmelo que en 2005 las obras del metro hundieron algunos edificios y debieron ser derribados. El entonces barrio de inmigrantes tiene hoy unos 32.000 habitantes y su biblioteca se llama Juan Mars¨¦ y en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas el voto mayoritario fue para Ciutadans, pero su renta familiar es de las m¨¢s bajas de la ciudad. Buen contraste con las casas de la parte alta de la capital catalana cercanas a Vallvidrera, donde est¨¢ la espectacular casa del constructor Nebot de la serie: la renta triplica la del Carmelo, s¨®lo viven en ¨¦l 4.600 barceloneses lejos del mundanal ruido tur¨ªstico y son votantes de la independentista Junts per? Catalunya de Carles Puigdemont.
Justo Gil, buen hijo de los leit-motiv literarios de su creador (reflejo de la hipocres¨ªa del mundo adulto, ausencia de educaci¨®n moral, personaje de una narrativa realista entre coordenadas hist¨®ricas que son cr¨®nica de la Espa?a reciente, siempre el peso del progenitor ausente, como le ocurre tambi¨¦n a un comisario de polic¨ªa y a un militante comunista clandestino), asomar¨¢ a ese mundo tras empezar como artero vendedor (67 al mes) de m¨¢quinas de escribir Olivetti, en particular las Studio 45. No es casual: la empresa italiana ten¨ªa en Barcelona la f¨¢brica del sector m¨¢s grande del mundo (600.000 unidades al a?o), con 3.200 operarios; y ese mismo 1966 estrenaba edificio para sus oficinas, en la c¨¦ntrica Ronda Universidad, 18, tan moderno que hoy es bien de inter¨¦s cultural. Eso s¨ª, la f¨¢brica es ahora el megacentro comercial Gl¨°ries y las oficinas se preparan desde 2016 para mutar, claro, en en¨¦simo hotel de lujo (107 habitaciones), que abrir¨¢ en dos semanas.
La oposici¨®n pol¨ªtica en la Barcelona de Justo ya no es ni minoritaria ni clandestina y a esa ebullici¨®n sociopol¨ªtica el franquismo responde o bien bautizando una calle como Divisi¨®n Azul, bien instaurando al almirante Carrero Blanco como vicepresidente del Gobierno o apretando en la represi¨®n policial. Ah¨ª consolida el gris la comisaria de Via Laietana, sede de la temible Sexta Brigada de Investigaci¨®n Social, alias la Pol¨ªtico-Social, 120 funcionarios en 1974. Era y es un edificio ecl¨¦ctico de 1878, desde el que Llu¨ªs Companys gestion¨®, siendo la sede de la Comisar¨ªa General de Orden P¨²blico de la Generalitat, los primeros d¨ªas del alzamiento de 1936.
Ah¨ª reinaron, especialmente entre 1968 y 1975, los comisarios (y hermanos) Vicente y Antonio Juan Creix, grandes torturadores, como pueden dar fe los j¨®venes Jordi Pujol o Luis Goytisolo, ejemplos distantes. Ambos, como media oposici¨®n clandestina, pasaron por sus temibles calabozos del subterr¨¢neo (bolsas en la cabeza, el corro, el quir¨®fano¡), bien ambientados en la serie, aunque recreados en una vieja oficina de correos de Sabadell. ¡°No pudimos rodar porque coincidi¨® con la convulsi¨®n de octubre en Catalu?a¡±, recuerda P¨¦rez de Alb¨¦niz. Por ah¨ª desfilaron muchos miembros de la Assemblea de Catalunya, plataforma unitaria antifranquista creada en 1971, que acogi¨® desde independentistas (PSAN) a carlistas (Partido Carlista Catal¨¢n) y que hicieron famoso el lema ¡°Llibertat, Amnistia, Estatut d¡¯Autonomia¡±, que parodia, burl¨®n, el comisario en jefe televisivo en plena faena torturadora.
S¨ª rodaron, en cambio, en la c¨¢rcel Modelo, siendo los primeros tras su clausura el 8 de junio del a?o pasado, despu¨¦s de 113 a?os de servicio. Hoy est¨¢ en transici¨®n a caballo entre equipamiento p¨²blico y espacio de memoria, como se pretende de la comisar¨ªa, tras aprobar el Congreso en junio de 2017 una proposici¨®n para que se convierta en centro de documentaci¨®n de la represi¨®n franquista.
