Michael J. Sandel: ¡°Los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre c¨®mo se gobierna Facebook¡±
Entrevistamos al fil¨®sofo m¨¢s popular del mundo, premio Princesa de Asturias, y asistimos a una de sus multitudinarias clases en Harvard
Decenas de chicas y chicos de varias nacionalidades esperan en el interior de un edificio de ladrillo rojo, obra maestra del rom¨¢nico richardsoniano, en la Universidad de Harvard. Leen a Jane Austen o repasan lecciones de econom¨ªa desde media hora antes de que empiece la clase; las sillas son limitadas en el anfiteatro y temen quedarse fuera del seminario Dinero, mercado y moral, de Michael J. Sandel (Minneapolis, 1953). Los 200 participantes fueron elegidos por sorteo la semana anterior entre m¨¢s de 700 aspirantes a un curso en el que el c¨¦lebre fil¨®sofo pol¨ªtico repasa desde la ¨®ptica de la econom¨ªa y el derecho asuntos como la ¨¦tica de la especulaci¨®n financiera o el ¡°capitalismo de casino¡±.
Sandel, con su pinta de hombre corriente, llega acompa?ado por cinco ayudantes que ordenan el tr¨¢fico en el auditorio y vigilan el cumplimiento de la pol¨ªtica ¡°cero pantallas¡±. M¨®viles, tabletas y ordenadores personales est¨¢n prohibidos durante la clase. ¡°La distracci¨®n es el gran enemigo del saber en nuestro tiempo¡±, opina el profesor.
Su ritual dista mucho del de aquel viejo maestro que, aburrido de s¨ª mismo, dicta cada a?o el mismo mon¨®tono saber. ?l prefiere preguntar. ?Est¨¢ mal que los vendedores de agua o un vecino que tenga un generador de sobra saquen partido de un desastre natural subiendo los precios? ?Es justo que Uber cobre m¨¢s cuando llueve? ?Y la reventa de entradas para un concierto de Beyonc¨¦? Los alumnos se pelean por participar con argumentos que casi siempre parten de la fe tan estadounidense en los mercados mientras el profesor les muestra sus contradicciones, orienta la conversaci¨®n sin dar respuestas rotundas, propone nuevos dilemas y apunta en la pizarra racimos de palabras como ¡°utilidad, libertad, virtud¡± o ¡°dinero, tiempo, necesidad¡±. Cuando suena la campana, las preguntas quedan en el aire.
M¨¦todos como estos han hecho de Sandel toda una celebridad socr¨¢tica en Estados Unidos y m¨¢s all¨¢: venerado en Asia como una rockstar de las ideas, el d¨ªa 19 de octubre recibir¨¢ en Oviedo el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales por ¡°haber trasladado su enfoque dial¨®gico y deliberativo a un debate de ¨¢mbito global¡±, seg¨²n el jurado. La fama se la debe sobre todo a su curso Justicia, que dej¨® de impartir hace seis a?os, cuando ya se hab¨ªa convertido en una rutina inmanejable. Las clases las daba en un teatro para una media anual de m¨¢s de mil alumnos. ¡°Necesitaba una armada de ayudantes para manejar aquello¡±, recuerda. ¡°Y eso no era lo peor. Me preocupaba repetirme con los ejemplos, las explicaciones y hasta los chistes¡±.
Pensador de masas
En la biblioteca. Michael J. Sandel convierte sus cursos en Harvard en libros de ¨¦xito. Lo hizo con Justicia. ?Hacemos lo que debemos? (Debate, 2011. Traducci¨®n de Juan Pedro Campos G¨®mez). Y lo repiti¨® con el seminario que imparte actualmente: Lo que el dinero no puede comprar. Los l¨ªmites morales del mercado (Debate, 2012. Traducci¨®n de Joaqu¨ªn Chamorro Mielke). Sus investigaciones en bio¨¦tica las plasm¨® en Contra la perfecci¨®n: La ¨¦tica en la era de la ingenier¨ªa gen¨¦tica (Marbot, 2016. Traducci¨®n de Ramon Vil¨¤ Vernis). La editorial Gedisa mantiene en cat¨¢logo, por su parte, El liberalismo y los l¨ªmites de la justicia (traducido por Mar¨ªa Luz Mel¨®n).
En el aula virtual. La televisi¨®n p¨²blica estadounidense film¨® en 2009 el curso Justicia, cuyos 24 cap¨ªtulos de algo menos de una hora pueden consultarse en el canal de YouTube de la universidad y en justiceharvard.org.
