Joaqu¨ªn Berges: ¡°?Qui¨¦n puede decir que no es un desertor?¡±
La nueva novela del autor zaragozano es una historia a caballo entre la I Guerra Mundial y la actualidad, una defensa de la b¨²squeda de la verdad y la dignidad
Confiesa con humor Joaqu¨ªn Berges ¨Cmirada viva, gesto contenido y simp¨¢tico¨C que tiene algunos problemas. Es un neur¨®tico con tendencias obsesivo-compulsivas y un esp¨ªritu n¨®mada atrapado en la vida sedentaria. Por suerte, tiene la literatura. ¡°Conviene reconocer que soy un neur¨®tico. Las madres neur¨®ticas de mis novelas me representan. Todos tenemos alg¨²n tipo de neurosis pero yo tengo la literatura, que me sirve de terapia, para escapar¡±, cuentaba Berges (Zaragoza, 1965) a EL PA?S en Madrid en noviembre, donde lleg¨® para promocionar su s¨¦ptimo libro, Los desertores (Tusquets).
¡°Es una novela de padres e hijos¡±, condensa el autor al m¨¢ximo cuando se le pregunta por esta historia de traiciones ¨Ca los dem¨¢s y a uno mismo¨C, frustraciones, palabras nunca dichas y vidas truncadas. Ingredientes que, unidos a la historia narrada podr¨ªan generar una novela asfixiante, cosa que no ocurre. ¡°Busco la eficiencia narrativa. El control, la contenci¨®n, que el estilo no se note, no repetir, evitar los bucles, contar el drama con naturalidad, como algo comprensible y aceptable¡±, explica.
El drama al que se refiere es el de los protagonistas de Los desertores. Por un lado, Alfred y Albert, dos soldados ingleses que murieron fusilados por traidores en la I Guerra Mundial. Por otro, Jota, un hombre que se acaba de jubilar, que nunca quiso a su mujer, enamorado de su cu?ada, frustrado por el abandono de su padre, por la enfermedad de su madre, por el silencio de su hermana, y que busca en la historia de estos muchachos un camino de redenci¨®n. Por eso coge el cuaderno que le dej¨® un padre del que no se pudo despedir y parte hacia Somme, a ser testigo de los vestigios del desastre de una de las peores batallas de la historia, a ver con sus propios ojos la inscripci¨®n que el padre de Alfred a?adi¨® en la l¨¢pida al cl¨¢sico ¡°Muerto al amanecer¡±, utilizado para se?alar que alguien hab¨ªa perecido sin honor, fusilado. ¡°Ahora pone adem¨¢s ¡®Uno de los primeros en alistarse. Un digno hijo de su padre¡¯ y ese es el homenaje de un padre a su hijo desertor a trav¨¦s de la verdad, que es la finalidad de la vida¡±, cuenta Berges, emocionado, antes de explicar su viaje, en familia, a Somme. All¨ª estuvo d¨ªas esperando a ir a la tumba de Alfred, mitad emocionado, mitad temeroso de llevarse una decepci¨®n. El autor Berges cuenta c¨®mo todo eso se ve en la novela y de c¨®mo, cuando quit¨® los matojos que tapaban la inscripci¨®n, dese¨® haber podido crear ese momento para la ficci¨®n.
¡°?Qui¨¦n puede decir que no es un desertor?¡±, se cuestiona Berges antes de responderse a s¨ª mismo: ¡°Estuve dos a?os pregunt¨¢ndome eso a diario, mientras escrib¨ªa la novela, al irme a la cama, analizando de cu¨¢ntas cosas hab¨ªa desertado yo ese d¨ªa¡±.
La obra de Berges ha ido casi siempre por otros derroteros, con el humor como herramienta esencial. El cambio de tono viene dado, confiesa, por las exigencias de la historia y por su necesidad de involucrarse en ese ¡°culto a la verdad que ha sustituido al culto a la imaginaci¨®n¡±. Los desertores mezcla la trama actual con poemas reales de soldados ca¨ªdos en la batalla ¨C¡°que prueban que la belleza es posible en medio del horror¡±¨C; cartas de uno de los soldados a su padre y partes a modo de ensayo para explicar aquella barbarie. ¡°Tuve mucho miedo porque soy fil¨®logo y no historiador. Me document¨¦ como procede, obsesivamente, para evitar cualquier error¡±, cuenta aliviado, expresivo, fascinado con la grandeza del relato hist¨®rico.
En todos los personajes que pueblan esta novela familiar, en esa madre enferma que se a¨ªsla en una habitaci¨®n para ir dej¨¢ndose morir, en ese empresario triunfador y sin embargo solo, en ese hombre que parte en busca de una historia sin decir nada a nadie o en esa mujer que reprime todo su ser para no arriesgarse a sufrir hay tambi¨¦n un problema de comunicaci¨®n. ¡°Sufren una deserci¨®n expresiva. Tienen pocas ganas de arreglar las cosas. Nos pasa un poco a todos. Modificamos la verdad para convencernos de que tenemos raz¨®n¡±, cuenta el autor de la sitcom Vive como puedas, que no cierra la puerta a volver a la comedia. ¡°Ahora estoy en la ficci¨®n adulterada por la realidad, pero no he cerrado el camino al humor. Lo que ocurre es que es m¨¢s dif¨ªcil y no tiene prestigio literario. Es extra?o¡±, arguye.
Escritor de ritmo constante? ¨C¡°de velocidad crucero¡±¨C Berges est¨¢ feliz de escapar de su escapatoria, de tener un tiempo para hablar, contar, dejar de lado la escritura. Hasta que se cruce la pr¨®xima historia y vuelva la hoja en blanco, el viaje del n¨®mada, la contenci¨®n y la seguridad.?
Los poetas de la guerra
"Hay poetas profesionales. Escritores que perecieron las trincheras de la I Guerra Mundial, pero la mayor¨ªa de los que yo incluyo son War Poets", explica Berges. "Ah¨ª, tirados en la trinchera, en medio del fr¨ªo y del barro esperando la muerte su escapatoria era literaria". Poemas como el citado m¨¢s abajo de Huge R. Freston, del Tercer batall¨®n del Regimiento Royal Berkshire, dan la novela un tono eleg¨ªaco.
"Cuando haya muerto,
Y forme parte del suelo de Francia,
Todo esto recordar¨¦is de m¨ª:
Fui un gran pecador, un gran amante
Y la vida me llen¨® de desconcierto.
?Ah, el amor! ?Habr¨ªa muerto por amor!
El amor puede hacer mucho, tanto bien como mal.
Hace pensar en madres y en ni?os chicos,
Y en tantas otras cosas.
?Oh, hombres a¨²n no nacidos, me marcho sin
Terminar mi labor!
?Ah¨ª ten¨¦is el conflicto: el mundo os odiar¨¢: Sed valientes!
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