Para la ternura, la serie recupera los chiringuitos de la Barceloneta, muy populares desde el XIX, con sus mesas en tarimas sobre la playa o directamente en la arena: El Salmonete, Malvarrosa, Hawai, Cal Pinxo¡ Corre una imagen de Santiago Carrillo con peluqu¨ªn, a¨²n clandestino el PCE, saliendo de Can Costa¡ La piqueta de la Ley de Costas de 1988 (labor remachada en 1994) se los llev¨® por delante para mayor gloria de la Barcelona ol¨ªmpica. La serie encontr¨® un efectista suced¨¢neo en Montgat. Hoy es la zona entre el Port Vell y la Vila Ol¨ªmpica, especie de Florida, ¨¢rea de procesi¨®n tur¨ªstica donde es dif¨ªcil comer por menos de 30 euros.
Varios personajes acuden a un bello juzgado que en realidad es la Real Academia de Medicina, en el casco antiguo, fundada en 1770 y edificio protegido. Est¨¢ en cualquier gu¨ªa tur¨ªstica, por su anfiteatro anat¨®mico. Por 7,20 euros, lo dejan ver y hasta hay espect¨¢culos de ilusionismo y mentalismo: los logros de Miquel Servet y Ram¨®n y Cajal deben saber a poco. ¡°Creo que nunca fue juzgado, pero nos gust¨® la ambientaci¨®n¡±, dice la jefa de producci¨®n. ¡°Hacemos ficci¨®n, no documentaci¨®n; normalmente, nunca rodamos donde parece que es¡±. Igual diferencia que entre la Barcelona que promet¨ªa 1966 y la que ser¨¢, como intuye, pronto, Justo.
Bares pijos y bombas
El marco de El d¨ªa de ma?ana es lo que bautiz¨® como tardofranquismo Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, quien en 1966 est¨¢ a punto de estallar como fen¨®meno intelectual con dos series para la revista Triunfo: Cr¨®nica sentimental de Espa?a y Bar?a, Bar?a Bar?a. Luego ubicar¨ªa a su detective Pepe Carvalho en Vallvidrera y ¨¦l mismo acabar¨ªa viviendo all¨ª. La cultura jugaba su papel, como s¨¦ entrev¨¦ en la serie, que lo centra en el teatro (el predecesor del Nuevo Teatro Espa?ol televisivo estren¨®, en verdad, el Paralelo, el Broadway catal¨¢n, en 1892; hoy es la Sala Barts). Pero eran los a?os en que pasaba de todo: Josep Pla iniciaba su obra completa (1966) en Destino, as¨ª como Els Setze Jutges se completaban con Maria del Mar Bonet y Llu¨ªs Llach. En 1969 nac¨ªan los sellos Anagrama y Tusquets; pero es que en arquitectura surg¨ªan Oriol Bohigas, Oscar Tusquets y Federico Correa; y hu¨ªan brillantemente de la filosof¨ªa escol¨¢stica Eugenio Tr¨ªas y Xavier Rubert de Vent¨®s. Muchos coincidir¨ªan en la burguesa Gauche Divine; el ¨²nico requisito: salirse de la doctrina oficial¡ pero tambi¨¦n de la clandestina, lo que se discut¨ªa en bares tipo el de la serie, con la ciudad a los pies, rodado en el a¨²n pijo Merbey¨¦, desde 1977 en la ladera del Tibidabo. El teatro, a?os ya punta de lanza, forzaba los l¨ªmites, como demostrar¨ªa Albert Boadella con La torna, donde se burlaba de los militares: el 22 de diciembre de aquel 1977 todas las salas barcelonesas cerraron en solidaridad por su detenci¨®n.
La ultraderecha reaccion¨®, claro. En 1973, por ejemplo, asaltaba las instalaciones de la Enciclop¨¨dia Catalana. Y ten¨ªa entre ceja, pistola, dinamita y la otra ceja muchas publicaciones. Entre ellas, la de la serie, Primera Plana (150.000 ejemplares), combativa con el b¨²nker franquista, surgida en febrero de 1977 y que dirigi¨® V¨¢zquez Montalb¨¢n. Siete meses despu¨¦s, el 20 de septiembre, un malet¨ªn-bomba contra El Papus caus¨® un muerto. Hasta el a?o pasado no se puso un atrio conmemorativo frente a la sede de la revista, hoy pintarrajeada de grafitis en la calle Tallers. No es zona (ni tem¨¢tica) tur¨ªstica.
Babelia
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