En la televisi¨®n. Esta semana la plataforma audiovisual online Filmin ha estrenado con subt¨ªtulos en espa?ol El gran debate, una serie de cinco cap¨ªtulos en los que Sandel aborda asuntos como la inmigraci¨®n, la robotizaci¨®n o la privacidad.
Comenz¨® con ese proyecto poco despu¨¦s de llegar en 1980 a Harvard tras graduarse en Oxford (Reino Unido). El fen¨®meno creci¨® r¨¢pido y ya era uno de sus cursos m¨¢s populares de la exclusiva universidad estadounidense cuando esta lo escogi¨® en 2009 como el primero que colgar¨ªan en aquella tierra de promisi¨®n educativa llamada Internet. M¨¢s de 30 millones de personas han visto ya a Sandel en la Red y en televisi¨®n hacer digeribles para las masas conceptos como el utilitarismo de Jeremy Bentham, el imperativo categ¨®rico de Kant o la fe en la igualdad de oportunidades de John Rawls para acabar decant¨¢ndose por una teor¨ªa cercana al comunitarismo. ¡°Para llegar a una sociedad justa hemos de razonar juntos sobre el significado de la vida buena y crear una cultura p¨²blica que acoja las discrepancias que inevitablemente surgir¨¢n¡±, escribe al final del best seller internacional que sali¨® de aquellas clases: Justicia. ?Hacemos lo que debemos? (Debate, 2011).
Pese a tan plusmarquista curr¨ªculo, el diploma que reposa sobre la chimenea del sal¨®n de su casa estilo Nueva Inglaterra en el acomodado barrio jud¨ªo de Brookline (Massachusetts) no certifica que una vez imparti¨® una clase para 14.000 alumnos en un estadio de Corea del Sur, sino el r¨¦cord Guinness de flexiones por minuto (52) obtenido por el mayor de sus dos hijos, Adam, un mocet¨®n interesado en el cruce entre fitness y filosof¨ªa (el otro, Aaron, es primat¨®logo).
Sandel recibi¨® a Babelia una silenciosa tarde de mediados de septiembre, tres d¨ªas antes de que el mundo conmemorase la primera d¨¦cada desde la ca¨ªda de Lehman Brothers y la profunda crisis econ¨®mica que sigui¨® a esta. ¡°Este aniversario ha servido para certificar una oportunidad perdida¡±, se lament¨® el profesor. ¡°Cuando aquello pas¨®, muchos pensamos que hab¨ªa llegado el momento de repensar el papel de los mercados. Nos prometieron reinventar el capitalismo, pero no lo hicieron¡±. ?Es posible humanizarlo al menos? ¡°Creo que deber¨ªamos debatir c¨®mo reconciliar el sistema con los valores c¨ªvicos de una sociedad justa, partiendo de la certeza de que el neoliberalismo de las ¨²ltimas tres o cuatro d¨¦cadas fue el causante de aquel desastre. Un capitalismo sin regular genera desigualdad, destruye las comunidades y despoja de su poder a los ciudadanos. Fomenta una ira de la que acaba siendo v¨ªctima la democracia, como hemos visto con la elecci¨®n de [Donald] Trump, con el Brexit o con el auge de los nacionalismos xen¨®fobos en Europa¡±.
¡°La distracci¨®n es el gran enemigo del saber¡±, dice para explicar que proh¨ªba los ordenadores en clase
Pese a que su formaci¨®n es sobre todo en filosof¨ªa pol¨ªtica, Sandel se ha metido de lleno en la econom¨ªa en los ¨²ltimos a?os, mal que le pese a la vieja guardia de la disciplina, algunos de cuyos m¨¢s conspicuos miembros comparten claustro en Harvard. ¡°No estoy en contra del mercado, sino de sus excesos. Me molesta cuando estos invaden ¨¢reas propias de la vida en sociedad: la familia, la educaci¨®n, los medios, la salud o el civismo. Del mismo modo en que se ense?a econom¨ªa en los colegios, se deber¨ªa impartir ¨¦tica en las escuelas de negocios. Si pones la disciplina en su perspectiva hist¨®rica te das cuenta de que sus pensadores cl¨¢sicos, de Adam Smith a John Stuart Mill o Karl Marx, incluso en sus profundos desacuerdos, conven¨ªan en considerarla una rama de la filosof¨ªa pol¨ªtica y moral. Todo eso lo perdimos en el siglo XX, cuando se convirti¨® en una valiosa ciencia sobre el comportamiento humano y social¡±. Esas inquietudes dieron origen al libro Lo que el dinero no puede comprar. Los l¨ªmites morales del mercado (Debate, 2013), que comienza con una certeza que suena a derrota (¡°Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar, pero en nuestros tiempos no son muchas¡±) y conduce al lector con estilo claro y a trav¨¦s de ejemplos pr¨¢cticos para preguntarse al final: ¡°?Queremos una sociedad en la que todo est¨¦ en venta?¡±.
