El arte de la seducci¨®n
Tras cambiar el rumbo del rock con Nuggets, Lenny Kaye rescat¨® la figura del 'crooner'
Un aplauso para Lenny Kaye. Le habr¨¢n visto junto a Patti Smith en el escenario: el guitarrista de melena gris. A principio de los a?os setenta, Kaye se ganaba la vida como periodista musical. Tipo afable, convenci¨® a la discogr¨¢fica Elektra para que rescataran ¨¦xitos menores de grupos estadounidenses surgidos durante la D¨¦cada Prodigiosa. Toda una audacia: nadie pensaba en t¨¦rminos musicol¨®gicos a la hora de preparar recopilaciones de rock. El resultado fue un apabullante doble elep¨¦, Nuggets (¡°perlas¡±, metaf¨®ricamente hablando).
El subt¨ªtulo era equ¨ªvoco: ¡°Artefactos originales de la primera era psicod¨¦lica, 1965-1968¡±. Hab¨ªa destellos de psicodelia en aquellos surcos pero dominaba un tipo de rock insolente, al que algunos ya denominaban punk, si bien la etiqueta que hizo fortuna fue la de garage rock: el producto de unos Estados Unidos pr¨®speros, donde los adolescentes ten¨ªan acceso a garajes reconvertibles en locales de ensayo para formar grupos. Grupos quiz¨¢s no muy originales ¨Ctend¨ªan a las imitaciones cazurras de los conjuntos brit¨¢nicos m¨¢s barbaros¨C pero alimentados por un arrogante sentido de empoderamiento muy propio de la generaci¨®n del baby boom.
Nuggets tuvo un impacto descomunal en la evoluci¨®n del rock de los setenta y ochenta. Inspir¨® a miles de grupos en todo el planeta y gener¨® docenas de colecciones similares, no siempre legales (la serie Pebbles alcanz¨® unas sesenta referencias). Una revoluci¨®n, que inspir¨® una forma de historificar la m¨²sica pop: visiones retrospectivas, g¨¦neros bautizados y explorados a posteriori.
As¨ª que, cuando Patti Smith actu¨® por vez primera en Espa?a (Badalona, 1976), intent¨¦ averiguar por d¨®nde iban las siguientes investigaciones de Lenny. No hubo manera de sonsacarle, aunque por un tiempo intercambiamos discos y casetes: le interesaban grabaciones folcl¨®ricas de Cerde?a y otras islas mediterr¨¢neas. ?Una pista?
Una pista¡equivocada. En 1979, Patti Smith se retir¨® a vivir fuera de los focos, lo que t¨ªpicamente denomin¨® sus ¡°a?os Rimbaud¡± (no hay constancia de que se dedicara a vender armas y traficar con esclavos). Por su parte, Kaye trabaj¨® con otro poeta rockero, Jim Carroll, y produjo a Suzanne Vega o Allen Ginsberg.
Obsesi¨®n 'crooner'
Lo que no supimos, hasta ya entrado el presente siglo, es que Lenny se hab¨ªa sumergido en el estudio de m¨²sicas muy anteriores a la eclosi¨®n del rock. Esencialmente, se obsesion¨® por los crooners y, de rebote, algunos de los instrumentistas de aquella ¨¦poca, ignorados en las cr¨®nicas del jazz por su vocaci¨®n de showmen.
Los crooners eran cantantes rom¨¢nticos que se beneficiaron de las grabaciones el¨¦ctricas y las t¨¦cnicas de amplificaci¨®n para desarrollar un estilo intimista, capaz de llegar a las zonas sensibles de los oyentes. Su ¨¦poca de esplendor fueron los a?os treinta y se llamaban Bing Crosby, Rudy Vall¨¦e, Russ Columbo. Cuando Kaye comenz¨® a estudiarlos, ya hab¨ªan fallecido o eran objeto de rid¨ªculo general: Gore Vidal contaba que se reun¨ªa con Orson Welles para despellejar las memorias de Vall¨¦e, precisamente vecino suyo en las colinas de Hollywood.
Los afanes de Lenny Kaye se concretaron en un libro chocante, You call it madness (Villard Books, 2004). Un tomo de gran tonelaje, que hubiera mejorado con la supervisi¨®n de un buen editor. Kaye noveliz¨® el tiempo de los crooners; advierto que se toma menos libertades con la verdad que Patti Smith en sus textos autobiogr¨¢ficos. Kaye se centra en la carrera de Russ Columbo, de una vida intensa: flirte¨® con Greta Garbo, Carole Lombard y Pola Negri, no se sabe si por obligaciones publicitarias u obedeciendo a sentimientos genuinos. Y muri¨® de una manera absurda, cuando un amigo jugaba con una pistolita del siglo XIX que result¨® que estaba cargada.
A diferencia de lo que ocurri¨® con el rock de garaje, el g¨¦nero crooner dif¨ªcilmente puede ser reciclado. Kaye discrepa e insiste en que sus semillas se han dispersado por lugares inesperados: Chet Baker, Bryan Ferry y en determinados rincones de la discograf¨ªa de Bowie, Iggy Pop o Nick Cave. Esta vez, sin embargo, pocos compartieron su deslumbramiento.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.