Y puede ocurrir aqu¨ª
Como dec¨ªa Krugman en un demoledor art¨ªculo, a los que todav¨ªa creen que el sistema democr¨¢tico americano tiene armas suficientes para defenderse de quien lo socava desde la Casa Blanca habr¨ªa que despertarles de un sue?o
Dos noches, a dos cap¨ªtulos por jornada, viendo la serie documental, An American Dream, sobre Donald Trump. Dos noches a cuestas con su vida y milagros. El ascenso social, all¨¢ por los a?os ochenta, y el auge del presente, porque quien de momento quiera ver signos de su decadencia y ca¨ªda est¨¢ cegado por un ingenuo optimismo. Como dec¨ªa Paul Krugman en un demoledor art¨ªculo, Por qu¨¦ puede ocurrir aqu¨ª, a los que todav¨ªa creen que el sistema democr¨¢tico americano tiene armas suficientes para defenderse de quien lo socava desde la Casa Blanca habr¨ªa que despertarles de un sue?o que los mantiene tontamente esperanzados y, por tanto, inactivos. Krugman terminaba su columna con una afirmaci¨®n que estremec¨ªa: "Estamos en un punto de no retorno". Y no es la crisis econ¨®mica, o no solo, la que atiza el fuego sino la crecida brutal del resentimiento que el discurso simpl¨®n y tramposo de Trump sabe manejar con la astucia de quien carece de escr¨²pulos para aceptar alguna regla del juego.
Su idea sobre la mujer como objeto de uso y abuso ha estado siempre a la vista
El documental nos devuelve a los a?os en los que el p¨¢jaro comenz¨® a volar. No fue un hombre hecho a s¨ª mismo, como gusta definirse, porque su padre lo coloc¨® en la casilla de salida con un buen capital bajo el brazo. Como la est¨¦tica es siempre un reflejo de la ¨¦tica, Trump decor¨® su vida de un lujo ordinario y adopt¨® el desparpajo chulesco de quienes se mueven siempre al borde de la ilegalidad. Como suele ocurrir, hubo un sector de la prensa que le aplaudi¨® las ocurrencias y lo convirti¨® en celebridad. Habr¨ªa que estudiar esa fascinaci¨®n de los medios por el tipo de personaje turbio y grosero, que no tiene pelos en la lengua y, como suelen decir, da juego en las entrevistas, porque engordando su vanidad han contribuido en m¨¢s de una ocasi¨®n a la creaci¨®n de monstruos que no debieran haber salido jam¨¢s de la secci¨®n de econom¨ªa, donde solo cabe que les censuren sus acciones empresariales. Pero a la prensa le divierten los horteras con dinero y suele hacer la vista gorda a su falta de escr¨²pulos. Trump disfrut¨® de sus primeros ¨¦xitos empresariales en el contexto de una ciudad, Nueva York, deprimida, v¨ªctima de un alt¨ªsimo ¨ªndice de criminalidad y abandonada a su suerte. Cierta prensa compr¨® el discurso de este potro salvaje, que ten¨ªa el descaro de vender casi como un acto de generosidad con el pueblo la construcci¨®n de rascacielos y casinos bautizados con su nombre. Fracas¨® con frecuencia, pero atac¨® con maneras de mat¨®n a esos otros periodistas que denunciaban que las cuentas del nuevo magnate no cuadraban. Y tuvo un digno enemigo en el entonces alcalde de la ciudad, Ed Koch, que le plant¨® cara y se neg¨® a admitir que se librara de pagar impuestos en una ciudad que se ca¨ªa a pedazos.
La presidencia de Trump parece sacada de un gui¨®n de lucha libre
Su concepci¨®n del ser humano queda plasmada en los tres contados mandamientos que ha barajado siempre para definirse. Su ideolog¨ªa, si es que as¨ª puede llamarse, cabe en medio folio: a saber, no hay beneficio ni victoria sin humillaci¨®n del enemigo; quien fracasa es porque lo merece y el dinero lo compra todo, incluso el derecho a agarrar por el co?o a las mujeres. Su idea sobre la mujer como objeto de uso y abuso ha estado siempre a la vista. Cuando se separ¨® de Ivana Trump a cuenta de sus sonadas infidelidades confes¨® a una periodista que no le gustaba acostarse con mujeres que hubieran tenido hijos (aunque fueran suyos). En uno de aquellos desmadrados jolgorios que organizaba en la mansi¨®n de Florida, a los que acud¨ªan jovencitas que se le arrimaban en las fotos, conoci¨® a la actual primera dama. Una Melania juvenil y sonriente hoy reconvertida en esfinge.
Vida y obra lo definen. La zafiedad lo impregna todo, de lo privado a lo p¨²blico, y esa la falta de empat¨ªa hacia el d¨¦bil que es exhibida como una virtud. Soci¨®pata es uno de los adjetivos que con m¨¢s frecuencia emplean aquellos que lo vieron crecer.
Alguien me apunt¨® el otro d¨ªa una teor¨ªa tan sorprendente como plausible dado lo grotesco del personaje: Trump se inspira desde hace a?os en la manera de actuar de los jugadores de la lucha libre. De hecho, fascinado por esta deporte/pantomima contrat¨® para sus casinos ese espect¨¢culo y particip¨® en algunos de los torneos simulando que peleaba contra otro empresario. Se granje¨® el aplauso del p¨²blico y le concedieron un lugar de honor en el Sal¨®n de la Fama en 2013. En Trump todo lo esperp¨¦ntico encuentra su l¨®gica. Descubro, en un art¨ªculo de David Von Drehle para The Washington Post, este p¨¢rrafo que tambi¨¦n apunta esa relaci¨®n: "La presidencia de Trump parece sacada de un gui¨®n de la WWE (multinacional de lucha libre). Sus conferencias de prensa con peleas, sus disputas con miembros del Congreso, sus pulgares abajo-pulgares arriba en medio del caos de la Casa Blanca... Todo lleva la impronta de un hombre que aprendi¨® del melodramatismo de la lucha libre".
Al terminar el documental, que la realidad confirma como inacabado, es imposible conciliar el sue?o sin antes pensar a qu¨¦ se llamar¨¢ democracia a partir de ahora.
Babelia
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