Etc¨¦teras abanderados
Juan Hidalgo convert¨ªa en arte cualquier gesto cotidiano. Una gran exposici¨®n en Madrid repasa su trayectoria
Madrid, 1964. Por las calles deambulan tres compositores, un italiano, Walter Marchetti; un canario, Juan Hidalgo, y el madrile?o Ram¨®n Barce. Fue el primer traslado ZAJ, un acontecimiento retroactivo con esp¨ªritu de bar que cambi¨® el devenir del arte. Un a?o antes, Manchetti levantaba los brazos en una acci¨®n celebrada en The Kitchen de Nueva York, m¨ªtico espacio adelantado a todos los tiempos, acompa?ado de Esther Ferrer y tambi¨¦n de Hidalgo. ?l ten¨ªa 36 y ella 10 menos, y los ojos abiertos a la experimentaci¨®n. Mientras tanto, en ?vila, el argentino Alberto Greco recorr¨ªa el pueblo de Piedralaves dibujando c¨ªrculos de tiza en torno a paseantes an¨®nimos, sus Vivo-Ditos, que pronto llev¨® al mercado la galer¨ªa Juana Mord¨®. Eran acciones que mezclaban artes pl¨¢sticas, poes¨ªa, performances y m¨²sica indeterminada. El eco llegaba desde territorio internacional. Primero fue Nueva York, con George Maciunas, Fluxus y su galer¨ªa A/G, y todas esas cosas que La Monte Young lanzaba en el loft de Yoko Ono en 112 Chambers Street. Ese arte no oficial lleg¨® a Europa adoptado por Wolf Vostell, Nam June Paik y compa?¨ªa, y pronto estaban metidos hasta las cejas George Brecht y Walter de Maria, en deuda con John Cage y Duchamp. Todo invocaba el antiarte y esa negaci¨®n del objeto art¨ªstico pretend¨ªa convertir situaciones cotidianas e intrascendentes en el summum de la creaci¨®n: un estornudo, airear la axila o pasear en burro.
Esa es la historia, para recordarla, revisarla o reescribirla. Es lo que hacen las exposiciones: crear elementos casi invisibles que terminan generando un entramado mediante contenidos diversos, sobre todo con ideas, sensaciones y emociones. Hay un bonito libro de Mart¨ª Manen sobre ello. La de Juan Hidalgo (Las Palmas, 1927-2018) es una historia a medio contar. Durante mucho tiempo, ha sido un excelente desconocido para la mayor¨ªa. La cosa empez¨® a cambiar a mediados de los noventa, cuando rozaba los 70, con un flujo de exposiciones considerable. El premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas lleg¨® 20 a?os despu¨¦s, tambi¨¦n tarde, casi con su adi¨®s. Su individual en el Reina Sof¨ªa no lleg¨® nunca, solo de modo tangencial en colectivas y con la muestra que el museo dedic¨® a ZAJ en 1996. Dicen que el movimiento acab¨® ah¨ª, pero no. Juan Hidalgo sol¨ªa poner etc¨¦teras en todo lo que hac¨ªa y dejaba de hacer, alargando la sombra de una de las trayectorias m¨¢s intensas y extensas. De las m¨¢s independientes e inteligentes del arte espa?ol. Uno subversivo con cualquier esquema de poder, incluido el franquismo.
El suyo es un arte independiente, inteligente y subversivo con el poder, incluido el franquismo
De ese ep¨ªgrafe tira Fernando Castro Fl¨®rez para titular la exposici¨®n que acaba de abrir en el espacio de Tabacalera de Madrid y que re¨²ne muchos de los trabajos del artista. Una revisi¨®n necesaria para poner en valor un trabajo que sigue reivindicando su calidad de actual. Toca el hueso modular con una selecci¨®n de obras generosa que dice entre l¨ªneas que no entendemos casi nada de las fronteras del arte. Habla de lo p¨²blico y lo privado, de lo social y lo personal, del cuerpo desnudo, sexual y sexualizado, de sus represiones y fuerza de los tab¨²es, de la relaci¨®n con la naturaleza y de eso ¡°normal¡± que siempre tiene el peligro de volverse antisocial. Es lo que tienen los raros, y Juan Hidalgo presum¨ªa gozosamente de serlo. Gente que se descuelga en oposici¨®n c¨®smica. Un silencioso, un elegante y un discreto, aunque la exposici¨®n presuma de lo contrario. Si algo tiene su obra es que siempre descompone y no deja pistas para la recomposici¨®n. Nadie dice que haya que hacerlo, y con esa idea paseo por las salas pensando en su talante libertario, en c¨®mo su planteamiento est¨¦tico asume lo azaroso y c¨®mo se filtra en todo la meditaci¨®n oriental. En la amalgama de obras, el montaje trata de encontrar la forma en que la abstracci¨®n musical se haga visible. Hay, desde luego, una amplia selecci¨®n de las acciones que ZAJ realiz¨®, dispersas en carteles, libros, audios y una actitud general fiel a una de las m¨¢ximas del artista, ¡°el arte es como estar en casa un domingo por la ma?ana en sandalias, camiseta y calzoncillos¡±.
Dialoga bien con piezas cl¨¢sicas como su Narciso (1990), la imagen de unos genitales sobre un espejo que invoca ciertas im¨¢genes que conciernen a la historia del arte antiguo. Las instalaciones que rozan la escultura, como Taco, bola y rafia (1994), es el gran hallazgo para el ojo acostumbrado a esa obra de Hidalgo focalizada en la er¨®tica masculina. Aunque hay m¨¢s descubrimientos: las serigraf¨ªas Sentado en una silla de Arteleku (1996), los cinco aguafuertes Etc¨¦tera (1989), ediciones de la antigua galer¨ªa Ginko o las partituras originales de Kuutamo (1961). Las acciones fotogr¨¢ficas proponen una doble v¨ªa por la que adentrarse en los vericuetos del artista: la idea de escenario de la representaci¨®n, la mirada expectante y la b¨²squeda ansiosa de significados. Se puede masticar una morosidad y una terquedad que es incontestable. La constelaci¨®n en la que se sit¨²an las ocurrencias de Juan Hidalgo es ancestral y, sin embargo, radicalmente moderna. Vive todas esas cosas de la vida que justifican que ¨¦sta se llame as¨ª. Entre los ingredientes: la inteligencia, el deseo, el humor, el sexo, la tranquilidad, la observaci¨®n, la amistad, lo contempor¨¢neo y sus silencios.
Si algo tiene su obra es que siempre descompone y no deja pistas para la reconstrucci¨®n
Juan Hidalgo & etc¨¦tera. Tabacalera. Madrid. Hasta el 11 de noviembre.
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