Bendecidos por el duende
N¨²ria Espert y Llu¨ªs Pasqual sirven un incandescente 'Romancero gitano', de Federico Garc¨ªa Lorca, en el Teatro de la Abad¨ªa de Madrid
Pasqual y Espert son como esos artistas flamencos que parecen hacer todo f¨¢cil, como quien respira, porque est¨¢n bendecidos por el duende, y decir duende es decir Lorca, que siempre acude cuando alguien le pide ayuda en ¨¦pocas turbias y mediocres. A simple vista, esta antolog¨ªa del Romancero gitano, su nuevo homenaje al poeta, se dir¨ªa improvisado fruto, como se dice en catal¨¢n,¡°d¡¯arribar i moldre¡±, llegar y moler harina de luna, coser y cantar, coser con hilos fin¨ªsimos y as¨ª enlazar canciones de muy antigua memoria, banderas del pa¨ªs que sigue latiendo bajo la arena.
Llega Espert y finge que lee, o lo contrario, que improvisa, pero est¨¢ todo aprendid¨ªsimo, como esa primera persona que a veces parece ser la actriz cont¨¢ndonos c¨®mo descubri¨® la poes¨ªa lorquiana, y a veces la voz de Lorca mismo, como si estuviera reunido en su cuarto con sus amigos. Una de las cosas m¨¢s dif¨ªciles del teatro es crear intimidad y modular sus tonos, hacerla crecer como un globo de papel iluminado en el cielo de verano, o que las palabras se conviertan en canciones para arrullar a un ni?o. Escuchando a la Espert volv¨ª a o¨ªr a mi abuela cont¨¢ndome cuentos y cantando canciones al anochecer, cuando sub¨ªa la fiebre, o en el desvelo de la madrugada. La otra abuela, a la que nunca conoc¨ª, que muri¨® antes de mi nacimiento.
Llega Romance de la luna luna, copiado en la noche para la peque?a N¨²ria por su padre (¡°En mi casa de entonces no hab¨ªa libros¡±, dice), y que ella recita como si fuera la ani?ada y feliz madre de Bernarda, invocando la luna como una gran sonrisa felina, como un gran pandero de pergamino. Es necesario empezar con esa tonalidad, y recitar luego Preciosa y el aire como uno de esos relatos infantiles que encandilan y estremecen. Espert convoca tambi¨¦n cuatro grandes ecos femeninos, cuatro mujeres solas: Marianita Pineda, Yerma, la madre de Bodas de sangre y do?a Rosita, desfilando a ritmo de carrusel fantasma. Y la eterna, profunda soledad de Federico, el Federico aterrado que para cruzar la calle necesita cogerse del brazo de alguien, y hacer teatro porque ¡°en el teatro todo se comparte¡±. Primera cumbre de la noche: el Romance son¨¢mbulo. Y la actriz recordando al insomne Alberti compartiendo un mel¨®n en la hirviente noche madrile?a con Federico, como los dos compadres del poema enigm¨¢tico, pregunt¨¢ndole su significado: ¡°Eso no lo sabe nadie, Rafael¡±. Llu¨ªs Pasqual espolvorea toques de m¨²sica que suena pur¨ªsima gracias a Roc Mateu: rasgueos de guitarra, tambores, y el regalo de la joven voz de Paco Ib¨¢?ez en la Canci¨®n del jinete creciendo como la semilla de un trueno. Y la luz sabia de Pascal Merat, luz de plata, luz on¨ªrica, como un goteo de luna azulada.
Segunda cumbre: Thamar y Amn¨®n. Lo primero que le¨ª de Lorca, a los siete a?os y a escondidas, febril de emoci¨®n y p¨¢nico, porque ignoraba que las palabras pod¨ªan destilar aquellos zumos: acababa de descubrir la poes¨ªa. Vuelve ahora, y en la voz de la maga me suena con las cadencias y los oscuros golpes de sangre de La violaci¨®n de Lucrecia. Llega la pena de Soledad Montoya, ¡°pena limpia y siempre sola¡±, y el lamento por Anto?ito el Camborio. Asoma y mira el Amargo con sus ojos incandescentes, como el gran negro en la encrucijada de Yo camin¨¦ con un zombie, de Tourneur. Van creciendo los acordes obsesivos, ahora ¨ªntimos y ahora ¨¦picos. Nunca hab¨ªa o¨ªdo as¨ª, con esa mezcla de terror y ensue?o amenazado, el Romance de la Guardia Civil, y oigo ahora la expulsi¨®n jud¨ªa y mora, y el galope polvoriento de la caballer¨ªa americana aniquilando a la tribu india.
?ltimas estaciones. O bonus ?tracks, si el recital fuera un ¨¢lbum. Ya fuera del Romancero, desde el coraz¨®n de la intimidad, Espert sirve a media voz el bell¨ªsimo Soneto de la dulce queja: ¡°Tengo miedo a perder la maravilla¡¡±. Y cierra el espect¨¢culo el abre los ojos de Grito hacia Roma, ese alarido de dolor y furia que atraviesa y culmina Poeta en Nueva York, y alerta contra la guerra eterna y el hurac¨¢n de la pena alquitranada. La voz de Lorca, que aqu¨ª es como un Whitman rugiente y b¨ªblico, trepa a la garganta de la Espert y resuena clara como una campana llamando a rebato y pidiendo el grito de los humillados, ¡°porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos¡±.
Gracias, Federico. Gracias, Espert y Pasqual, que tras La oscura ra¨ªz y Haciendo Lorca nos hab¨¦is regalado esta nueva gavilla po¨¦tica de apenas sesenta minutos pero con la amplitud y el eco de un r¨ªo que brota de tan lejos, y juega en las pozas, y fluye y se remansa, y golpea vertical contra las piedras.
Romancero gitano. Federico Garc¨ªa Lorca. Direcci¨®n de Llu¨ªs Pasqual. Teatro de La Abad¨ªa. Hasta el 11 de noviembre.
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