Diez a?os de la estafa Hirst
Las obras que el artista vendi¨® en su famosa subasta de Sotheby's de 2008 se han devaluado en un 20%
El 15 de septiembre del 2008 se escribi¨® una p¨¢gina en la historia del arte contempor¨¢neo. O en la de la historia del marketing del arte. El d¨ªa en que Lehman Brothers anunciaba su quiebra, Damien Hirst inauguraba?Beautiful inside my head forever, su venta al por mayor en Sotheby¡¯s, convertida en galer¨ªa de arte temporal. Un total de 223 lotes de obras de arte recientes de Hirst se vendieron por m¨¢s de 200 millones de d¨®lares, r¨¦cord mundial. Sus animales en formaldeh¨ªdo, gabinetes de m¨¦dico, cuadros de puntos y mariposas volaron y reportaron cheques en los bolsillos del ya entonces ¨Cy todav¨ªa ahora¨C artista m¨¢s rico, que al hacer una exposici¨®n en una casa de subastas disipaba las dudas acerca de si su inter¨¦s era hacer arte o vender arte. Hirst se validaba como un Gauguin a la inversa: el franc¨¦s fue vendedor de arte y luego artista, y el brit¨¢nico fue primero artista y luego vendedor de (su) arte. Seg¨²n los textos de la subasta, la sesi¨®n de venta fue una performance art¨ªstica en s¨ª. Para cr¨ªticos de arte como Robert Hughes, uno de los eventos culturales menos interesantes del a?o.
Hijo de un vendedor de coches y de una artista amateur, lanzado al estrellato por el galerista y publicitario Charles Saatchi, el creador se saltaba a las galer¨ªas en una ¡°forma muy democr¨¢tica de vender arte¡±, seg¨²n la calific¨®. Damien Hirst, cuya forma de hacer arte tambi¨¦n es muy democr¨¢tica (todas sus obras son realizadas por un equipo de profesionales seg¨²n sus ¨®rdenes), que ya gozaba de un situaci¨®n contractual muy favorable con sus galeristas (su comisi¨®n con Jay Jopling y Larry Gagosian era del 30%, cuando lo habitual es el 50%), anunciaba el comienzo de una nueva ¨¦poca, una en la que los artistas podr¨ªan liberarse de esa intermediaci¨®n. Pero la nueva ¨¦poca no era otra cosa sino el viejo timo de la estampita. Los galeristas, mientras fing¨ªan una mueca de desd¨¦n con el rebelde punk de coraz¨®n, pujaban y, en algunos casos, directamente compraban las obras en subasta a precios siderales. Se calcula que m¨¢s de la mitad del dinero recaudado fue resultado de compras o de apuestas de sus colaboradores. Nada nuevo en uno de los sectores m¨¢s opacos de la econom¨ªa, como demuestran los 45 casos analizados recientemente por Georgina Adam [1].
La obra m¨¢s cara de la subasta fue The golden calf (El becerro de oro), el toro con cuernos dorados, que alcanz¨® los 18,6 millones de d¨®lares. Para el artista convertido en marca, dejar en evidencia a los adoradores del becerro no era m¨¢s que un juego de ni?os. Los Mois¨¦s del pasaje, los cr¨ªticos de arte, poco pod¨ªan hacer frente a la maquinar¨ªa medi¨¢tica de Hirst. Ni Julian Spalding (autor del libro Con Art. Por qu¨¦ deber¨ªa vender sus Damien Hirst ahora que puede), quien establece un paralelo entre la obra del artista y las hipotecas subprime que provocaron la crisis financiera. Mientras los tiburones de las finanzas reventaron de codicia vendiendo a precios inflados hipotecas t¨®xicas, los t¨®xicos tiburones flotantes de Hirst se vendieron a precios inflados, dejando a los coleccionistas hipotecados.
En un estudio elaborado por Artnet, se ha demostrado que el precio pagado por las obras subastadas en aquel 2008 se ha devaluado en estos diez a?os un 20%. Rastreando las posteriores ventas de 19 obras adquiridas en Sotheby¡¯s comprobaron c¨®mo de los 8,1 millones de d¨®lares registrados en aquel d¨ªa hist¨®rico se ha pasado a los 5,2 millones actuales. Los precios de Hirst van de la mano de su reputaci¨®n, que, como una curva de rendimiento, va en picado desde la subasta. En 2009 fue igualmente millonario, pero con cr¨ªticas negativas, tras exponer cuadros pintados por ¨¦l mismo en la colecci¨®n Wallace. En el 2012 hizo una retrospectiva de sus obras en la Tate que fue igualmente atacada con vehemencia por su car¨¢cter repetitivo y poco original. Y recientemente se ha hecho p¨²blica la reducci¨®n de su plantilla de trabajadores: 50 hacedores de puntos de colores est¨¢n ahora en la calle, y probablemente con tripofobia. Pero Hirst se resiste a ser un bono basura. Su muestra paralela a la pasada Bienal de Venecia, Treasures from the wreck of the unbelievable, report¨® ganancias de 330 millones de d¨®lares. Y, tras un periodo de trifulca, Larry Gagosian ha vuelto a contar con Hirst y sus cuadros de puntos, dejando el advenimiento de la nueva ¨¦poca sin galeristas para una segunda ocasi¨®n, y empe?ado en demostrar que su artista es ¡°too big to fail¡±.
[1] Adam, G. (2018). Dark side of the boom the excesses of the art market in the twenty-first century. London: Lund Humphries.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.