La aldea segoviana semiabandonada que se convirti¨® en refugio de profesores de Harvard, arquitectos y artistas
Varios intelectuales contribuyen a revivir Pinilla de Ambroz, un pueblo de Castilla y Le¨®n con 29 habitantes censados
A 27 kil¨®metros de Segovia, en la pedan¨ªa de Santa Mar¨ªa Real de Nieva, se encuentra Pinilla de Ambroz, una aldea medieval de unas 40 casas. Es uno de los muchos pueblos semiabandonados de la Espa?a profunda donde sus pocos habitantes (29 en 2017, seg¨²n el INE) viven de la agricultura. Pero algo cambi¨® hace unos a?os. Un grupo de extranjeros lleg¨® para quedarse. Al menos, durante los veranos. Profesores de Harvard, artistas, arquitectos, m¨¦dicos y abogados, entre otros, ya forman parte de este paisaje, un lugar id¨®neo para dar rienda suelta a sus sensibilidades.
En las calles de esta aldea se ven m¨¢s gatos que personas. La brisa refresca a los ancianos que juegan a las cartas bajo la sombra. La temperatura habitual de Pinilla de Ambroz es cinco grados menos que la de Madrid. Carteles, donde se lee un ¡°Se vende¡±, cuelgan en las puertas de las casas derrumbadas. Ya no quedan tantas. O, mejor dicho, quedan menos que antes. Desde que la m¨¦dica argentina retirada Susana Sparacino compr¨® la suya hace m¨¢s de 20 a?os, un fen¨®meno de repoblaci¨®n apareci¨® en el pueblo.
"Si no llega a ser por esta gente, las casas estar¨ªan hundidas" dice un vecino de toda la vida
¡°Llegu¨¦ aqu¨ª de casualidad; conoc¨ª a una se?ora que vend¨ªa la casa y la compr¨¦ para venir los fines de semana con mis hijos¡±, explica Sparacino. Los amigos que la visitaban pensaban que estaba loca, pero luego le dec¨ªan: ¡°Si encuentras algo, av¨ªsame¡±. Y as¨ª fue como empez¨® todo. La m¨¦dica asegura que ya hay m¨¢s extranjeros que locales. ¡°Esto parece la ONU: hay gente de todas partes del mundo¡±, compara desde el jard¨ªn de su casa, lleno de flores.
Y as¨ª llegaron, poco a poco, m¨¢s de 20 personas de distintas partes del mundo: Suiza, Argentina, Colombia, Francia, Estados Unidos, entre otros. Y formaron un grupo de amigos a una edad en la que se deja de hacerlos. ¡°A todos nos interesa el arte, la sociedad y la pol¨ªtica¡±, se?ala el colombiano Enrique Ogliastri, autor de m¨¢s de una treintena de libros y profesor del?IE en la actualidad y de Harvard en el pasado. Buscaba con su mujer, Emma Cecilia Ferreira, un lugar tranquilo. ?l para escribir y ella para dedicarse a las esculturas.
A algunos no le gusta el pueblo, pero s¨ª los amigos que se re¨²nen cada verano
Por coincidencias de la vida, Ogliastri se reencontr¨® en Cambridge con un compa?ero del colegio, An¨ªbal Alfaro. Este trabaj¨® 30 a?os como arquitecto en Harvard Square, donde conoci¨® a su esposa Prudence, que se dedicaba a ense?ar espa?ol. La pareja tambi¨¦n buscaba un lugar para jubilarse. Ahora pasan los veranos en Pinilla de Ambroz. Dedican la mayor¨ªa del tiempo a la lectura.
A tres casas de los Alfaro vive Ignacio G¨®mez-Pulido, colombiano de nacionalidad francesa. En la entrada de su vivienda, llaman la atenci¨®n las esculturas de hierro que brillan al sol. Las ha hecho ¨¦l. ¡°Esto era cuatro muros y un techo desfondado¡±, asegura mientras se?ala la fachada de su casa. En la planta de arriba hay todo un laboratorio de fotograf¨ªa. ¡°Lo traje de Par¨ªs -indica-. Esta es una vida completamente opuesta a la que llevo all¨ª; es otro ritmo, otra mirada¡±.?
Unos han influido a otros. Se han contagiado intereses que antes no ten¨ªan. ?lvaro Torres pinta durante toda la ma?ana. Su marido, Fausto Gonzaga, cree que si no fuera por el grupo no pasar¨ªan los veranos en Pinilla de Ambroz. No le gusta el pueblo, pero s¨ª los amigos. ¡±Es gente muy abierta, muy culta, todo eso influye¡±, afirma.
No es el ¨²nico al que no le convence la aldea. La profesora, ya retirada, Mar¨ªa Zulema reconoce que cuando lleg¨® qued¨® espantada. Pero su difunto marido vio una oportunidad de reforma en las ruinas de una casa. ¡°Desde entonces, vengo todos los meses de verano¡±, sostiene la argentina. Su casa est¨¢ llena de libros y fotos. Conserva los recuerdos de la familia.
Contrastes bien avenidos?
A diferencia de las viviendas de los locales, en las fachadas de las de los extranjeros se ve la piedra con la que se construyeron. En el interior de la de la suiza Madelaine Rodr¨ªguez hay un patio cuadrado muy peque?o que recibe luz natural. Al fondo, un ordenador y unos folios. Traduce prosa. ¡°Si cerr¨¢is los ojos¡ silencio total¡±, se?ala y respira profundo. La tranquilidad que ofrece el pueblo es la principal raz¨®n por la que pasa tanto tiempo en ¨¦l. ¡°Antes no hab¨ªa ¨¢rboles ni flores. Los pusimos con unos de aqu¨ª¡±, aclara la suiza.
¡°La convivencia es muy buena. Son otros m¨¢s del pueblo¡±, asegura el alcalde
La abogada retirada Ang¨¦lica Kunzi, de Argentina, cre¨ªa que los locales estaban hartos del grupo de amigos. Pero luego se enter¨® de que cuando pasaban un tiempo sin ir, los del pueblo empezaban a preguntarse qu¨¦ pasaba, por qu¨¦ ya no iban.?
¡°La convivencia es muy buena. Son otros m¨¢s del pueblo¡±, opina Juan Jos¨¦ de Frutos, alcalde de Pinilla de Ambroz. Sale de una cochera donde ha dejado aparcado su tractor. ¡°?Aqu¨ª que venga quien quiera!¡±, exclama con una sonrisa. Se cruza con otro vecino y le saluda. Es Francisco Esteban Mart¨ªn. Naci¨® en el pueblo y no se ha movido de ah¨ª. Est¨¢ sentado debajo de un ¨¢rbol y sostiene un bast¨®n. ¡°Si no llega a ser por esta gente, las casas estar¨ªan hundidas¡±, asegura. ¡°No tenemos ning¨²n problema con ellos, nos hablamos con todos¡±, agrega.
Destaca el contraste que se ve entre los habitantes del pueblo. Algunos han vivido en varios continentes y otros no han salido de Segovia. Unos se dedican a escribir libros y otros a recoger los tomates y sembrar trigo. Pero todos celebran juntos las fiestas del pueblo, que llegaron con los nuevos inquilinos. Pinilla de Ambroz ha renacido con los br¨ªos de los extranjeros, que ya son considerados locales del pueblo.
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