El derecho de autor contra los derechos sociales
Una pel¨ªcula sobre la paliza mortal a un preso en una c¨¢rcel italiana causa un conflicto entre distribuidores y p¨²blico
La justicia po¨¦tica, algunas veces, es m¨¢s r¨¢pida que la de los tribunales. Sucede que algunas obras culturales se convierten en banderas sociales y adquieren una dimensi¨®n dif¨ªcil de encerrar en una sala o en el escaparate de una librer¨ªa. Italia ha vivido una peque?a revoluci¨®n con el estreno de En mi propia piel, la pel¨ªcula de Alessio Cremonini que destripa los ¨²ltimos d¨ªas de Stefano Cucchi en una c¨¢rcel romana, donde falleci¨® tras ser detenido y recibir una brutal paliza a manos de los carabinieri.
Unas 140 personas fueron testigos de su calvario. Pero durante a?os se tap¨® la historia y se escondi¨® a los culpables entre la madeja de un farragoso proceso judicial que todav¨ªa colea. Pero en el pasado festival de Venecia se encendieron los focos. Si alguien quer¨ªa que esta historia no se supiera, debe asumir ahora que se ver¨¢ en 190 pa¨ªses a trav¨¦s de Netflix. El problema ha llegado a la hora de compaginar los intereses comerciales de la plataforma, los de los exhibidores cinematogr¨¢ficos y el de su prop¨®sito social.
El mismo a?o que falleci¨® Cucchi, otras 190 personas murieron en las c¨¢rceles italianas. ?l fue el n¨²mero 149. Y hubiera sido solo eso si su hermana Ilaria no se hubiera deslomado intentando que su historia se conociera con toda la crudeza y el dolor que la familia arrastraba. Cucchi, un toxic¨®mano detenido por tr¨¢fico de drogas, nunca fue un santo. Y nadie intent¨® hacerlo pasar por otra cosa. Y esa neutralidad form¨® parte de una denuncia que durante a?os qued¨® silenciada entre los muros del juzgado. Y la pel¨ªcula, basada en las 10.000 p¨¢ginas del sumario, se ha mantenido en ese territorio. No hac¨ªa falta m¨¢s.
La paradoja es que En mi propia piel ha provocado una ola de indignaci¨®n y apoyo en Italia mayor de la que el propio caso gener¨® durante a?os. Decenas de centros sociales y asociaciones de estudiantes han decidido proyectarla gratuitamente en espacios abiertos. Una decisi¨®n que, claro, no compartieron sus explotadores comerciales, pero ayud¨® a difundir el mensaje. Ilaria Cucchi no tiene dudas. ¡°Es un instrumento de denuncia important¨ªsimo. No hemos tenido ning¨²n papel en la pel¨ªcula, menos todav¨ªa econ¨®mico. Pero para nosotros es la continuaci¨®n de la batalla que llevamos librando desde hace nueve a?os. El hecho de que se llenen las salas y las plazas es que hay mucha voluntad de conocer esta historia. Que sea as¨ª y se pueda ver en tantos pa¨ªses, se contrapone con la soledad con la que muri¨® Stefano¡±, apunta.
En la Universidad de la Sapienza hab¨ªa 2.000 personas. Pero no solo en Roma. Uno de los primeros centros sociales en tomar la decisi¨®n de piratear su proyecci¨®n fue Lab¨¤s de Bolonia. Alessandro Brunello, activista de esta organizaci¨®n, cree que el discurso que lo ampara es simple. ¡°Cuando vimos el contenido de la pel¨ªcula, el cuidado que hubo en contar los hechos, en la reconstrucci¨®n detallada y, sobre todo en la supervisi¨®n de la asociaci¨®n de Ilaria Cucchi, pensamos que su valor social est¨¢ por encima de cuestiones comerciales de copyright. Hacer un debate p¨²blico ahora sobre lucha y abusos, fuerzas del orden contra derechos b¨¢sicos¡ justo en el momento que atraviesa Italia era muy oportuno. Ha habido tantos casos parecidos...¡±, se?ala al tel¨¦fono.
La pel¨ªcula y el conflicto entre sus usos, sin embargo, plantean un triple salto mortal. Su productor, Andrea Occhipinti, que adem¨¢s era el presidente de los distribuidores de Italia, decidi¨® estrenarla a la vez en las salas y en Netflix. Lo hizo por visibilidad, rentabilidad y por cierta militancia, cuenta. Una decisi¨®n que cabre¨® a muchos de sus colegas. ¡°Hacer esta pel¨ªcula ya era en s¨ª mismo un acto pol¨ªtico. Pero una vez hecha, lleg¨® Netflix y quisieron comprarla. Nos pareci¨® un ¨¦xito que tuviera una platea mundial. Para nosotros, pero tambi¨¦n para su hermana, a quien se debe que este hecho sea conocido. Pero en este caso hay algo militante por una cuesti¨®n social¡±, dice. La decisi¨®n desemboc¨® en la dimisi¨®n de Occhipinti como presidente de los distribuidores. Un experimento a tres bandas que ha acelerado la justicia que reclamaba este caso.
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