No disparen al c¨®mico
Si hay algo que nos ha ense?ado la experiencia del humor es que uno muy bien puede indignarse p¨²blicamente de un chiste del que se ha re¨ªdo en privado
Resulta inevitable que m¨¢s o menos cada cierto tiempo se desate una tormenta de ira contra alg¨²n c¨®mico por alg¨²n chiste supuestamente inaceptable. La cadena de acontecimientos es de una previsibilidad casi irritante y responde al siguiente patr¨®n: 1) C¨®mico hace un chiste sobre un colectivo, etnia, comunidad aut¨®noma o personaje pol¨ªtico. 2) Colectivo, etnia... descontextualiza el comentario y arremete en masa contra el c¨®mico con una violencia que supera con creces el chiste que la provoc¨® y haciendo un aparato tan sobresaliente de su indignaci¨®n que acaba otorgando al chiste una difusi¨®n que jam¨¢s habr¨ªa tenido de otro modo. 3) Cierto colectivo de intelectuales aduce que, si bien es cierto que el chiste es de un mal gusto extraordinario, no es menos cierto que la libertad de expresi¨®n es uno de los garantes de nuestros derechos democr¨¢ticos y uno de los pilares de nuestra civilizaci¨®n occidental. 4) Abrumado por las amenazas de muerte o por las consecuencias laborales de su chiste, el c¨®mico teatraliza una petici¨®n de disculpas que no siente, hace un comunicado de prensa y reza a todos los santos para que se olvide la historia lo antes posible.
?Somos racistas si re¨ªmos aun contra nuestra voluntad?
En ese engranaje funesto de acontecimientos encadenados, como es el caso de Rober Bodegas en su reciente mon¨®logo en el que hace referencia a la etnia gitana, hay varias palabras clave: descontextualizaci¨®n y teatralizaci¨®n. Si hay algo que nos ha ense?ado la experiencia del humor es que uno muy bien puede indignarse p¨²blicamente de un chiste del que se ha re¨ªdo en privado. ?Nos convertimos en racistas al re¨ªrnos de un chiste de gitanos incluso contra nuestra voluntad? ?Pone de manifiesto nuestra risa un racismo que nosotros mismos nos neg¨¢bamos a aceptar y por eso amenazamos de muerte a Rober Bodegas, porque es m¨¢s f¨¢cil de asumir partirle el cuello a alguien al que hemos consensuado como racista que asumir la posibilidad de que nosotros lo seamos un poco? Hay que tener mucho cuidado con los linchamientos, pueden darse la vuelta con un simple golpe de viento.
Siempre que se produce la risa hay informaci¨®n y solo los idiotas pierden la oportunidad de aprender algo acerca de s¨ª mismos cuando r¨ªen. ¡°En un mundo de inteligencias puras puede que no se llorara, pero desde luego se reir¨ªa¡±, dijo Bergson, uno de los mejores pensadores del humor de todos los tiempos. Tal vez lo mejor que podr¨ªamos hacer, en vez de indignarnos literalmente por lo que ha dicho o no ha dicho Bodegas en su mon¨®logo, es pensar qu¨¦ ha sucedido, qu¨¦ informaci¨®n social contextualizada hay en ese mon¨®logo y qu¨¦ podemos aprender de nuestra reacci¨®n.
Bodegas necesita teatralizar
que est¨¢ arrepentido
La aproximaci¨®n de Bodegas es, en realidad, interesante, se parece a la de Sanford Johnson, el brillante educador sexual de Misisipi que al enfrentarse a la ilegalidad de hablar de condones en los colegios de secundaria se hizo c¨¦lebre por hacer sus demostraciones con un calcet¨ªn enrollado y un pie desnudo. Si se le da el contexto apropiado, se descubre al instante que en el mon¨®logo de Bodegas la comicidad no proviene tanto de su racismo como de la incomodidad de hacer un chiste sobre un lugar vetado, es m¨¢s, como suele ser habitual en estos casos el hecho de que sea la etnia gitana es perfectamente intercambiable. En realidad Bodegas no cuenta un chiste de gitanos, sino un chiste de payos en el que el chiste de gitanos ¡°ha desaparecido¡±, es decir, la risa no la provocan estrictamente las palabras de Bodegas como nuestro cerebro, que completa las palabras que ¨¦l no ha dicho pero nosotros s¨ª hemos pensado.
?Nos convierte eso en racistas involuntarios? No necesariamente, pero tampoco es infrecuente que sean precisamente los cristianos menos convencidos de la dignidad de su religi¨®n (los cristianos menos verdaderamente cristianos) los que m¨¢s se levantan en armas contra los chistes sobre la virgen. Pero del mismo modo que Bodegas necesita teatralizar su arrepentimiento lo antes posible para que no le linchen, tal vez hay mucha gente que se siente en la necesidad de linchar a Bodegas para ocultar que, en secreto, ciertas tradiciones les resultan cuestionables.
L¨¢stima que Bodegas haya pedido perd¨®n. Se entiende el miedo al oprobio, pero hace pensar en la posibilidad de un c¨®mico que haga propio ese descubrimiento tan emocionante de Sartre en el frente de guerra: ¡°Merezco esta guerra, porque no he elegido ser un m¨¢rtir de la paz¡±.
Andr¨¦s Barba es escritor, autor de La risa can¨ªbal. Humor, pensamiento c¨ªnico y poder.
Babelia
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