Los juegos del caos bajo la ocupaci¨®n
La trama de acci¨®n desenfrenada lleva hasta las pantallas globales una aproximaci¨®n al conflicto con los palestinos
Fauda equivale en ¨¢rabe a caos y l¨ªo. Entre dos mundos irreconciliables a ambos lados de la L¨ªnea Verde que separa Israel de los territorios palestinos ocupados existen vasos comunicantes: siniestros puestos de control. Desde hace tres a?os, una serie de televisi¨®n con el p¨¢lpito del entretenimiento parece haber abierto una brecha de humanidad en las barreras.
A plena luz tamizada de los ocres de Oriente Pr¨®ximo, Fauda (disponible en Netflix) muestra las tribulaciones de los mistaarvim (los que viven entre los ¨¢rabes, en hebreo), de los comandos de la unidad del Ej¨¦rcito que opera clandestinamente en territorio ocupado. Act¨²an encubiertos, bajo la apariencia de palestinos que dominan el dialecto de Cisjordania, con el objetivo de abortar atentados suicidas. A veces no lo consiguen, pero casi siempre dejan una alta factura en bajas y estr¨¦s postraum¨¢tico.
El ajuste de cuentas es el motor de la mayor¨ªa de las tramas en esta parte del mundo, donde entran en fricci¨®n culturas enfrentadas y las tres religiones del libro. El arte se limita a imitar la realidad en la producci¨®n de la plataforma televisiva Yes. En un conflicto que se nutre desde hace decenios de la sucesi¨®n de causas y efectos, el mensaje es lo de menos. Lo importante es la acci¨®n. La disputa es irresoluble y ambas partes son igual de responsables de la violencia, viene a reflejar esta serie escrita y dirigida por israel¨ªes.
Como en la f¨¢bula animal de Orwell, unos pueden ser m¨¢s iguales que otros. Habida cuenta de la desproporcionada ventaja militar en favor de Israel; ante la ausencia de legitimidad internacional ¡ªreiterada por la ONU¡ª de la ocupaci¨®n desde 1967, y teniendo en consideraci¨®n que m¨¢s de 600.000 colonos jud¨ªos se han asentado en Cisjordania y Jerusal¨¦n Este, el desequilibrio es patente. Aun as¨ª, israel¨ªes y palestinos parecen haberse enganchado por igual a las dos temporadas de Fauda.
Lior Raz es el coguionista de la serie y el actor protagonista que da vida al imprevisible Doron Kavillio, arquetipo arrogante del israel¨ª contempor¨¢neo: cabeza rapada, camiseta ra¨ªda y vaqueros viejos. Buscaba terapia como veterano de la unidad de infiltrados cuando ide¨® los primeros cap¨ªtulos. Escrita al alim¨®n con el periodista Avi Issacharoff, tambi¨¦n curtido en los territorios ocupados en las filas del Ej¨¦rcito y excorresponsal de Asuntos Palestinos de Haaretz, el ¨¦xito de Fauda se asienta en la f¨®rmula acci¨®n-emoci¨®n-ocupaci¨®n. En la impostura de la intriga, nadie se f¨ªa finalmente de nadie.
Para la mayor¨ªa de los israel¨ªes, la serie ha supuesto la oportunidad de asomarse a la calle palestina, aunque se ha rodado en la ciudad de Umm al Fahm, en el mismo l¨ªmite de Israel sobre la L¨ªnea Verde. La sobredosis de acci¨®n desborda a menudo la credibilidad del argumento, que solo se salva por la complejidad de los personajes y la visi¨®n parcial del ecosistema de la ocupaci¨®n.
¡°Hemos intentado mostrar a los israel¨ªes tanto la realidad de los soldados que se infiltran en Cisjordania como la de los palestinos. El israel¨ª medio solo los ve¨ªa como terroristas¡±, explicaba el periodista Issacharoff a Foreign Policy ante el estreno de la segunda temporada. ¡°Es la primera serie israel¨ª que ofrece tambi¨¦n una narrativa palestina; se pueden captar las emociones de alguien que act¨²a como un terrorista¡±, escrib¨ªa entonces Itay Stern, cr¨ªtico de televisi¨®n de Haaretz.
