P¨¦rez-Reverte: ¡°Picasso no pint¨® el ¡®Guernica¡¯ por patriotismo, sino por much¨ªsimo dinero¡±
El escritor recorre en Par¨ªs los escenarios de la tercera novela de su serie de Lorenzo Falc¨®, un agente del espionaje franquista sin escr¨²pulos
Que nadie busque lo que no hay en Lorenzo Falc¨®. Bajo la seductora sonrisa y los impecables modales del hijo d¨ªscolo de una familia andaluza adinerada, el agente estrella del servicio de espionaje franquista que protagoniza la ¨²ltima saga de Arturo P¨¦rez-Reverte es un ser ¡°sin conciencia, sin ¨¦tica y sin remordimientos¡±. Un mercenario, insiste el autor, para quien matar no es m¨¢s que una ¡°herramienta de trabajo¡± que pone al servicio del mejor postor, que resulta ser el bando de los malos en una guerra que dej¨® unas heridas que no han cerrado a¨²n del todo en Espa?a. ¡°Quer¨ªa hacer un perfecto hijo de puta¡±, sonr¨ªe el escritor al presentar en Par¨ªs Sabotaje, la ¨²ltima parte de la trilog¨ªa que comenz¨® en Espa?a reci¨¦n iniciada la Guerra Civil, continu¨® en T¨¢nger y, ahora, se traslada a la capital francesa.
Hace fr¨ªo en Par¨ªs y P¨¦rez-Reverte se cierra bien la chaqueta antes de emprender un paseo por algunos de los lugares en los que se desarrolla la trama de Sabotaje, como el hist¨®rico caf¨¦ Les Deux Magots, punto de paso casi obligado de buena parte de la intelectualidad del siglo XX y donde Falc¨® recala tras visitar el estudio donde Pablo Picasso pinta el Guernica, unas calles m¨¢s abajo. O su puente parisino favorito, el Pont des Arts, desde donde P¨¦rez-Reverte obliga al esp¨ªa a tirarse a las aguas del Sena para huir de sus enemigos.
El escritor retrata una Ciudad de la Luz donde, a la habitual ebullici¨®n de artistas e intelectuales, se a?ad¨ªa en ese mayo de 1937 en que se sit¨²a la trama una explosiva mezcla de idealistas y republicanos en el exilio, fascistas que admiraban y colaboraban sin complejos con la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini y esp¨ªas, muchos esp¨ªas, de todos los servicios secretos de una Europa que no era consciente de la cat¨¢strofe hacia la que caminaba a marchas forzadas. Una situaci¨®n no tan distinta, advierte P¨¦rez-Reverte, de la actual.
¡°Me interesa mucho remarcar esa falsa seguridad de los que estaban aqu¨ª refugiados. Lo que ven¨ªa era muy gordo y no todo el mundo lo sab¨ªa ver¡±, explica sentado en uno de esos falsos refugios de entonces y ahora, el Deux Magots, ante las fotos de dos invitados a su novela, Picasso y Ernest Hemingway. ¡°Entre el Par¨ªs del 37 y la Europa de 2018 he querido, sin forzar, establecer algunos v¨ªnculos. Como ahora, pensaban que estaban a salvo, que no iba a pasar nada. Y no, la ola parda siempre est¨¢ ah¨ª, sea parda, azul, verde, amarilla o color butano. Y siempre llega. Quer¨ªa, aunque tampoco con eso cambie la mentalidad de nadie, decir: ¡®Cuidado con las certezas, con las seguridades y con las tranquilidades¡±.
