La Gran Guerra para todos los p¨²blicos
Ricardo Artola publica una obra de car¨¢cter divulgativo, basada en fuentes secundarias, en el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial
¡°Los trenes se llenaban de reclutas reci¨¦n alistados, ondeaban las banderas (¡) y en Viena encontr¨¦ toda la ciudad inmersa en un delirio. Se formaban manifestaciones en las calles, los reclutas desfilaban triunfantes, con los rostros iluminados, porque la gente los vitoreaba a ellos, los hombrecitos de cada d¨ªa, en quienes nadie se hab¨ªa fijado nunca¡¡±. Esta es la atm¨®sfera de la Viena ilusionada que describe el escritor austr¨ªaco jud¨ªo Stefan Zweig en su gran obra El mundo de ayer. Memorias de un europeo en agosto de 1914, reci¨¦n iniciada la guerra en Europa. Hasta ese momento ning¨²n conflicto b¨¦lico hab¨ªa surgido de un malentendido tan grave acerca de la magnitud de la cat¨¢strofe que se avecinaba y de las consecuencias y transformaciones que acarrear¨ªa.
En el a?o del centenario de la Primera Guerra Mundial se suceden las novedades literarias sobre este acontecimiento hist¨®rico y hace pocas semanas ha visto la luz La I Guerra Mundial. De Lieja a Versalles (Alianza Editorial). Se trata de una obra del editor y traductor Ricardo Artola que aborda todos los aspectos del conflicto desde un planteamiento de car¨¢cter divulgativo que sigue el patr¨®n que ya emple¨® en 2005 para narrar la Segunda Guerra Mundial. Su estructura sint¨¦tica y lenguaje claro as¨ª como la cuidada cartograf¨ªa, la colecci¨®n gr¨¢fica comentada, las cronolog¨ªas y los breves perfiles de los principales personajes ofrecen una herramienta muy ¨²til para el lector que se acerca por primera vez a este tema. A buen seguro, los estudiantes de educaci¨®n secundaria o bachillerato tienen aqu¨ª un manual adecuado para ampliar sus conocimientos.
La ilustraci¨®n que trae la cubierta del libro podr¨ªa ser una met¨¢fora de lo que piensa el autor sobre el origen del conflicto. Un grupo de soldados brit¨¢nicos cegados por los efectos del gas venenoso son guiados por sus compa?eros en el frente. Artola define a los gobiernos europeos antes de la guerra como un grupo de son¨¢mbulos que se preparan para una guerra que ven inevitable. ?Era efectivamente inevitable la guerra?, ?qui¨¦n la provoc¨®?. Sobre el estallido de la guerra se han escrito miles de libros y la opini¨®n del autor es que la guerra pudo evitarse y la culpa est¨¢ de alguna manera repartida entre todos.
?Pudo haberse evitado la guerra?
Cuando estudiamos los conflictos localizados en los Balcanes y Marruecos en los a?os previos nos preguntamos si estamos ante los proleg¨®menos de la guerra o se pudo mantener la paz. La historiadora Margaret McMillan opina en su reciente 1914. De la paz a la guerra (Turner) que estamos ante una guerra que pudo haberse evitado y que los l¨ªderes pol¨ªticos del momento no estuvieron a la altura que exig¨ªan las circunstancias. Faltaba un Bismarck o el Churchill de 1940 y Woodrow Wilson no fue escuchado en 1916 cuando tom¨® la iniciativa para negociar y lograr una paz sin victoria. El comportamiento de los estados mayores de algunos ej¨¦rcitos, que no rend¨ªan cuentas a sus gobiernos sino a su emperador y trataron de neutralizar la labor diplom¨¢tica en el aciago julio de 1914, como es el caso de rusos y alemanes, aceler¨® la movilizaci¨®n militar.
Los an¨¢lisis de Sebasti¨¢n Haffner en Los siete pecados capitales (Destino) son elocuentes cuando describen los errores de la pol¨ªtica internacional alemana. El abandono de la realpolitik bismarckiana y su reemplazo por la weltpolitik, o pol¨ªtica mundial, que impuso el k¨¢iser Guillermo II, supon¨ªa la disputa con Inglaterra por el dominio global. Seg¨²n Haffner, Alemania siempre tuvo en su poder la capacidad para desactivar por la v¨ªa diplom¨¢tica esos picos de tensi¨®n, incluso de entablar una relaci¨®n mutuamente favorable con los ingleses, pero tras el atentado de Sarajevo, los militares alemanes encontraron su excusa perfecta para plantarse en el callej¨®n sin salida de la guerra.
Mientras el ej¨¦rcito franc¨¦s conduc¨ªa a sus soldados a los frentes de batalla con sus vistosos uniformes de colores rojo y azul que hac¨ªan imposible el camuflaje, cada soldado alem¨¢n de infanter¨ªa portaba en su impedimenta un arma defensiva que caracterizar¨ªa el paisaje b¨¦lico de Europa en estos a?os, una pala para cavar trincheras. Desde septiembre de 1914 los frentes se llenaron de kil¨®metros de estas zanjas defensivas infestadas de alambradas y nidos de ametralladoras, cada vez m¨¢s sofisticadas, que frenaron de manera muy eficaz las ofensivas del enemigo. Ricardo Artola dedica un amplio cap¨ªtulo a estudiar este elemento determinante de la Primera Guerra Mundial, que a su vez fue escenario de los grandes avances tecnol¨®gicos aplicados al armamento. Aviones, submarinos, tanques, lanzallamas, morteros ligeros, artiller¨ªa muy evolucionada (causante de la mayor¨ªa de las bajas) y los gases venenosos, se estrenaron en esta guerra.