Alma de ¡®thiller¡¯
¡°Somos perros de presa. No estamos entrenados para pensar; si lo haces, te quedas petrificado por el miedo¡±, reflexiona en voz alta uno de los mistaarvim en una secuencia de la serie. Poco antes de que se emitieran los nuevos cap¨ªtulos, fue la realidad la que imit¨® al arte el pasado mes de marzo en el campus de Birzeit, la universidad palestina pr¨®xima a Ramala. El presidente del sindicato de estudiantes, Omar Kiswani, militante de Ham¨¢s, fue capturado a plena luz del d¨ªa por un comando clandestino.
La c¨¢mara viaja a menudo desde el paisaje de favela palestino de Nabl¨²s hasta al extrarradio de Tel Aviv. Es el mismo camino que siguen los radicales en la serie para perpetrar atentados con bomba contra civiles. Se trata de las licencias de la ficci¨®n. Este tipo de ataques son pr¨¢cticamente desconocidos en Israel desde la Segunda Intifada (2000-2005), cuando saltaban por los aires pizzer¨ªas y discotecas. La amenaza del ISIS, que planea sobre toda la segunda temporada, tampoco ha llegado a fraguar ni en Israel ni en Palestina.
Detenciones de jefes enemigos, torturas, ejecuciones sumar¨ªsimas, todo se muestra con crudeza. Pero apenas hay im¨¢genes de la amarga rutina de la ocupaci¨®n en las barreras del Ej¨¦rcito: m¨¢s de un centenar de puestos de control permanentes y otras decenas m¨®viles.
Hay tipos fieramente humanos en Fauda. Los mismos agentes encubiertos que no vacilan en secuestrar a una ni?a para rescatar a un compa?ero capturado como reh¨¦n tambi¨¦n quieren a sus hijos y sufren cuando sus parejas les abandonan. En el fondo no es m¨¢s que un thriller, y las emociones contribuyen al enredo y el suspense.
La serie ha tenido que afrontar el rechazo cultural promovido por la campa?a Boicot, Desinversi¨®n y Sanciones (BDS), que propugna imponer a Israel medidas internacionales de aislamiento como las que se aplicaron a la Sud¨¢frica del apartheid. ¡°Anti¨¢rabe, racista y propaganda israel¨ª¡±, son los ep¨ªtetos que le dedican grupos propalestinos.
La brutalidad de comandos encubiertos israel¨ªes y de militantes armados palestinos no oculta el alto precio que pagan los seres humanos bajo la ocupaci¨®n. Prima el entretenimiento disfrazado de intriga y violencia, como lo atestigua el ¨¦xito de audiencia global de la producci¨®n. Pero el hecho diferencial de la serie de Netflix estriba en que los dramas personales humanizan al enemigo y la trama aproxima al conocimiento del conflicto de Oriente Pr¨®ximo sin excesos maniqueos.
La incubadora de series israel¨ª
Israel se ha convertido en incubadora de series adaptadas luego para el mercado estadounidenses, la mas c¨¦lebre fue Hatufim (Secuestrados), que dio pie a la saga Homeland en la cadena Fox. Catalogada por The New York Times en la lista de la mejores series de televisi¨®n de 2017, Netflix no tard¨® en hacerse con los derechos internacionales de Fauda. Los tiempos han cambiado, al igual que ha ocurrido con la producci¨®n espa?ola La Casa de Papel (Money Heist, para quienes la sigan desde otras latitudes), su ¨¦xito reverbera globalmente en la versi¨®n original.
La serie actual de mayor ¨¦xito en Israel, que comparte galardones con la segunda temporada de Fauda, es Shababnikim (algo as¨ª como seminaristas rebotados), que narra las correr¨ªas de los estudiantes de una yeshiva (escuela rab¨ªnica) que abandonan las ense?anzas de la Tor¨¢ para descubrir las tentaciones de la sociedad laica. Las mujeres, para su desconcierto, pierden las invisibilidad del gueto jas¨ªdico del que escapan. Shababnikim anticipa el choque demogr¨¢fico que se avecina en un pa¨ªs donde se prev¨¦ que los ultraortodoxos representar¨¢n una quinta parte de la poblaci¨®n dentro dos d¨¦cadas.
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