Los nombramientos
El autor, protagonista de una de las muestras de la temporada en el Reina Sof¨ªa, defiende que nombrar es un ejercicio de poder que a veces llega al abuso aunque se antoje inocuo
Demasiado tarde en mi vida me di cuenta de que en la escuela solamente me ense?aron el nombre de las cosas y no me ense?aron a nombrarlas. Hace ya bastante tiempo hab¨ªa descubierto que ten¨ªa que aprender las respuestas para preguntas que ya hab¨ªan sido preguntadas, pero no hab¨ªa prestado atenci¨®n a los nombres. Durante mi vida escolar, el derecho de preguntar preguntas nuevas, esas sin respuesta, era un derecho reservado para los adultos, aquellos seres a los cuales ya no les interesa preguntar. Creo que fue esa la realizaci¨®n que me llev¨® al arte, a la educaci¨®n y a querer borrar las fronteras entre ambas. La confrontaci¨®n con los nombres, en cambio, fue algo mucho m¨¢s reciente. Aunque por lo arbitrario y f¨¢cil uno piensa que el nombrar es algo inocuo, es un ejercicio de poder que muchas veces llega al abuso.
Cuando los nombres se aplican a una persona se pegan hasta integrarse. Son como un trasplante de ¨®rgano: uno m¨¢s o menos sigue siendo la misma persona, pero carga con algo ajeno que, con un poco de suerte, no causa reacciones en la inmunidad del cuerpo. Nombrar es la forma m¨¢s elemental de organizar las cosas, de darles un cierto orden. En su forma m¨¢s primitiva el nombre es un referente y muy frecuentemente sirve para significar nada m¨¢s que ¡°esto¡± es o no es ¡°m¨ªo¡±. Es un truco para ejecutar una apropiaci¨®n. Los hijos nombrados pasan a ser propiedad de los padres. Las cosas nombradas permiten referirme a detalles del mundo con m¨¢s eficiencia que la que me permite se?alar con el dedo y decir ¡°esto¡±, como uno hace navegando un idioma extranjero incompletamente dominado. A veces, como en el caso de los insultos, los nombres solamente sirven para terapia.
El arte es un instrumento clave para moverse en el futuro y hacerlo digerible. Sirve para nombrar lo innombrado
Es poco frecuente que uno se preocupe por hacer las preguntas interesantes que se esconden detr¨¢s del nombre. De joven frecuentemente o¨ªa un ¡°hijo de mil putas¡± entre mis amigos. Nunca me pregunt¨¦ c¨®mo esto ser¨ªa posible, ni tampoco percib¨ª su posible valor po¨¦tico. Antes de tener memoria me hab¨ªan dicho: ¡°Eso se llama ¡®perro¡±. La pregunta de ¡°?c¨®mo pas¨® de llamarse perro a ser un perro?¡±, ¡°?por qu¨¦ es un perro?¡± o ¡°?qui¨¦n decidi¨® llamarlo perro?¡± nunca fue hecha. Alguien tuvo el poder de nombrarlo, no importa si un individuo o una evoluci¨®n filol¨®gica colectiva, y de imponer el nombre. Lo que importa aqu¨ª es que ese ¡°alguien¡± no fui yo. Si a mi perro, luego de ser perro, yo le pongo un nombre, lo extraigo y me apropio de uno de los ejemplares de la categor¨ªa ¡°perro¡±. Significo e informo que ¨¦ste es distinto por ser m¨ªo y que tengo poder sobre ¨¦l. Al declararlo m¨ªo, en el caso del perro por lo menos, le doy cierta individualidad. Creemos que por mover la cola el perro entiende y aprecia la distinci¨®n, pero no es m¨¢s que la inexistente individualidad de una Mar¨ªa o de un Juan cualquiera.
La referencia a la propiedad se extrema cuando al mismo tiempo de declararla tambi¨¦n se anonimiza al nombrado. Es una contradicci¨®n porque la palabra ¡°an¨®nimo¡± quiere decir ¡°sin nombre¡±. Cuando se llega a la marca quemada en el ganado suelto en los campos, o al tatuaje de n¨²meros en los brazos de los prisioneros del campo de concentraci¨®n, o al uso del ADN para reunir a hijos con padres arbitrariamente separados en la frontera, hablamos de un ¡°dejar de ser¡± para convertirse en parte de un problema de pertenencia. Es en la falsa pertenencia o en el robo en donde ocurre el abuso de poder. El abuso bien ejercido es el que se hace sin que las v¨ªctimas se den cuenta de lo que est¨¢ pasando. Para esconderlo se inventa la aceptaci¨®n de la autoridad y se logra que ¨¦sta sea internalizada. Esta es la base del respeto a las leyes, a los Gobiernos, a la polic¨ªa, a los padres y a los maestros. Es un respeto atribuido gracias a los nombres que llevan, algo impuesto pero no ganado o merecido, o siquiera pasado por un filtro cr¨ªtico.
