Inventiva reveladora
La segunda novela de Samanta Schweblin, una alegor¨ªa sobre la dependencia actual de la tecnolog¨ªa, da prueba del don de la escritora para la ficci¨®n original

Antes de entrar en la rese?a del nuevo libro de la escritora argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), Kentukis, me gustar¨ªa recordar un relato suyo, incluido en su ¨²ltimo libro de cuentos, P¨¢jaros en la boca y otros cuentos. Se titula ¡®Hacia la alegre civilizaci¨®n¡¯. Mencionar¨¦ s¨®lo la idea motriz de la pieza. Un individuo est¨¢ en un pueblo perdido. Quiere volver (a la alegre civilizaci¨®n) pero un inaudito imprevisto se lo impide: no tiene cambio y por tanto no puede sacar el billete de vuelta del tren que lo llev¨® hasta all¨ª. La sola idea de que alguien no pueda regresar porque no tiene dinero sencillo justifica que nos imaginemos no s¨®lo la desesperaci¨®n del protagonista, sino incluso la nuestra al leerlo. Indico esto para resaltar cuando la capacidad inventiva de un escritor puede ayudar a redondear una alegor¨ªa o met¨¢fora de nuestro mundo. Veamos ahora c¨®mo y con qu¨¦ resultados opera esta inventiva en Kentukis, la segunda novela de Samanta Schweblin, tras Distancia de rescate (2015).
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En Kentukis no sucede nada que no pueda ocurrir en cualquier novela. Hay un argumento, una trama dividida en cap¨ªtulos, unos personajes que se van alternando a medida que la historia avanza y un final carente de cualquier sorpresa. O mejor dicho, un no final. El mundo que nos presenta Schweblin est¨¢ poblado de seres humanos que un d¨ªa deciden incluir en sus rutinas la presencia de los kentukis. A medida que avanzamos en la lectura, estos seres se van adue?ando de esta. Est¨¢n en todas partes y es como si lo vieran todo de todos. Los kentukis adquieren diversas formas: b¨²hos, topos, cerditos, etc¨¦tera. Tienen bracitos, y patas que funcionan como piernas. Detr¨¢s de sus ojos parece que existieran unas c¨¢maras que lo registran todo. De vez en cuando emiten algunos chillidos, grititos otras veces casi inaudibles. Los kentukis se exhiben en bazares y esperan en los escaparates. Los padres comienzan a comprar kentukis a sus hijos. Matrimonios separados agigantan su encono cuando uno de los c¨®nyuges le reprocha al otro que deje a su hijo demasiado expuesto a los mu?ecos. A veces algunos due?os de estos seres (porque parece que lo son) oyen salir de sus labios expresiones de protesta, enojo cuando se niegan a socializar con sus amos (suponiendo que fuesen mascotas, aunque todo hace suponer que son mucho m¨¢s que ello). En este relato los seres humanos mantienen relaciones humanas con estos ¡°bichos¡±, como los degradan algunos usuarios. Al final, el mundo comienza a tener problemas con el geom¨¦trico aumento de su consumo. Algunos amos deciden enterrarlos cuando se quedan sin bater¨ªa. Otros directamente los queman o los empalan. O los arrojan a los estercoleros.
No creo que esta novela se deba despachar dictaminando s¨®lo que es una alegor¨ªa sobre la dependencia del hombre contempor¨¢neo con los artilugios tecnol¨®gicos que lo rodean. Sobre esto trata, obviamente. Pero tambi¨¦n es un alegato contra la excitante y gustosa alienaci¨®n que nos regalamos. Los kentukis no son seres inocentes, ni siquiera a lo mejor buena gente. Eso s¨ª, tienen algo sublime o espantoso. Pueden descubrirnos lo peor y lo mejor de nosotros. Pueden gritarnos a la cara lo malsana de nuestra buc¨®lica e inofensiva curiosidad por los dem¨¢s.
Para lograr esto que rese?o (o relato), hay que ser muy, muy buena escritora. Y hay que tener, sobre todo, un don para la m¨¢s pura ficci¨®n original y reveladora.
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Autor:?Samanta Schweblin.
Editorial:?Literatura Random House (2018).
Formato: tapa blanda y ebook (224 p¨¢ginas).
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