Alemania contaba con una red ferroviaria de 60.000 kil¨®metros y 30.000 locomotoras para mover sus recursos
Mientras, en la retaguardia, se hizo necesaria un arma fundamental relativamente reciente, una buena red ferroviaria para movilizar el mayor n¨²mero de soldados en el menor tiempo posible, y en ese terreno los alemanes tambi¨¦n tomaron la delantera, sobre todo a la Rusia zarista, con 60.000 kil¨®metros de v¨ªas de doble sentido y 30.000 locomotoras. Un desarrollo tecnol¨®gico que iba muy desequilibrado a favor de las armas defensivas junto a una estrategia militar anticuada que no valoraba los recursos humanos ¨Cel menosprecio de la alta oficialidad procedente de la aristocracia hacia la vida de sus soldados, de extracci¨®n obrera y campesina, fue habitual- condicionaron las estrategias. Esto sucedi¨® con m¨¢s frecuencia en los pa¨ªses de la Entente que en Alemania, consciente de sus limitados recursos, y tuvo en la figura del general italiano Cadorna su ejemplo m¨¢s innoble. Podemos ver en ello algunas de las causas de las tremendas masacres que se sucedieron en cada ofensiva.
Los horrores de Verd¨²n y el Somme
El frente del Este aport¨® batallas que pasaron a la historia militar, como Tanenberg (1914) o la Ofensiva Brusilov (1916), por la pericia militar demostrada pero otras se grabaron en el subconsciente colectivo de sociedades enteras. Como nos recuerda Norman Stone en su Breve Historia de la I Guerra Mundial (Ariel) al hablar de Verd¨²n (1916), ¡°fue tal el efecto de la batalla que el pa¨ªs jam¨¢s se recuper¨® del todo: aquella campa?a fue el canto del cisne de Francia como gran potencia. La ca¨ªda del pa¨ªs en 1940 se explica, en parte, porque la poblaci¨®n no quer¨ªa volver a pasar por otro Verd¨²n¡±. El 1 de julio de 1916 ca¨ªan muertos 20.000 soldados ingleses frente a las ametralladoras alemanas en el Somme, un r¨ªo cuyas riberas sol¨ªan estar llenas de amapolas, la flor que se hizo s¨ªmbolo de los ca¨ªdos brit¨¢nicos, que alcanzaron all¨ª la cifra de 600.000 para acabar obteniendo apenas unos pocos kil¨®metros cuadrados de terreno enfangado.
El tratado de Brest-Litovsk conten¨ªa la misma medicina degradante que luego recibi¨® Alemania en Versalles
Como afirma Artola, Gran Breta?a fue de derrota en derrota hasta la victoria final, y podemos decir que Alemania camin¨® por la senda contraria, de victoria en victoria hasta la cat¨¢strofe definitiva. Sus ej¨¦rcitos no perdieron ni una sola batalla ¨Chasta las retiradas del verano de 1918- y apenas cometieron errores graves en un sentido estrictamente militar. Fall¨® el plan estrat¨¦gico general. La jefatura militar alemana no se quit¨® la venda de los ojos hasta que ya era demasiado tarde para negociar ninguna paz honrosa.
La guerra se llev¨® por delante cuatro imperios y reorden¨® de manera contundente el mapa europeo. En 1919 los vencedores redactaron la humillante Paz de Versalles ¨Crecordemos que Alemania, con gran miop¨ªa estrat¨¦gica, le impuso a la Rusia bolchevique la misma degradante medicina en Brest-Litovsk un a?o antes, al arrebatarle una enorme extensi¨®n de territorio- que tuvieron que firmar al pie los vencidos y que estableci¨® un orden mundial injusto y conflictivo, generador de los totalitarismos de los a?os treinta, con unas cl¨¢usulas dur¨ªsimas para Alemania que, como bot¨®n de muestra, conten¨ªan unas ¡°reparaciones¡± econ¨®micas tan onerosas que se han terminado de pagar en octubre de 2010.
En fechas pr¨®ximas se publicar¨¢n nuevos t¨ªtulos sobre las grandes batallas, el final de la guerra y sus tratados de paz, etc., y tendremos nuevos materiales para entender la segunda gran cat¨¢strofe del siglo XX. Pero si nos ponemos en la piel de muchos de los millones de soldados que estuvieron en las trincheras, trabajadores y hombres del campo sencillos, de humilde condici¨®n, la Primera Guerra Mundial fue una desgracia que les sobrevino, un tremendo infortunio contra el cual nada pudieron hacer y probablemente pensar¨ªan como el personaje del soldado italiano Bordin, camarada ejemplar entre sus compa?eros de la batalla del Piave (1917), en el filme La Gran Guerra de Mario Monicelli que les dec¨ªa: ¡°Solamente los muertos podr¨ªan decir la verdad sobre las guerras pero los muertos no hablan¡±.
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