Un maestro excepcional
Calvo Serraller cosech¨® un gran prestigio por sus logros alcanzados en la reflexi¨®n art¨ªstica
¡°Yo, ante todo, me debo a mis alumnos¡±, repet¨ªa una y otra vez Francisco Calvo Serraller. Y vivi¨® cumpliendo sus palabras. Todo el que se matriculara en la Facultad de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid sab¨ªa que acabar la carrera sin pasar por sus aulas era dejar la carrera incompleta; no hab¨ªa quien quisiera perderse el privilegio de escucharlo. Fuera del c¨ªrculo universitario, su prestigio era de sobra conocido, por sus logros alcanzados en la reflexi¨®n art¨ªstica; pero, en la facultad, el profesor Calvo Serraller se gan¨® el respeto y la admiraci¨®n de todos con sus clases magistrales.
Esos alumnos que, cuando por primera vez se sentaban ante el que sab¨ªan una eminencia, se sent¨ªan adem¨¢s intimidados por la figura longil¨ªnea y sus andares aristocr¨¢ticos, para arriba y para abajo del aula; esos alumnos a los que ¨¦l exhortaba inagotablemente a que miraran y miraran y miraran arte, a los que desafiaba para que intensificaran su curiosidad y dieran alas a su imaginaci¨®n, a los que exig¨ªa lecturas infinitas; esos alumnos que empezaban el curso sobrecogidos por el personaje y lo acababan epatados por la personalidad envolvente, su fin¨ªsimo sentido del humor, las ense?anzas que de ¨¦l recib¨ªan y el modo extraordinario de exponerlas; esos alumnos tienen como punto com¨²n sentirse orgullosos de haber estado en las aulas de Calvo Serraller, un maestro excepcional, cuyas palabras maravillaban tanto como las obras de arte que se estudiaban entre los muros de esa facultad.
Sus clases sol¨ªan empezar can¨®nicamente, recordando que el arte es una invenci¨®n de los griegos, que s¨®lo reconoc¨ªan al artista en aquel que imitara el mundo sensible, pero para trascenderlo, y as¨ª alcanzar la belleza ideal. ¡°Un poeta siempre trasciende¡±. Sin embargo, el primer desconcierto llegaba al o¨ªrle decir ¡ªal acad¨¦mico de Bellas Artes, al cr¨ªtico exquisito, al fil¨®sofo sesudo¡ª que el aprecio del arte no est¨¢ reservado a los inteligentes y sensibles, sino que para apreciar el arte s¨®lo hace falta querer entender la vida. M¨¢s all¨¢ de la belleza formal del arte ¡ªdel fogonazo que produce la contemplaci¨®n est¨¦tica, la huella de la pincelada, la combinaci¨®n magn¨¦tica de colores¡ª est¨¢ la belleza del significado del arte, que es un balc¨®n privilegiado de la vida, dec¨ªa. El arte es la vida, abre puertas, porque tiene en la transversalidad su gran virtud: no es algo encerrado en s¨ª mismo, sino que se contamina de todo cuanto forma parte de la vida, y a ella se est¨¢ refiriendo constantemente. Y, con asombro, sus alumnos le escuchaban afirmar que el arte lo puedes mirar como un historiador, como un creador, como un antrop¨®logo, como un m¨¦dico, como un diletante, como un ni?o, como lo que sea. El arte es una ventana a la vida, al cosmos entero.
Y el alumno descubr¨ªa as¨ª la excitaci¨®n de querer desentra?ar, en cada obra, lo que ense?a sobre la vida, de la que todo lo abarca. No hay que quedarse en lo evidente: el arte dice cosas en voz alta, y otras las susurra en voz baja, y para estas hay que querer afinar el o¨ªdo, porque ah¨ª est¨¢ lo m¨¢s emocionante de la obra. Hay que viajar por el arte, aprovechando su esencia transversal, que es ¨²nica. Y es entonces cuando el profesor Calvo Serraller citaba a Ortega y Gasset, para recordar que esa b¨²squeda exig¨ªa empe?o, porque en el arte sucede lo opuesto a lo que ocurre en las matem¨¢ticas: si, en estas, el signo es rec¨®ndito, pero el significado es evidente, en el arte, en cambio, el signo es evidente, pero el significado rec¨®ndito. Esa b¨²squeda de la vida, en el arte, la interpretaci¨®n de su infinita densidad simb¨®lica, requiere pues tiempo ¡ª¡°lo importante para ver un cuadro es una silla¡±¡ª y reflexi¨®n. El arte es pensamiento puro, no persigue nada ¨²til, sino que permite la especulaci¨®n por la especulaci¨®n. Eso es lo que es el arte. Un trozo de vida.
El arte es un trozo de vida universalista y atemporal. Y ah¨ª llegaba otro de sus famosos alegatos: ¡°Quien diga que s¨®lo le gusta el arte contempor¨¢neo, como quien diga que s¨®lo le interesa el arte del pasado, es alguien al que no le interesa el arte en absoluto¡±, porque el arte siempre bebe del arte; la memoria es la base del arte, es la madre de las musas. No hay, por lo tanto, un arte m¨¢s v¨¢lido que otro. La atemporalidad del arte la ilustraba Calvo Serraller recordando a Giacometti, que afirmaba crear para la gran poblaci¨®n de los muertos. Giacometti no dirig¨ªa sus esculturas a sus contempor¨¢neos, sino al hombre mortal, de cualquier tiempo; al hombre que, porque se sabe mortal, es receptivo a la vida.
El arte es un trozo de vida; somos los hombres. El arte es nuestra memoria, del pasado y del futuro, nos permite ver en el Neol¨ªtico a Barcel¨®, nos proyecta m¨¢s all¨¢ de nuestro propio final, de nuestra muerte individual. Renacemos en el arte, que es lo que nos salva, lo que nos hace inmortales, recordaba el profesor Calvo Serraller a sus alumnos.
Y recordaba tambi¨¦n que el gran acontecimiento de la vida es que somos mortales, y que hay que vivir para morir, porque es la conciencia de la muerte lo que nos hace sentir la vida, amar, pensar, gozar, emocionarnos. ¡°En esto del vivir, no importa el cu¨¢nto, sino el c¨®mo, el qu¨¦ y para qu¨¦, a trav¨¦s de los cuales quiz¨¢ encontr¨¦is algo de su porqu¨¦¡±; y declaraba que en nada como en el arte supo ¨¦l aprender m¨¢s de la vida.
Francisco Calvo Serraller fue profesor universitario durante casi cincuenta a?os. De cuanto llev¨® a cabo, en su carrera profesional, ¨¦l siempre alardeaba de que ense?ar era su raz¨®n de ser ¡ªy lo que m¨¢s le hac¨ªa sufrir¡ª. Y esa vocaci¨®n lo convirti¨® en el maestro soberbio que sab¨ªa contagiar su pasi¨®n a sus alumnos. Yo tambi¨¦n he sido alumna del profesor Calvo Serraller; y me gusta declararlo con orgullo.
Alicia Rod¨¦s Vil¨¤ es historiadora del Arte.
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