Fiesta de pueblo cat¨®dica
Cuando empezaba el verano hab¨ªa un programa que pod¨ªas ver a tu antojo sin miedo a perderte nada, porque cualquiera que fuera el momento en el que te reengancharas, conoc¨ªas el planteamiento, el nudo y hasta el desenlace: 'Grand Prix'
Verano sabe a libertad condicional, noches de charlas y aire libre, todo el que el resto del a?o nos tiene vedado el tictac del reloj que corre como si vivi¨¦ramos en una arritmia continua que solo da tregua poco m¨¢s de un d¨ªa de cada siete. Esa ans¨ªa de calle casa poco y mal con la televisi¨®n. Pero si vamos por ah¨ª este texto no tiene sentido, as¨ª que echemos mano de la memoria y juguemos con la m¨¢quina del tiempo para ir hacia atr¨¢s, pocos a?os despu¨¦s de que las cadenas privadas hubieran conseguido diversificar la oferta para los telespectadores, pero no tanto como para que La 1 hubiese perdido su reinado en las noches de est¨ªo.
Lo habr¨¢n le¨ªdo m¨¢s veces y los que tengan una edad ser¨¢n a¨²n capaces de acordarse, pero, queridos nativos digitales, entonces apenas hab¨ªa m¨®viles, sus pantallas solo serv¨ªan para ver el n¨²mero que se marcaba y las series de televisi¨®n se ve¨ªan de semana en semana y no en bucle y a la carta. Si te perd¨ªas un cap¨ªtulo, no hab¨ªa marcha atr¨¢s. Se convert¨ªa en perentorio recurrir al amigo enganchado para que hiciera un spoiler -aunque la palabreja a¨²n no era de uso com¨²n- que te permitiera seguir la trama y mantener la conversaci¨®n del desayuno colectivo. A ver de qu¨¦ otra forma podr¨ªas seguir criticando las artima?as del malvado de turno y envidiando los lances del que nunca adivinabas con qui¨¦n iba a acabar en la cama.
Sin embargo, cuando empezaba el verano hab¨ªa un programa que pod¨ªas ver a tu antojo sin miedo a perderte nada, porque cualquiera que fuera el momento en el que te reengancharas conoc¨ªas el planteamiento, el nudo y hasta el desenlace. Basta con recordar una fiesta de pueblo e imagin¨¢rsela organizada en un plat¨® de televisi¨®n. El resto era hartarse a re¨ªr -a veces tambi¨¦n de verg¨¹enza- con pruebas hechas a la medida de esa carcajada inconsciente que contenemos por educaci¨®n ante una ca¨ªda c¨®mica que sabemos no tendr¨¢ consecuencias. As¨ª a grandes rasgos era el Grand Prix, el programa que durante 14 temporadas (10 en Televisi¨®n Espa?ola y las restantes en las auton¨®micas), retumb¨® en las terrazas convertidas en cine al aire libre en las noches de can¨ªcula.
El logo era un toro de dibujo animado, al que no le faltaba un cencerro y una corona de laurel para que los despistados tuvieran claro que aquello era un concurso de y para el pueblo. Mejor dicho, de y para los pueblos porque el programa ten¨ªa sabor a Ninja Warrior pero de andar por casa. Para aspirar a Ninja, un remedo sofisticado de su antecesor de hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, hay que estar cachas, tener pinta de poder conquistar el Everest sin ox¨ªgeno y hablar con la seguridad aplastante de los superh¨¦roes. Los concursantes del Grand Prix solo deb¨ªan pertenecer a un pueblo de la geograf¨ªa espa?ola de menos de 50.000 habitantes, querer salir en televisi¨®n a darlo todo por su localidad y no tener miedo al rid¨ªculo, porque hab¨ªa que escalar rampas, pasar troncos locos, subir una grasienta cuca?a o encestar todo tipo de artilugios, jamones incluidos, disfrazados de cualquier cosa que invitara al jolgorio, ya fuera vaca florida o pollo paticorto.
Algunos se libraban del chirigotero disfraz y jugaban a la patata caliente, donde con suerte el rid¨ªculo se limitaba a no atinar ni una respuesta mientras un globo se iba hinchando hasta que estallaba irremediablemente en la cara de alguno de los contrincantes. Pero este sol¨ªa ser un privilegio reservado a los alcaldes de las villas competidoras y a los rostros famosos que actuaban como padrinos de cada equipo. Que siempre hay clases.
As¨ª pasaba el verano, con parroquianos haciendo re¨ªr y ri¨¦ndose, con azafatas en minishort y con musiquillas ramplonas para cuya interpretaci¨®n no faltaba banda y templete. El programa era malo -enga?arse no merece la pena- pero sus audiencias ya las quisieran muchas series de culto. Y adem¨¢s, durante una d¨¦cada, cont¨® con Ram¨®n Garc¨ªa como presentador, otro cl¨¢sico que en verano hasta se quitaba la capa con la que ha acompa?ado tantos a?os a los espa?oles en Nochevieja. Si todav¨ªa dudan de por d¨®nde iban los tiros, atentos a la letra de la canci¨®n que anunciaba el programa: "En el campo y en las playas hace calor, y la gente se pasea en ba?ador. El sol aprieta. Por fin lleg¨® el verano, viene con este programa de la mano. Va a empezar, ya est¨¢ aqu¨ª, lo que m¨¢s te gusta a ti. Es el Grand Prix, es el Grand Prix".
Despu¨¦s de semejante poes¨ªa solo hab¨ªa que esperar los resbalones, chapuzones y otras zarandajas. No hab¨ªa pretensiones m¨¢s all¨¢ de hacer re¨ªr a la familia. Los abuelos recordaban otras fiestas de pueblo en las que fueron protagonistas y los nietos atesoraban recuerdos mientras acariciaban sus manos nervudas y memorizaban sus arrugados rostros sonrientes. Eso era el Grand Prix... del verano.
Periodistas de EL PA?S recuerdan en esta serie c¨®mo han vivido su relaci¨®n con el verano y la televisi¨®n.
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