Ben Sidran: el maestro del Central y la continuidad de la dinast¨ªa
El m¨ªtico cantante y pianista sopla 75 velas y comparte protagonismo con su hijo, Leo Sidran, durante toda la semana en Madrid
El Caf¨¦ Central tiene esas cosas: el hombre que se te sienta al piano a metro y medio de distancia no es un m¨²sico cualquiera, sino una eminencia. Una instituci¨®n. El maestro de varias generaciones de jazzistas y g¨¦neros aleda?os desembarc¨® anoche en el escenario de la Plaza del ?ngel para una semana ¨ªntegra de m¨²sica y efem¨¦rides: sus 75 a?os reci¨¦n cumplidos o las dos d¨¦cadas transcurridas desde la primera vez que se aup¨® a este angosto escenario y repar¨® en que esos escuetos ocho metros cuadrados pasar¨ªan a formar parte de su universo emocional. El caballero en cuesti¨®n se llama Ben Sidran y, si por ventura no lo conociera, si¨¦ntase libre de indagar al respecto. No todos los d¨ªas se apresta uno a desentra?ar un tesoro de semejantes dimensiones.
Sidran padre se conserva lozano y, sobre todo, l¨²cido despu¨¦s de tres cuartos de siglo en la aventura de la vida. No se molesta en lucir otra cosa que una camiseta b¨¢sica negra, desenfunda sin pudor las gafas de pasta cuando debe consultar las partituras y aparenta cierto agarrotamiento en las manos que es enga?oso: en cuanto entra en calor, y es cuesti¨®n de minutos, esos dedos vuelven a corretear como animalillos despavoridos.
Su magisterio es tan ilimitado que hace bien en comenzar por lo irrefutable; o sea, Miles Davis. Pero a¨²n resulta m¨¢s seductor con el material propio, tan heterodoxo en lo tem¨¢tico como ese Picture him happy, severa inyecci¨®n de swing para reflexionar sobre... el mito de S¨ªsifo y su reinterpretaci¨®n a cargo de Albert Camus. No hay noticias de cantautor lo bastante cultureta como para igualar algo as¨ª. Tampoco de una inspiraci¨®n como la de Thank God for the F train, trepidante oda a la l¨ªnea subterr¨¢nea que enlaza Manhattan con Brooklyn y que se erige en la gran golosina para la segunda mitad de la velada.
A Ben nunca le hizo falta una voz avasalladora para dominar el escenario. Le ocurre en ese sentido como a su amigo Georgie Fame, al que grab¨® en los tiempos del sello Go Jazz. Las gargantas de ambos carecen de cuerpo y academicismo, pero les sobra personalidad. Y es maravilloso dejar que nos seduzca este geniecillo hist¨®rico, aliado juvenil de Steve Miller y Boz Scaggs, estudioso del jazz en sus formas cultas y tambi¨¦n en las m¨¢s populares, enciclopedia viva del jazz m¨¢s abierto de miras.
A Ben nunca le hizo falta una voz avasalladora para dominar el escenario
Sucede adem¨¢s que Ben es pap¨¢ de Leo Sidran, un muchacho que dispone tambi¨¦n de holgada cuota de protagonismo: desde una versi¨®n de Antonio¡¯s song, la declaraci¨®n de admiraci¨®n de Michael Franks hacia Antonio Carlos Jobim, a sabrosas creaciones propias como After the damage is done o la divertida Jamboree, sobre la magia cr¨¢pula que puede acontecer en este club barcelon¨¦s. Leo se presenta con pap¨¢ como bater¨ªa, pero su puesto natural es el de acaparador de miradas, guitarrista, cantante y jefe. Es el heredero que proporciona continuidad a una dinast¨ªa a la que solo cabe desear un desarrollo prolongado.
A?adamos a la f¨®rmula esa arm¨®nica c¨¢lida y profunda de Antonio Serrano, que nunca empacha, dispone de innumerables conejos en la chistera y a veces suena casi como un amoroso saxof¨®n. Hubo homenajes al Lorca de Poeta en Nueva York, una segunda incursi¨®n en el repertorio de Franks (Cool school) y otras dos de Ben en su adorado Dylan: Subterranean homesick blues (¡°el primer rap de la historia¡±, avis¨® el patriarca) y Tangled up in blue, ahora que vuelve a estar de actualidad el ¨¢lbum Blood on the tracks. Y resulta que el bajista de los Sidran, Billy Peterson, fue part¨ªcipe de tales grabaciones. Otra sorpresa m¨¢s en la chistera de Ben Sidran, que acaba de editar una edici¨®n limitada (3.000 ejemplares) de un triple CD, Ben there, done that, con grabaciones en directo fechadas entre 1975 y 2015. Un caramelo colosal. Tanto como para que el trompetista Avishai Cohen asomara de inc¨®gnito al final de la noche para curiosear lo que se andaba cociendo.
Babelia
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