El ¨²ltimo intento de Sandel de sacar el pensamiento de las aulas toma la forma de una serie de cinco cap¨ªtulos de producci¨®n holandesa titulada El gran debate, que acaba de estrenar en espa?ol la plataforma audiovisual online Filmin. En ella, el profesor toca cinco temas de nuestro tiempo ¡ªinmigraci¨®n, robotizaci¨®n, discriminaci¨®n, desigualdad y privacidad¡ª junto a un grupo de 20 j¨®venes de la m¨¢s diversa procedencia: entre otros, hay artistas de cabar¨¦, raperos, exfutbolistas e ingenieras en rob¨®tica. La mec¨¢nica se parece bastante a una de sus clases. ?l lanza preguntas sobre la desigualdad, la crisis migratoria, el sueldo de Cristiano Ronaldo o esos coches que se conducen solos, y los dem¨¢s confrontan ideas. El escenario es el santuario de Anthiarus, a una hora y media de Atenas, ¡°no muy lejos de donde naci¨® la democracia y la filosof¨ªa occidental¡±, explica Sandel al principio de cada cap¨ªtulo. ¡°Son tiempos dif¨ªciles. Tenemos que encontrar la manera de razonar juntos sobre cuestiones morales dif¨ªciles¡±, a?ade a continuaci¨®n.
A la pregunta de si hemos perdido esa capacidad de escuchar al contrario en un mundo en el que los debates parecen m¨¢s enconados que nunca, el fil¨®sofo lamenta que en espacios como la universidad y los medios de comunicaci¨®n no se fomente, ¡°en muchos casos en nombre de la correcci¨®n pol¨ªtica¡±, la confrontaci¨®n de opiniones diversas. Y pone dos ejemplos basados en su experiencia. El primero se remonta a 1971, cuando siendo estudiante en un instituto p¨²blico liberal de Los ?ngeles invit¨® a un debate a Ronald Reagan, entonces gobernador de California. ¡°Hubo desacuerdo en casi todo, y no dir¨ªa que nos convenci¨® de sus argumentos, pero en cierto modo nos sedujo. Diez a?os despu¨¦s ser¨ªa presidente¡±. El otro ejemplo remite a cuando acept¨® participar en un comit¨¦ de bio¨¦tica de la Administraci¨®n Bush. ¡°Me invitaron pese a que sab¨ªan que no era ni mucho menos simpatizante, y result¨® muy nutritivo¡±. Caso distinto es el de Trump; con su proyecto no colaborar¨ªa. ¡°Cada d¨ªa conocemos un nuevo esc¨¢ndalo, otro tuit inadmisible. Es un maestro en crear una tormenta de caos y controversia que deja a sus cr¨ªticos en un oc¨¦ano de distracciones. Ha logrado hacer reh¨¦n de sus locuras al Partido Dem¨®crata, que, como un boxeador noqueado, parece incapaz de ofrecer una alternativa¡±.
Sandel ya ha grabado una segunda temporada de la serie holandesa en la estaci¨®n de trenes de Haarlem. ¡°De fondo, se ve a la gente ir y venir absorta en sus asuntos cotidianos. Es nuestra manera simb¨®lica de decir que la filosof¨ªa guarda una fuerte relaci¨®n con la vida actual, que no es un asunto abstracto o acad¨¦mico¡±. ?No teme con esas puestas en escena ser criticado por banalizar el pensamiento? ¡°No, si en ese trayecto no se sobresimplifican o se distorsionan los mensajes¡ En el fondo, se trata de un m¨¦todo de larga tradici¨®n. S¨®crates no daba sus conferencias desde un p¨²lpito, ni siquiera escribi¨® libros o art¨ªculos. Y sin embargo, consegu¨ªa interesar a los atenienses en los debates de ideas¡±.
