Naipaul en el mundo
El brit¨¢nico es un escritor pol¨ªtico incluso cuando cuenta historias sobre su familia y su vocaci¨®n
Un hecho simple bien contado adquiere por s¨ª mismo una cualidad de s¨ªmbolo. No es un adorno literario: es un hallazgo cognitivo. El s¨ªmbolo sintetiza y explica lo real, a la manera de una ecuaci¨®n o de una f¨®rmula qu¨ªmica. Un hecho as¨ª est¨¢ en el coraz¨®n de The Enigma of Arrival, que es ya de por s¨ª una s¨ªntesis de toda la literatura de V. S. Naipaul, de su idea del mundo y de s¨ª mismo, del origen de su vocaci¨®n literaria y el proceso dif¨ªcil de autoconocimiento sin el cual no es posible el aprendizaje del oficio. En la novela, que solo lo es hasta cierto punto, el joven Naipaul ha empezado por fin el viaje que lo llevar¨¢ de Trinidad a Inglaterra, de la periferia semicolonial a la metr¨®polis. Va a ser un viaje largo y laborioso para el estudiante becado que no sabe nada del mundo, que ha vivido la partida con una mezcla de exaltaci¨®n y de p¨¢nico. La despedida de la familia ha sido premiosa, sofocante en su lentitud y en su espesor sentimental para el joven impaciente por desprenderse del agobio de la familia. El avi¨®n despega por fin y cuando toma altura Naipaul mira por la ventanilla y ve lo que hasta ahora no hab¨ªa visto nunca: la forma completa de la isla en la que ha vivido hasta entonces. Los contornos del territorio al que uno pertenece solo se vuelven visibles al abandonarlo.
En una ¨¦poca de veleidades expresivas, de brillos irresponsables de palabrer¨ªa, nadie ha cultivado igual que ¨¦l la prosa como una forma de conocimiento
Todo lo que Naipaul escribi¨® a lo largo de 30 a?os de fertilidad incomparable tiene que ver con ese primer viaje, con esa ambici¨®n de asomarse a la anchura del mundo y ese descubrimiento de lo que se ha dejado atr¨¢s. Su propia vida le dio el s¨ªmbolo en el que se cifra toda la riqueza y la amplitud de un espacio narrativo que es ¨ªntimamente suyo y a la vez abarca la geograf¨ªa de varios continentes, la historia de la expansi¨®n imperialista de Europa, las turbulencias y los fracasos del mundo que los colonizadores dejaron tras siglos de explotaci¨®n desp¨®tica, en una retirada tan atropellada y tan irresponsable como lo hab¨ªa sido la conquista. Por eso Naipaul es un escritor pol¨ªtico incluso cuando cuenta historias sobre su familia y sobre su propia vocaci¨®n, y es autobiogr¨¢fico cuando al buscar los or¨ªgenes de la calamidad poscolonial se remonta a los viajes de Col¨®n y a los de Sir Walter Raleigh, a la conjunci¨®n de codicia y fantasmagor¨ªa delirante que animaba en el siglo XVI a los conquistadores a dejarse la vida buscando El Dorado o la Fuente de la Eterna Juventud. En el joven Naipaul est¨¢ la melancol¨ªa del adolescente de provincia que alimenta como puede su vocaci¨®n precoz en una comunidad que le parece cerrada y hostil, muy lejos del resplandor de las capitales de las que vienen los libros que lee y en las que imagina que sucede la literatura. La distancia geogr¨¢fica no tiene por qu¨¦ ser demasiado grande. Entrevist¨¦ una vez a Don DeLillo, que hab¨ªa nacido en una familia trabajadora italiana del Bronx, y me cont¨® que para ¨¦l Manhattan, el lugar de la literatura, le parec¨ªa tan remota como Par¨ªs aunque estuviera a unas cuantas paradas de metro de su barrio. La provincia de Naipaul estaba m¨¢s apartada todav¨ªa porque era una isla sin pasado ni consistencia social o econ¨®mica, sin la posibilidad de una tradici¨®n en la que haberse educado. El pasado de las poblaciones ind¨ªgenas hab¨ªa sido borrado sin huella por las matanzas y las epidemias. Los paisajes de la isla hab¨ªan sufrido una extinci¨®n semejante, al ser arrasados para convertir todo el territorio en una vasta plantaci¨®n de ca?a de az¨²car. Esclavos de ?frica y, despu¨¦s del fin de la esclavitud, trabajadores tra¨ªdos de India cultivaban la ca?a y produc¨ªan el az¨²car al servicio de propietarios europeos que no ten¨ªan otro v¨ªnculo con la tierra en la que viv¨ªan que la extracci¨®n sin miramientos del m¨¢ximo beneficio.
En su provincia asentada y opresiva, el aspirante a rebelde quiere hacer borr¨®n y cuenta nueva, romper con sus ra¨ªces: Naipaul, el joven colonial, miembro de una familia de emigrantes indios que siguen siendo extranjeros al cabo de las generaciones, no puede apoyarse m¨¢s que en su propia obstinaci¨®n, y como viene de un territorio culturalmente devastado, necesita hacer suya, aunque en sus propios t¨¦rminos, la cultura de los colonizadores. Sus primeros modelos fueron El Lazarillo de Tormes y Dickens. El espa?ol del Lazarillo era el de los conquistadores y el de los cronistas de Indias: pero la mirada y la escritura de L¨¢zaro, de su autor an¨®nimo, eran una lecci¨®n de claridad y de irreverencia que desment¨ªa las palabrer¨ªas imperiales y ense?aba a contar las cosas tal como son, a la luz fr¨ªa y desenga?ada de la verdad. Y el oficio narrativo que le hab¨ªa servido a Dickens para mostrar por dentro el tejido de las vidas inglesas y el funcionamiento social en la ¨¦poca del gran empe?o imperial pod¨ªa ser usado para contar el otro mundo, el de la experiencia lejana de los colonizados en su isla perdida en el Caribe. V. S. Naipaul, en A House For Mr. Biswas, se apoder¨® de la forma cl¨¢sica de la novela de Dickens con la misma ambici¨®n y el mismo descaro con que su coet¨¢neo caribe?o Derek Walcott hizo suya la tradici¨®n igual de sacralizada del gran poema ¨¦pico. El marginal lleno de talento toma por asalto la ciudadela de lo intocable como el que se cuela de noche en un museo, y lo hace suyo y a la vez contempor¨¢neo, lo devuelve de la arqueolog¨ªa a la vida.
Nada m¨¢s alcanzar la maestr¨ªa en el arte de la novela cl¨¢sica V. S. Naipaul abjur¨® de ella. Tante¨® otras formas m¨¢s fragmentarias de ficci¨®n que se correspondieran con las vidas de desarraigo y desplazamiento que quer¨ªa contar. Consider¨® que la ficci¨®n no le bastaba y tom¨® otro g¨¦nero cl¨¢sico de la literatura colonial, el relato de viajes, y le dio la vuelta para contar con urgencia y con una claridad corrosiva como la del Lazarillo historias que ya no pod¨ªan ser abarcadas dentro de los l¨ªmites de la novela. Daba igual el g¨¦nero: lo que importaba era la precisi¨®n de la escritura y la agudeza de la mirada y el o¨ªdo. Nadie, que yo sepa, ha llegado tan lejos en estos tiempos como V. S. Naipaul en convertir la transparencia en estilo; en una ¨¦poca de veleidades expresivas, de brillos irresponsables de palabrer¨ªa, nadie ha cultivado igual que ¨¦l la prosa como una forma de conocimiento.
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