Falc¨®, extraficante de armas, conquistador irreductible y mort¨ªfero para los enemigos de sus patrones ¡ª¡°no es un fascista ideol¨®gicamente, trabaja para ellos pero no es de los suyos, hace su propia guerra¡±, precisa el autor¡ª, viaja a Par¨ªs para cumplir, una vez m¨¢s, ¨®rdenes de la inteligencia falangista: desacreditar a un h¨¦roe del bando republicano, el intelectual y aviador Leo Bayard (inspirado sin complejos en Andr¨¦ Malraux) y, a la par, evitar como sea que Picasso muestre en la Exposici¨®n Universal el Guernica que est¨¢ pintando por encargo de la Rep¨²blica. Una doble misi¨®n que le ha permitido a P¨¦rez-Reverte recrear ¡°sin caer en los t¨®picos¡± una ciudad y una ¨¦poca que, una vez eliminada la p¨¢tina de romanticismo y heroicidades ¡ªy Falc¨® alias P¨¦rez-Reverte es un maestro en arrancarla a mordiscos¡ª transpira un mensaje recurrente en las novelas del reportero de guerra reconvertido en escritor de ¨¦xito: ¡°El mundo real nunca es blanco o negro, no es azul o rojo, es una gama de grises¡±. Y no todos son h¨¦roes ni act¨²an por motivos meramente altruistas, empezando por un Picasso que ¡°no pint¨® el Guernica por patriotismo ni por democracia; lo pint¨® por much¨ªsimo dinero¡±.
Una paliza
Hacer navegar a Falc¨® por esa paleta de grises tambi¨¦n le ha permitido a P¨¦rez-Reverte darse licencias como ajustar cuentas con un Hemingway al que oculta, con muy poco celo, tras el personaje del borrachuzo escritor Gatewood. ¡°Como no me cae bien Hemingway, s¨ª como escritor, pero no como persona, decid¨ª que en esta novela Falc¨® le diese una paliza en los lavabos de un cabaret de Pigalle¡±, el mismo lugar donde transcurre otra de sus escenas favoritas: un fugaz encuentro entre el canalla agente y una Marlene Dietrich que, ella s¨ª, aparece con nombre y apellido reales en esta ficci¨®n de esp¨ªas que tantos placeres le ha dado a su autor.
Aun as¨ª, por el momento, la de Par¨ªs ser¨¢ la ¨²ltima aventura de Falc¨®. P¨¦rez-Reverte tiene otros proyectos en mente y el pese a todo irresistible agente secreto falangista tendr¨¢ que ¡°hibernar¡± por un tiempo a¨²n indefinido. Pero no es, promete, un punto final. ¡°Cierro la trilog¨ªa pero tengo proyectos para el personaje¡±, asegura. Y conflictos, con una Guerra Civil inacabada y una mundial por empezar, hay de sobra para revivir a Falc¨® en nuevos escenarios y aventuras.
Una injusticia hist¨®rica
Arturo P¨¦rez-Reverte no se cansa de repetir que las de Falc¨® no son obras sobre la Guerra Civil, sino "novelas can¨®nicas de esp¨ªas" que tienen como escenario el conflicto espa?ol. Lo que no quita que le sirvan al escritor, que como periodista vivi¨® muchas guerras, para denunciar lo que considera una "injusticia hist¨®rica". "El problema que tiene toda guerra, y las civiles m¨¢s, es que al final se apropian de ella los intelectuales", se?ala el autor, que no duda en reflejar esta situaci¨®n en Sabotaje?a trav¨¦s de algunos personajes en los que, tras un nombre ficticio, se esconden individuos reales y f¨¢cilmente identificables, m¨¢s all¨¢ de Hemingway.
¡°Y cuando hay una guerra como la espa?ola, protagonizada por los desgraciados de ambos bandos, incultos, campesinos, o gente que realmente ten¨ªa fe, como el comunista, el socialista o el falangista, una vez pasado el conflicto o incluso durante, es el intelectual el que se adue?a de la historia¡±.
Todo ello cuando ¡°hab¨ªa intelectuales que no pisaban el frente m¨¢s que para hacerse fotos. Gente que se paseaba por la retaguardia con pistola, y en los bares y los caf¨¦s¡±. ¡°En ambos bandos¡±, subraya, refiri¨¦ndose a una ¡°injusticia¡± que, dice, pervive.
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