La ignorancia es el campo de lo innombrado. Es el lugar en donde el conocimiento se puede expandir en lugar de ser congelado
No es coincidencia que ese respeto a los nombres sirva como un cimiento de la pedagog¨ªa. Todo el sistema est¨¢ armado alrededor de ense?ar el nombre de las cosas y tratar que esos nombres no se despeguen de lo nombrado. Desde que nacemos, nuestra habilidad de hablar se basa en ¡°saber¡± nombres. Con ellos podemos comunicarnos con los adultos, que es, en los niveles m¨¢s complejos, lo que los adultos quieren y elogian. ¡°Qu¨¦ lindo ser¨ªa que mi perro me hablara¡¡±. Cuantos m¨¢s nombres acumulamos, m¨¢s nos acercamos a esa tan deseada categor¨ªa de adultos. Y una vez aceptados como miembros, se nos entrena para cumplir con nuevas funciones tambi¨¦n ya nombradas. Para lograrlo existe todo un sistema dise?ado para adquirir el contenido de las disciplinas acad¨¦micas, con el contenido tan nombrado como las disciplinas. Al encerrarse en su nombre, las disciplinas adquieren su t¨ªpica rigidez y eliminan su temida inseguridad y sus riesgos. Es por eso que lo interdisciplinario es tan dif¨ªcil de lograr. Al ubicarse uno entre las disciplinas, al integrarlas o al ir m¨¢s all¨¢ hacia lo transdisciplinario, las cosas evaden la nomenclatura. Sin embargo, una vez aceptadas las nuevas categor¨ªas, ¨¦stas adquieren su propio nombre: bioqu¨ªmica, astrof¨ªsica, l¨®gica matem¨¢tica, para volver a morir en una disciplina. Una vez que algo est¨¢ nombrado es muy dif¨ªcil desnombrarlo.
En t¨¦rminos pol¨ªticos, si el intento de desnombramiento es violento, eso equivale al derrocamiento. En forma m¨¢s suave, evolutiva, se trata de demostrar la inutilidad u obsolescencia de un nombre. Pero siempre hay otro nombre esperando. El desnombrar tampoco se ense?a. Es un acto encontrado por la necesidad de resistencia.
Creer que ense?anza es aprendizaje es creer que memorizar nombres equivale a nombrar las cosas, que consumir es crear, que por mirar el pasado uno construye el futuro. Son esas creencias las que declaran que la ignorancia es un campo negativo que hay que borrar, y son las que inventaron la escuela que se dedica a lo conocido y a lo ya nombrado. La escuela as¨ª definida es la institucionalizaci¨®n de la conservaci¨®n del poder. Para lograrlo se tiene que calumniar a la ignorancia, convertirla en un nombre insultante que impide su an¨¢lisis y su desconstrucci¨®n.
La ignorancia es el campo de lo innombrado. Es justamente el lugar en donde, gracias al aprendizaje real, el conocimiento se puede expandir en lugar de ser congelado y conservado para una posteridad que pretende ser futuro pero es pasado. La ignorancia es el lugar que, en lugar de estar lleno de nombres, tiene un espacio para nombrar las cosas. La ignorancia es el continente que todav¨ªa no est¨¢ en el mapa. Es en donde lo ¨²nico que sabemos con seguridad es que all¨ª opera el arte, que es all¨ª en donde se crea. Crear se nutre del futuro. El presente es solamente una digesti¨®n. El pasado es lo que sale y queda despu¨¦s de ella. El arte, entonces, es uno de los instrumentos fundamentales para moverse en el futuro y hacerlo digerible. Sirve para nombrar lo innombrado, y es el ¨²nico instrumento que tiene el permiso para desnombrarlo una y otra vez para as¨ª volver a digerirlo como si nuevamente fuera desconocido.
Hospicio para utop¨ªas fallida. Luis Camnitzer. Museo Reina Sof¨ªa. Del 16 de octubre al 4 de marzo de 2019.
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