Su ¨¦xito podr¨ªa encuadrarse en cierta corriente actual de pensadores virales de distinto signo y parecido verbo directo que acumulan clics cuando los medios de comunicaci¨®n les dan voz y son reclamados lo mismo por las ¨¦lites del Foro Econ¨®mico de Davos que por un peque?o festival de las ideas. Se dir¨ªa que el p¨²blico acude a ellos en busca de herramientas pr¨¢cticas con las que manejarse en un mundo en permanente cambio. ¡°Es importante, con todo¡±, aclara Sandel, ¡°que no se tome la filosof¨ªa como quien compra un libro de autoayuda. Eso s¨ª ser¨ªa banal. Significar¨ªa asumir que el ¨²nico asunto del que se ocupa la filosof¨ªa es el yo, cuando es obvio que va mucho m¨¢s all¨¢. Veo que hay un tremendo inter¨¦s por entender, que no para de crecer entre la gente corriente y tambi¨¦n y sobre todo entre los j¨®venes. Yo lo achaco a que el discurso p¨²blico est¨¢ totalmente desprovisto de ideas y a que el sistema educativo tampoco fomenta los debates¡±.
Ese inter¨¦s justificar¨ªa su enorme seguimiento en Internet, que puede contemplarse tambi¨¦n como una historia de ¨¦xito de la educaci¨®n en l¨ªnea, de la que es pionero. ¡°Aunque nada iguala¡±, advierte, ¡°el aprendizaje cara a cara. Cada nueva tecnolog¨ªa promete aumentar el di¨¢logo y el entendimiento. Fue as¨ª con la televisi¨®n, la radio o el tel¨¦grafo. Y a la euforia siempre sucedi¨® el mismo sentimiento de decepci¨®n al comprobar que las tecnolog¨ªas acaban sometidas a la l¨®gica de la compraventa y la publicidad¡±.
En su curso sobre mercado y moral pregunta si es justa la reventa de entradas para un concierto de Beyonc¨¦
Siguiendo ese razonamiento, la casta de Silicon Valley representa el reverso tenebroso de su confianza en la comunidad y en los valores c¨ªvicos. Los propietarios de las cinco grandes compa?¨ªas tecnol¨®gicas sostienen ideas cercanas al libertarismo que preocupan a Sandel, una forma de ver el mundo en la que no tienen cabida el control estatal o la intervenci¨®n para evitar los desajustes del sistema. ¡°Tienen una responsabilidad moral con la sociedad, aunque no quieran admitirla. Piensan que basta con hacer un poco de caridad, pero no es suficiente. Cada vez ocupan un lugar m¨¢s importante en nuestras vidas y en nuestras sociedades. Como son parcelas que nos incumben a todos, los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre c¨®mo se gobierna una compa?¨ªa como Facebook¡±.
Y eso afecta tambi¨¦n a nuestra privacidad, asunto al que Sandel, que no tiene Twitter ni Facebook, dedica uno de los cap¨ªtulos de El gran debate. ¡°Ha habido mucha discusi¨®n sobre el tema¡±, explic¨® en la entrevista, celebrada en una semana en la que la amenaza que para la democracia representa Facebook copaba las portadas de las revistas pol¨ªticas. ¡°Aunque no hemos reconocido la extensi¨®n real del problema. Lo que m¨¢s me intriga es que a la gente no parezca importarle. Yo encuentro tres explicaciones: o bien no se dan cuenta de la mucha informaci¨®n que comparten al firmar sin leer esos contratos de uso de las redes sociales, cuya letra peque?a es demasiada letra y demasiado peque?a; o tal vez no saben lo que realmente hacen las compa?¨ªas con esa informaci¨®n; o quiz¨¢ lo saben pero no les importa. En cualquiera de los tres casos es un asunto de suma gravedad¡±.
Este y otros temas saldr¨¢n seguramente a relucir el pr¨®ximo s¨¢bado en un encuentro con estudiantes en la Universidad de Oviedo. Ser¨¢ al d¨ªa siguiente de recibir el Princesa de Asturias, en cuya n¨®mina de galardonados figuran intelectuales como Mary Beard, Martha C. Nussbaum o Tzvetan Todorov. Cuando supo de la concesi¨®n del premio, el profesor se congratul¨® por que la distinci¨®n llegara precisamente de Espa?a. Su esposa, la tambi¨¦n profesora de Harvard Kiku Adatto, es de origen sefard¨ª (de ah¨ª el apellido, el nombre se lo pusieron por haber nacido en la ciudad japonesa de Yokohama) y se prepara para acogerse a la ley de 2015 que permite acceder a la nacionalidad espa?ola a los descendientes de jud¨ªos expulsados. ¡°Su familia tiene ra¨ªces en Sevilla¡±, aclara el fil¨®sofo, ¡°de all¨ª salieron en 1492. Se instalaron en Estambul. Luego dieron el salto a EE UU. Han preservado las tradiciones, tambi¨¦n el ladino¡±. Vistos los antecedentes, Sandel no descarta mudarse a vivir a Espa?a cuando se retire.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.